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ABC MADRID 02-12-2013 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 2 DE DICIEMBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN OFENDE A ESPAÑA... ...Una clase dirigente impotente ante el avance imparable del separatismo, el relativismo y la banalización del mal A nueva Ley de Seguridad Ciudadana contempla multas de entre 1.000 y 30.000 euros para quienes por cualquier medio ofendan o ultrajen a España, a las comunidades autónomas y entidades locales o a sus instituciones, símbolos, himnos o emblemas, cuando esas ofensas o ultrajes no sean constitutivos de delito. ¡Interesante! Pongo el acento sobre la subordinada por cualquier medio porque, interpretada en sentido estricto, podría generar un caudal de sanciones suficiente para liquidar la ingente deuda del Estado español. Ofenden a España quienes, por acción u omisión, roban al contribuyente, consienten el saqueo de las arcas públicas, dilapidan fondos procedentes de nuestros impuestos y se reparten el Presupuesto como si lo administraran en calidad de propietarios de la finca y no de empleados de la misma; nuestros empleados. Ofenden a España, a los españoles y a la democracia quienes mienten en sede parlamentaria para justificar acciones distintas y a menudo contrarias a las que prometieron cuando pedían el respaldo del electorado en las urnas. En su caso el ultraje es doble, porque con su conducta extienden la ofensa al Congreso de los Diputados, institución que encarna la soberanía nacional. Ofende a España y a la dignidad del pueblo español la liberación masiva de terroristas, asesinos L múltiples y violadores irredentos. No hay más que salir a la calle o navegar por las redes sociales para comprobar hasta qué punto se siente ultrajada la ciudadanía por estas excarcelaciones, que habrían podido impedirse si el gobierno de Zapatero no hubiese enviado a un abogado defensor de criminales a propugnar en Estrasburgo la derogación de la doctrina Parot o si el de Mariano Rajoy hubiera tenido menos miedo a ETA y más voluntad política de arreglar el desaguisado. Ofende a la dignidad nacional que el ministro del Interior del Gobierno de España se disculpe ante el ejecutivo autonómico de Vitoria por haber dicho una verdad como un templo: que la Ertzaintza no ha impedido los obscenos homenajes tributados en el ámbito de su jurisdicción a los terroristas que regresaban a casa como héroes, sin haber cumplido sus condenas, orgullosos de la sangre inocente derramada en nombre de la patria vasca Ofende a España una clase dirigente impotente ante el avance imparable del separatismo, el relativismo y la banalización del mal. Una clase dirigente incapaz de pactar para poner coto a la disolución progresiva de esta vieja Nación víctima de apetitos tan mezquinos como cortoplacistas. Una clase dirigente débil con el fuerte y fuerte con el débil. Dice Fernández Díaz que ofende a España, por ejemplo, una manifestación en la que haya consignas o pancartas claramente vejatorias Tiene razón. Pero más la ofende el hecho de que quienes promueven esos ultrajes gobiernen instituciones como la Generalitat de Cataluña y paguen sus campañas secesionistas con el dinero de todos, generosamente canalizado desde el Ministerio de Hacienda vía créditos especiales y financiación privilegiada. Eso ofende a los españoles e insulta a su inteligencia. España está enferma, de eso no hay duda. Sufre una grave crisis de identidad alimentada día a día por quienes encuentran su razón de ser en el empeño de destruirla. Si los responsables de protegerla en este momento histórico no encuentran mejor defensa que estas multas, si no son capaces de articular un discurso vigoroso y sostenerlo con sus hechos, ya puede darse el paciente por muerto. No sobrevivirá a tamaño ultraje. IGNACIO CAMACHO ESCOCIA IS NOT SPAIN Cameron ha dado un salto al vacío al entregar a los escoceses el derecho a separarse cuando reúnan masa crítica suficiente A diferencia se llama Cameron. Todo el interés que pone el secesionismo catalán por asimilar su proyecto al de Escocia lo debe poner el constitucionalismo español por alejar el suyo del de Gran Bretaña, cuyo primer ministro ha cometido un error de proporciones catastróficas y escala continental. El problema que trata de controlar lo ha creado él mismo al convocar un referéndum de autodeterminación por un impulso de funambulismo táctico que deja en pañales al Zapatero más iluminado. Confiado en ganar la consulta abrió con la mayor ligereza un proceso de consecuencias irreversibles a medio o largo plazo. En ningún momento ha tenido en cuenta el bizarro líder tory que con su decisión ha dado un salto al vacío en el que ya no tiene vuelta atrás: ha reconocido el derecho de los escoceses a separarse cuando sumen una mayoría favorable. Les ha entregado la llave de la estructura del Reino Unido. Si no reúnen masa crítica para usarla ahora la acabarán encajando en la cerradura más adelante. Pero Cameron sólo ha pensando en ganar tiempo, en sacudirse el problema de su propio horizonte. Suponiendo que lo logre habrá dejado sentado un precedente histórico determinante. Ha cedido en lo esencial, que es la convocatoria del referéndum, creyendo que le basta con imponerse en lo accesorio, que es el resultado. Pero Escocia ya sabe que se puede ir de la casa común británica; sólo tiene que esperar el momento adecuado. Lo que está haciendo el premier, en su batalla política por el referéndum, es tratar de controlar el desagüe después de haberse dejado el grifo abierto. Por eso Rajoy debería tener cuidado al establecer alianzas estratégicas con un colega tan desnortado. Los argumentos contra la independencia tienen tesis y objetivos comunes pero el Gobierno español no puede dar la impresión de compartir la frivolidad del británico. Primero porque nos separan razones históricas decisivas, la más clara de las cuales es que Cataluña nunca ha sido una nación distinta ni desasociada de España. Segundo porque aquí existe una Constitución escrita cuyos preceptos sobre soberanía no son interpretables a capricho de los dirigentes públicos. Y, sobre todo, porque es necesario tener claro que, frente a lo que piensan los partidarios bienintencionados de una consulta que muy probablemente se resolvería a favor de la unidad, lo importante no es la respuesta sino la pregunta. Reconocer a Cataluña y a los catalanes el derecho unilateral a decidir sobre su futuro equivale a liquidar los fundamentos de la nación española y renunciar a la soberanía común de los españoles. Eso es lo que, en un descomunal alarde de insensatez, ha hecho Cameron con Escocia; allá él con sus leyes, sus luces cortas y sus responsabilidades. Eso es lo que no puede hacer, ni hará, Rajoy. Porque al menos en España ningún gobernante puede disponer sobre una nación que no es suya. L JM NIETO Fe de ratas

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