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ABC MADRID 07-11-2013 página 14
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ABC MADRID 07-11-2013 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN HORIZONTE PUEBLA JUEVES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es opinion ABC RAMÓN PÉREZ- MAURA Y MAÑANA, OTRO PROBLEMA La visita de Mas a Israel era vista como un jordán purificador que generara una Cataluña rediviva y sin pecado ABRÍA preguntarse por qué la visita que mañana empieza Artur Mas a Israel es un problema. Sobre todo convendría que se lo pregunte el propio Mas. Cataluña es la comunidad española que más turistas israelíes recibe cada año. En torno a los 300.000. Casi todos los presidentes de la Generalidad han visitado Israel y las tensiones que cabe prever en los próximos días no se han dado nunca. Ni cuando Maragall se mofó de tantos catalanes por tomar una foto en Jerusalén a su vicepresidente, Carod Rovira, haciendo chanzas con una corona de espinas. El 18 de enero de 2012 Israel conmemoró en la sede de la Comunidad de Madrid los 25 años de relaciones bilaterales. La representación de catalanes a los que se reconoció su trabajo a favor de Israel fue la más elevada de todas las comunidades. Entre ellos estaban Jordi Pujol y Pilar Rahola. En ese contexto, es natural que Mas crea que puede encontrar en Israel un aliado de su causa que haga ver que el aislamiento en el que se encuentra recluida la iniciativa independentista no es tal. Y, sin embargo, cabe apostar que lo que ansía no tendrá lugar. Mas llega mañana viernes en visita privada que continúa el sabbath. Él podrá aducir así otro día de estancia en el que, si no ve a nadie, será porque en ese día los israelíes respetan la fiesta. Pero ya llevará dos días de visita. Y por fin el domingo tendrá las entrevistas técnicas en Tel Aviv y el lunes la visita política en Jerusalén. Su apuesta ha sido ser recibido por el primer ministro Benjamín Netanyahu, pero creo que tengo yo más posibilidades de que me invite Obama a cenar mano a mano a la Casa Blanca que Mas a una entrevista con el gran aliado político de José María Aznar en Oriente Medio. Se da además la circunstancia de que la Embajada de España se ve en la obligación de estar presente en todas las reuniones que mantenga Mas con miembros del Gobierno israelí que no serán muchas Desprovistos de las anteojeras que voluntariamente se han colocado, quizá los catalanes podrían preguntarse por qué es tan difícil para el presidente de la Generalidad lograr que se le abran las puertas como él quisiera. Porque lo más a lo que puede aspirar es a ser recibido por el presidente de Israel, Simon Peres ¡nada menos! Pero quizá a él eso le sepa a poco porque el pasado mes de junio un presidente como José Antonio Monago, que lo es de la Junta de Extremadura, fue recibido por el mismo Peres. Y no está Mas para rebajarse a ese nivel. Así que la diplomacia israelí está hoy en ver cómo pasa este cáliz. En la huída hacia delante en la que Mas ha involucrado a todo su Gobierno, esta visita a Israel era vista como un jordán purificador que generara una Cataluña rediviva y sin pecado. Pues en lugar de eso podrían comprobar que cada vez son recibidos con más dificultad. Porque cada mañana ellos se generan un problema. Y nos lo extienden a todos nosotros. C CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC DISTRACCIONES CARAS ¿Qué es la televisión? Un aparato de entretenimiento. Parecía de lógica elemental que su uso fuera pagado por sus consumidores U NA elemental prudencia exige de nosotros tomar nota de que la realidad la vemos, no con los ojos, sino con las palabras: no percibimos lo que hay, sino lo imaginado a través de esa trama de fantasías y deseos que la lengua cristaliza. Welfare State fue expresión ideada para afrontar una situación límite: la que Roosevelt busca frenar tras la devastación que sigue al crac del 29. Traducida como Estado del bienestar arrastra una ensoñación idílica: que el Estado pueda garantizar la buena vida de sus ciudadanos. Pero no existe Estado que disponga de potestad semejante. Welfare State era eufemismo para hablar de algo, hasta entonces llamado beneficencia pública. Y la única traducción ajustada a su literalidad es la de Estado benefactor o Estado de beneficencia Su misión, tras la estrechez que siguió a 1929, era garantizar la subsistencia. Marcaba un mínimo para ayudar al ciudadano ante al cual se abría el abismo. El más de medio siglo de prosperidad sin precedente que se abrió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial dio a esa fórmula en su inicio tan sombría la apariencia de una euforia ilimitada: la progresiva opulencia de los Estados permitió soñar con un confort colectivo asentado sobre la riqueza pública. Y el ensoñado Estado del bienestar expandido a todos los campos de la actividad ciu- dadana, acabó por aparecer como una evidencia. Nadie parecía preocuparse demasiado por cómo pagar sus costes descomunales. España llegó a la democracia en el momento más alto de esa euforia europea. Y pareció lo más normal adoptar estilos de nuevo rico. A costa del erario público. Lo de la multiplicación exponencial de las televisiones públicas, en la loca espiral de las autonomías, pasó muy de lejos la raya del delirio. ¿Qué es la televisión? Un aparato de entretenimiento. Tan respetable como puedan serlo otros: circo, ópera, guiñol, bares, discotecas, teatros, cines... Parecía de lógica elemental, pues, que su uso fuera pagado por sus consumidores, mediante los mismos mecanismos a los que esas diversiones recurren: básicamente, pago por uso e ingresos por publicidad. Y todo hubiera permanecido en los límites tolerables que impone el mercado. Pero alguien se había ya inventado el fantástica negocio de dar por sentado que la televisión era un servicio público ¿Y por qué no los conciertos de rock and roll o las partidas de petanca, dominó o tute... Y que, como tal, sus gastos debían correr a cargo del Estado, o sea, de todos los ciudadanos a través de sus impuestos. Y, como los mini- estados llamados autonomías no iban a ser menos que Madrid cada cual compitió por tener la televisión más cara y fastuosa. Donde, por supuesto y siguiendo el modelo universal de la política española, fueron con mimo colocados los camaradas y amigos del partido y sindicatos dominantes en la zona. El resultado fue el gasto más obscenamente loco de la tan obscenamente dilapidadora administración española. Y nos hicimos a la alucinada idea de que la seguridad social podría quebrar, las universidades caerse a pedazos, pero a las televisiones públicas no podía tocárseles un céntimo. ¿La lógica de eso? No es difícil entenderla: quien controla los televisores, tiene en sus manos la mayor máquina de propaganda hasta hoy inventada. En manos de una administración o un partido político, eso se llama votos. Los televisores han garantizado el triunfo electoral de quienes los pagaban. Sólo que ahora no queda ya dinero. Y bien está que Fabra lo constate. Síganle otros.

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