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ABC MADRID 15-11-2013 página 14
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ABC MADRID 15-11-2013 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA VIERNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU LA MOVILIZACIÓN Europa lleva décadas trabajando para que nadie en su seno vuelva a arengar así a una sociedad por culpa de una interferencia nacionalista L A amenaza expresada por Oriol Junqueras de parar una semana la economía catalana parece, más que una coacción, un modo de comprobar la disposición a la obediencia y al daño infligido a uno mismo de la sociedad civil. Supone el esbozo de una fase diferente en la que ya no basta con acudir a convocatorias más o menos festivas, ni con emocionarse con los estribillos de un viejo cantautor, ni con convertir partidos de fútbol en la inocua alegoría de una batalla emancipadora cuyos estragos no trascienden la conversación de bar. Ahora emerge una hipótesis estratégica que remite a ciudades desabastecidas y a pequeños propietarios obligados por el compromiso a poner en riesgo su negocio. Una inmolación incruenta a la que ha de compensar que España, arrastrada, regrese al estado de incertidumbre económica, a la debilidad provocada por un sabotaje. El nacionalismo siempre acarrea una distorsión de las prioridades humanas. Las grandes guerras europeas del siglo XX dejaron una convicción que está en la misma raíz de la creación de la UE: el continente se propuso superar antagonismos históricos y proteger las democracias liberales para que éstas se convirtieran en el ámbito idóneo para que personas que ya nunca tuvieran que ser movilizadas ni militarizadas pudieran dedicarse a cumplir en libertad anhelos propios y a construir, para ellas y sus familias, una vida en paz que fuera lo más digna posible. Es probable que esto provocara un vacío épico, paliado en parte por el deporte de masas. Pero a la Europa de las ruinas y de los millones de muertos, escarmentada, le pareció adecuado entregarse a conceptos tan tediosos y post- revolucionarios como el del bienestar. Por eso, la amenaza de Junqueras tiene un sabor tan regresivo, porque intenta devolver vigencia a la aceptación de la movilización general y del destrozo de las vidas particulares, que otra vez, como en los tiempos de los grandes ismos redentores, han de subordinarse a una noción del destino colectivo. Aun con fracasos como el terrorismo, aun con egoísmos y recelos entre naciones no del todo extirpados, aun partida jerárquicamente por la crisis, aun amenazada por el rebrote de los extremismos, Europa lleva décadas trabajando para que nadie en su seno vuelva a arengar así a una sociedad por culpa de una interferencia nacionalista. Para salir a la calle a celebrar que otro ha sido derrotado están las Eurocopas. A menudo se hace el reproche a la opinión pública mesetaria de que no es capaz de comprender la realidad catalana ni sus infinitas susceptibilidades. Por eso, tal vez me equivoque. Pero me cuesta creer que una sociedad supuestamente sofisticada, que disfruta de todas las posibilidades otorgadas por la democracia liberal de Occidente, esté tan abducida como para asumir la llamada a la autodestrucción de un insensato anacrónico. Veremos. MONTECASSINO HERMANN HISTORIA DE DOS SENTENCIAS Nadie cuestiona desde el Estado las demenciales secuencias a las que asistimos estos días y semanas ¡I MPUNIDAD intolerable! clama indignada la izquierda desde el miércoles. Una sentencia aviesa y amoral se oye decir en las radios y televisiones a la izquierda española, a socialistas y comunistas, a verdirrojos y rojipardos, a perroflautas y asaltantes del Congreso, bufones proetarras, separatistas y demás tropa. Pero no se refieren a lo que nos hace a muchos estar desde hace días en permanente ida y vuelta entre la náusea y el dolor, y a muchos españoles víctimas del terror y la delicuencia, entre el vómito y el llanto. No piensan en las decenas de asesinos que salen estos días felices y sonrientes de las cárceles, sin reinserción, sin arrepentimiento, tras haber cumplido a veces apenas un año por asesinato o pocos meses por cada violación. Muy al contrario, ellos aplauden la salida a la calle de estos criminales que hoy se mezclan ya con la población indefensa y conmocionada. Como éxito postrero de Rodríguez Zapatero. No dicen que sean amorales la sentencia de Estrasburgo ni la catarata de autos que, diligentes y obsequiosos, firman sin cesar los jueces por toda España estos días. En obediencia a un Tribunal de Estrasburgo que se ignoró siempre que convino. Decenas de sentencias de aquel Tribunal han sido acogidas en España a lo largo de décadas con par- simonia e indolencia, hasta ignorar algunas de ellas durante mucho tiempo. Pero ahora, ¡ay, cuánta diligencia en una justicia que habitualmente piensa en años o lustros cuando no décadas! Qué impresionante la urgencia, las ansias compulsivas de los jueces españoles por poner en libertad a los peores asesinos que están en las cárceles españoles, sin un minuto para un informe personalizado, sin un instante de reflexión o cuestionamiento del automatismo que lleva del recurso de la etarra a la puesta en libertad sin control alguno de gravísimos desequilibrados sexuales. Nadie cuestiona desde el Estado las demenciales secuencias a las que asistimos estos días y semanas. Los jueces están aterrados con ser los últimos en poner en libertad a todos los que puedan. Los socialistas, responsables bajo Zapatero de este atentado contra la dignidad y la seguridad de los españoles, están felices de ver como se cumplen sus planes. El Gobierno y el PP dicen que ellos no han sido. Lo cual es cierto. Y que nada pudieron hacer para evitarlo. Lo cual es falso. No señores, si oyen a la izquierda gritar ¡impunidad! piensa en el PP y si habla de la sentencia amoral es la que absuelve a los imputados en el proceso penal por el naufragio del Prestige. Mucha frustración y aspavientos mediáticos. Diez años después, tanta pasión y estupefacción tan poco verosímil. Porque el fallo es lógico. Pero no perdonan se les escamotee la victoria de esta sentencia. Igual que creen que Estrasburgo les da la razón histórica y quita así el estigma de la traición lo creen falsamente piensan que la sentencia de La Coruña debía sancionar su operación de acoso y derribo a raíz de la tragedia. Que habrían de repetir después con el No a la guerra Y que culminaría en los días entre las bombas y las urnas en marzo de 2004. No ha obtenido satisfacción. Al contrario. En esta sentencia la izquierda española es declarada culpable de mentira, manipulación y agitación violenta. Su falta de honradez intelectual y su nula probidad democrática marcaron la entrada en la década que su perverso protagonismo convirtió en la más negra y desgraciada para España desde la guerra. Y condenó a esta izquierda a su actual crisis en el trágico dilema entre el extremismo y la nada.

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