ABC MADRID 16-11-2013 página 45
- EdiciónABC, MADRID
- Página45
- Fecha de publicación16/11/2013
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ABC SÁBADO, 16 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es cultura CULTURA 45 Bruno Mars La estrella con mil voces El hawaiano ofreció anoche en Madrid su segundo y último concierto en España PABLO MARTÍNEZ PITA MADRID Dos miembros de la banda británica, en una de sus últimas actuaciones ABC Arctic Monkeys Monos árticos, calentamiento global La banda británica triunfó en Madid con un concierto que hizo volar las hormonas IGNACIO SERRANO MADRID Se diría que ya pueden hacer prácticamente lo que quieran. Se lo han ganado. Si después del tremendo giro que han dado a su estilo siguen desatando las mismas pasiones, es que tienen la suerte (o el talento) del campeón. Su concierto de ayer lo demostró. Cierto es que sus nuevos temas no logran levantar tanto a la audiencia, pero es normal. Los fans aún tienen que aprendérselos, y además son lentorros. Muy lentorros, como el Do I Wanna Know? que abrió el repertorio de anoche en el Palacio de Deportes, y que en lugar del clásico bailoteo desenfrenado provocó un gran coro siguiendo la melodía de la guitarra, esa guitarra que tan poca presencia tiene en AM su nuevo disco. Pero, baile o coros, lo mismo da si el recinto está prácticamente lleno (a 40 euros la entrada) Los Arctic Monkeys ya son intocables. Abrieron el show unos chavales llamados Strypes, tan jóvenes como los monos cuando empezaron, y que gustaron mucho a la muchachada. Los irlandeses fueron divertidos, dinámicos, aceleradísimos, clásicos y punks a la vez, pero demasiado evidentes y predecibles. Tenemos en España docenas de bandas que practican un rocanrol similar con mejores resultados. Lo mejor fue escucharles tocar con un sonido de lo más limpio, gran augurio para el resto de la velada. Tras estos solventes teloneros, ya con Alex Turner y los suyos sobre un escenario dominado por dos gigantescas letras luminosas (una A y una M la primera explosión nuclear llegó con Brianstorm Y es que por muy maduro, matizado y sereno que sea AM en directo los fans de Arctic Monkeys quieren saltar, brincar, subirse a los hombros de la pareja o del colega. Y eso no lo dan canciones como One for the road ni siquiera Arabella más movidita, pero realmente mediocre dentro de un cancionero plagado de enjundiosos hallazgos de rock de garaje. Turner exhibe tipito y lecciones de pose bien aprendidas. Mientras el resto del grupo se limita a tocar su instrumento, el rey mono conquista al público femenino con sus movimientos de mástil y o cadera, con su tupé agitándose sobre la frente, dedicándole I bet you look good in the dance floor Es cierto que ahora hay más chicas en sus conciertos, y por supuesto se hacen notar. Se derriten con la voz de Turner y las hormonas flotan en el ambiente, que por momentos roza la acalorada histeria beatlemaníaca. Lo mismo ocurre en cada país que pisan los británicos, que se han convertido en unos expertos de la seducción indie a nivel global. El aire se carga tanto que incluso se agradecen las canciones más lentas de AM un agradable respiro a los empujones que los amantes de la primera etapa del grupo lanzan desaforados, como si no hubiera mañana (brutal maremoto el de Teddy Picker Cierto es que mientras a algunos (sobre todo a algunas) les calienta la cadencia R B de AM otros se quedan fríos, congelados. Pero la riqueza del repertorio lo arregla todo. Cuando cayó el enorme telón tipo fular con palmeras para dejar a la vista a los músicos sobre el escenario, el griterío por parte de los presentes fue ensordecedor con especial protagonismo de las notas agudas Así fue el comienzo de la velada de anoche, en el Palacio Vistalegre de Madrid, con el público entregado de antemano ante un joven de 28 años que ha entrado en ese selecto círculo de estrellas del pop que son habituales en las galas de entrega de premios retransmitidas al planeta entero. De hecho, la mera instalación de dicho telón, minutos antes, ya había provocado un bramido generalizado. A partir de ese momento, con los compases de Moonshine comenzó un show que Bruno Mars dirigió con mano muy profesional. Su propuesta musical peca de indefinición, es cierto, pero eso le permite alternar diferentes ritmos a lo largo de la algo más de hora y media que dura el concierto. Y, por lo general, acierta en esa constante montaña rusa. Cuan- do quiere, se parece a un doble de Michel Jackson, tanto en los movimientos del cuerpo como en la voz; pero a continuación se destapa con un solo de batería o de guitarra al estilo de Lenny Kravitz (al que, por cierto, en algunas fotografías de promoción recuerda sobremanera) o de repente nos creemos que estamos ante un discípulo de Sam Cooke, ofreciendo una balada que derrite a la entusiasta primera fila; o impone su poderío en Natalie Hay guiños a los Beatles, a la música jamaicana, al sonido del rhythm blues de la Motown (con banda de vientos y coros incluida) a los años ochenta, a la discoteca... A eso añade diálogos con el público, divertidos bailes con los músicos, movimientos sensuales, sonrisas por doquier, alguna frase en español, un bésame mucho en mitad de una canción... todos estos trucos están por lo general bien hilados y consiguen mantener el alboroto entre el público. De hecho, desde la tercera canción, Treasure los que tenían entrada con derecho a permanecer sentados hicieron dejación de dicho privilegio para dejarse llevar por ese vaivén enloquecido. Hubo excepciones, como el paso demasiado brusco de una balada, If I Knew a Runaway Baby mucho más estridente. Todo esto viene adornado con un suelo de varios niveles lleno de luces, como un plató de televisión, y alguna que otra sorpresiva explosión (algo molesta, la verdad) y llamarada, cañones de fuegos artificiales y lluvia de confeti dorado. Bruno Mars tiene el mérito, además, de que solo tiene dos discos en el mercado para jugar con todos esos elementos rítmicos. Por eso, en la gira de presentación del segundo disco, Unorthodox Jukebox introduce algún extracto de versión, como la de Money (Thant s What I Want) Pero los grandes momentos llegan con sus éxitos, entre los que se destacó Marry You que desató una oleada de admiración entre los asistentes, en su mayoría chicas adolescentes. Este tema, hacia la mitad del recital, marcó la cima del mismo, para luego dejar de ser tan impecable como había sido hasta ese momento. Por ejemplo, algún solo de piano o alargamiento de melodía innecesarios. El público, como ya ha quedado dicho, entró al recinto ya rendido a los pies de Bruno Mars, pero el telonero, el soulman blanco Mayer Hawthorne, merece ser reseñado por el gran trabajo que realizó para animar a la todavía escasa concurrencia, consiguiendo caldear el ambiente a pesar de las dificultades.