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ABC MADRID 28-11-2013 página 15
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ABC MADRID 28-11-2013 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN LOS DESPOJOS DE MONTESQUIEU Dice la Asociación Francisco de Vitoria que este encamamiento obsceno de siglas y togas le huele a intento de enjuague de la corrupción política R EZABA el programa electoral con el cual el PP se presentó a las elecciones de 2011: Promoveremos la reforma del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, para que, conforme a la Constitución, doce de sus veinte miembros sean elegidos de entre y por jueces y magistrados de todas las categorías Finalmente, el reparto de cargos en ese órgano crucial para el control de la Justicia ha quedado establecido de la siguiente manera: 10 vocales para el PP, 7 para el PSOE, 1 para CiU, 1 para IU y 1 para PNV. Donde habían dicho digo dijeron Diego sin inmutarse. Con frecuencia el ciudadano español tiene la sensación de que sus dirigentes lo consideran un ser insensible a la verdad, dispuesto a tragarse cualquier patraña. Solo así puede entenderse la satisfacción con la que Ruiz- Gallardón celebra el gran consenso alcanzado en el Congreso para repartirse los despojos de Montesquieu, o sus alabanzas a un sistema de cuotas que él mismo descalificaba desde la oposición, o su afirmación de que la elección de los nuevos vocales a cargo de los representantes de la soberanía nacional les otorga una mayor legitimidad. Lo cual, dicho en román paladino, significa que el ministro se fuma un puro con la independencia del Poder Judicial y lo supedita al poder político, al rodillo de los partidos empeñados en mantener un férreo control de todos los resortes del Estado con el fin de retorcerlos a su conveniencia. Nos toman por tontos. Pretenden que creamos en casualidades como que Fernando Grande Marlaska ha llegado al Consejo, de la mano del PP y con el nihil obstat del PSOE, sin que este golpe de fortuna tenga relación con el voto de calidad que emitió en la Audiencia Nacional a favor de la excarcelación masiva de etarras. O que Álvaro Cuesta, histórico diputado socialista, es un jurista de reconocido prestigio cuyo criterio en el órgano rector de los jueces será escrupulosamente imparcial. Y suma y sigue. El sistema es tan perverso que se convirtió en uno de los caballos de batalla de los populares cuando aspiraban a ser la alternativa reformista de nuestra maltrecha democracia. Ahora resulta que Alfonso Guerra tenía razón y no hay justicia más democrática que la que emana del pueblo, encarnado en sus representantes electos en listas cerradas y bloqueadas. ¿Quién dijo separación de poderes? Nada como los diputados obedientes y los magistrados amigos Aquí el que se mueve no sale en la foto. El requisito para triunfar en la España pública no es la excelencia ni el esfuerzo, sino la sumisión incondicional al amo que coloca. Dice la Asociación Francisco de Vitoria que este encamamiento obsceno de siglas y togas le huele a intento de enjuague de la corrupción política. Yo suscribo. Que los jueces encargados de investigar los casos que salpican a los distintos partidos están, a su vez, a merced de un Consejo controlado por esos mismos partidos, de cuyas decisiones dependen tanto las sanciones disciplinarias como la promoción profesional. Incuestionable. Que la negociación entre PP y PSOE previa a las designaciones ha sido vergonzosa. Lo es. Y es que de vergüenzas va la cosa. Yo te tapo las tuyas, tú me tapas las mías, y aquí no ha pasado nada. Ya empiezan a filtrarse nombres de jueces cuya presunta incuria estaría dilatando en exceso las instrucciones que les ocupan. Encabezan la lista, curiosamente, Mercedes Alaya y Pilar de Lara. Lo dicho; nos toman por tontos. IGNACIO CAMACHO BARRABÁS Estrasburgo ha soltado a Barrabás, pero carece de doctrina para indultar la cadena perpetua moral de sus víctimas STRABURGO ha soltado por su cuenta a Barrabás, esta vez contra el criterio aclamatorio del pueblo, y Barrabás sale del presidio sin arrepentirse, multiplicado en decenas de asesinos que ni siquiera han tenido en su inmensa mayoría el detalle de pedir perdón a sus víctimas. Más bien al contrario tienden, expresión hosca, ceñuda, torcida, a victimarse ellos mismos como reos de un sistema vengativo que pretendía encerrarlos por rencor más tiempo del que les correspondía. Han invertido la premisa esencial de este doloroso litigio del derecho contra la justicia: en vez de sentirse beneficiados por una dudosa gracia leguleya se presentan a sí mismos como agraviados mártires de una prolongación ilegítima de condena. Los etarras lo interpretan, con cautela táctica, como una victoriosa liberación paz por presos de rehenes políticos; los criminales comunes desparraman su mirada de extravío al abandonar la cárcel como si se enfrentasen, ellos, a una jauría social de lobos resentidos. Pobrecitos inocentes rousseaunianos atropellados, sin misericordia de su error, por el desorden estructural de una sociedad injusta. El ruido del debate público sobre la sentencia Parot se ha centrado en el desamparo de las víctimas del terrorismo, vestales de la resistencia violadas moralmente a última hora por una suerte de callado armisticio. Pero no es menor el escarnio de los deudos de las niñas secuestradas y torturadas, de las jóvenes desaparecidas en macabros sumideros de angustia: las familias de Anabel Segura, de Olga Sangrador, de las muchachas de Alcácer. O la huella psicológica, destructiva e imborrable, del asalto sexual en las mujeres violadas por maníacos que las marcaron de por vida. O el irritante sarcasmo de las indemnizaciones solicitadas a la Justicia española, no a la europea, por el momento por los canallas que volatilizaron el cadáver de Marta del Castillo. Apenas les queda el consuelo de una esquela flotando en el océano del dolor y de la ausencia cuando los administradores de su vitalicio espanto respiran el aire de la libertad y contemplan sin una palabra de compasión la luz dorada del otoño. El Tribunal de Derechos Humanos no tiene jurisprudencia ni doctrina para aliviar esa otra condena del silencio, el luto y la soledad, esa cadena perpetua de los otoños de la memoria. Han soltado a Barrabás, le han minorado la pena y encima parece que los culpables, los malos, somos los disconformes. Por sentir solidaridad hacia las familias quebradas y clamar en el desierto que se cumpla el sentido reparador de la condena. Por no sentir un ápice de buenista simpatía hacia los convictos de una violencia oscura, tortuosa, abismal. Como si no tuviésemos derecho a la duda y a la queja. Como si no fuese verosímil, probable incluso, que les acabemos subvencionando su nueva vida... o viéndolos sentarse en escaños de concejales. E JM NIETO Fe de ratas

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