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ABC MADRID 20-11-2013 página 50
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ABC MADRID 20-11-2013 página 50

  • EdiciónABC, MADRID
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50 FAMILIA MIÉRCOLES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es familia ABC Las parejas con un solo hijo, entre las que más se divorcian Por duración, los matrimonios que más rompen son los que rebasan los veinte años M. J. PÉREZ- BARCO MADRID Evolución del número de rupturas (con hijos menores) Total Sin hijos Con 1 hijo menor Con 2 hijos menores 26.804 20.305 44.114 Con más de 2 hijos menores Divorcios Con hijos mayores y o con hijos dependientes 2012 2.895 Resto 9.736 102.690 103.290 103.854 126.952 125.721 A nadie le sorprende que muchas parejas rompan la relación con la llegada del primer hijo. Después de los matrimonios que no tienen descendencia, las familias con un solo vástago son las que más se divorcian y separan como reflejan los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) desde 2005, fecha en la que este organismo comienza a registrar los divorcios y separaciones según el número de hijos. En ese año también se aprobó la ley del divorcio exprés, que permitió acortar plazos y acelerar los trámites, lo que originó que se multiplicasen las rupturas en los años siguientes, una tendencia que frenó la crisis económica a partir de 2008. Existen una serie de motivos para justificar por qué rompe una pareja cuando llega su primer hijo, pero en el fondo no es el niño quien origina el divorcio, sino la nueva forma en la que se constituye la familia. El matrimonio, o la pareja esté o no casada, ya no es el germen de la familia como sostiene una nueva corriente de la Antropología. Lo explica la antropóloga francesa Martine Segalen en su libro A quién pertenecen los hijos Ahora, el matrimo- nio no marca el comienzo de una familia. Es el niño el que se convierte en el fundador de la familia, el que crea a la pareja, él obliga a sus progenitores a mantenerse unidos. El niño se ha convertido en un proyecto de vida. Si ese proyecto no satisface a una o a las dos partes, la pareja puede fracasar Es decir, hace años las personas se casaban y luego tenían hijos. Parecía el orden natural. Ahora la decisión de tener un hijo marca el hecho de que dos personas se comprometan a compartir el resto de la vida. Existe otro indicador que de forma indirecta avala esta teoría. Según el INE, los matrimonios con una duración de más de 20 años son los que más se divorcian. Tras ellos, las parejas que solo llevan cinco años juntos. Se entiende que muchas de ellas habrán tenido su primer hijo en ese corto periodo de cinco años. 109.922 98.207 72.848 44.114 32.194 23.194 10.993 1.489 26.804 20.305 2.895 2005 64.028 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Separaciones Con hijos mayores y o con hijos dependientes 2.501 23.168 20.764 14.572 2.337 1.421 1.357 2012 251 Resto 835 18.793 11.581 8.759 7.674 7.246 6.911 Hay menos tolerancia Existen múltiples razones para dar fin a un proyecto de vida en común cuando llega un hijo. Elena Corrochano, doctora en Antropología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) enumera algunas: Puede que la madre se vuelque en el hijo y deje la pareja de lado; puede que al padre solo 6.365 2.501 1.421 1.357 251 2005 Fuente: INE 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 ABC Los motivos Se separan, sobre todo, por motivos que tienen que ver con la corresponsabilidad le interese el niño y no la pareja; puede que el padre no asuma el rol de cuidador; puede que exista corresponsabilidad entre ambos progenitores y se sientan agobiados; o que tener un hijo no sea lo que ellos buscaban; o incluso puede que el niño no cumpla con las expectativas que tenían Hoy en día se lucha menos por las relaciones, hay menos tolerancia- -ex- plica la psicóloga María Beatriz Pereira, de ISEP Clínic Barcelona- Las parejas con un hijo único se separan porque ya tenían problemas antes de la llegada del niño, diferencias a la hora de educar, de criar, de llevar las cuentas de casa, sobre todo por motivos que tienen que ver con la corresponsabilidad. Cuando llega el hijo se acentúan esas diferencias familia 360 Las palabras que importan o deja de sorprenderme, por más que vuelva a releer la escena. ¿Quién lo diría? Aquel robusto héroe, espejo de guerreros, el más ilustre de los combatientes aqueos, el divino Aquiles, se aparta de sus camaradas mirmidones y solo, a la orilla del mar, solloza y balbucea ávido de consuelo: ¡Mamá! Estamos ante el primer canto de la epopeya que inaugura la literatura europea, la Ilíada. Conmueve, sin duda, ver al protagonista acudiendo a un grito tan primordial, hoy como ayer, la más original de las palabras aprendidas: madre, mamá. A veces podemos sentirnos islas. Más en tiempos de autómata anonimato, en los que simultáneamente hacemos ejercicios de exhibición, ansiosos de establecer lazos, aún a N POR ÁNGEL ARIAS URRUTIA PROFESOR FACULTAD DE HUMANIDADES Y CC DE LA COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD CEU SAN PABLO costa de renunciar a una intimidad que busca ser compartida. No es bueno que el hombre esté solo... y no lo estamos, si bien es cierto que hace tiempo compramos esa tóxica mercancía de la individualidad. La paradoja estriba en que para ser quien soy, para alcanzar la identidad que me hace único, he de partir y aceptar mi condición de dependencia. Desde el primer vagido- madre, mamá -me reconozco en el otro, en los otros, a los que necesito para poder ser yo. Y en el camino de construcción personal, la referencia imprescindible, el nexo preminente lo constituyen, para bien, a veces también para mal, el hogar y la familia. Nada muestra de manera más palmaria nuestra condición de animales sociales que el lenguaje. Aunque quizás lo ignoremos, ninguno de los seres humanos habla de igual manera y, sin embargo, ninguno tampoco es capaz de comenzar a articular palabra si no es a través de un complejo adiestramiento, apoyado en el uso comunicativo de quienes nos rodean. De aquí la importancia que adquiere el entorno doméstico, bombardeado tan a menudo por estruendosas estridencias. No es cuestión baladí: las personas nos hacemos y crecemos hablando. Urge retomar las charlas de sobremesa y permitir que el televisor repose un rato, para aprender a escuchar y dialogar en familia. Desconectemos por un momento el móvil, para conectarnos con quienes tenemos más cerca, con quienes de verdad nos importan.

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