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ABC MADRID 03-11-2013 página 94
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  • EdiciónABC, MADRID
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94 DEPORTES Fútbol Reportaje DOMINGO, 3 DE NOVIEMBRE DE 2013 abc. es deportes ABC Joseph Blatter se tapa la boca durante una reunión del Comité Ejecutivo de la FIFA en Zurich REUTERS La imitación de CR 7 no es su primer escándalo. Su elección como presidente ya suscitó sospechas de corrupción Joseph, de cerca Perfil Blatter, sobre todo, ama el fútbol. Solo lo olvida viendo películas policíacas en casa. Es aficionado al tenis, le gusta hacer crucigramas y colecciona relojes. Le encanta rodearse de gente poderosa e influyente. Disfruta discutiendo, sobre todo cuando sale victorioso. También es un consumado políglota. Habla francés, inglés, alemán, italiano y español. En el plano personal, está divorciado y se ha casado en tres ocasiones. La última, en 2002 con Graziella Bianca, una amiga de su única hija 26 años menor que él, que trabaja de entrenadora de delfines. Se separaron en 2004. Ahora, cumplidos los 77, se limita a ejercer de abuelo. Blatter se hace el tonto JOSÉ AHUMADA cedió con el Comité Olímpico Internacional y la organización de los Juegos, las mareantes cifras de dinero que dependen de esas decisiones abonaron el terreno para la corrupción. La lista de escándalos es interminable. En 2002, Farah Addo, vicepresidente de la Confederación de Fútbol Africano, denunció que los colaboradores de Blatter le ofrecieron 70.000 euros por su voto. Ese mismo año, el secretario general de la FIFA, Michael ZenRuffinen, presentó un informe en el que aseguraba que nadie sabía a cuánto ascendía su sueldo (terminó confesando que ganaba 730.000 euros) y revelaba que gastaba sin ton ni son: su secretaria recibió un Mercedes. Joseph Blatter le encanta decir que hay más países en la FIFA que en las Naciones Unidas. No le falta razón. Podría añadir que los presupuestos que maneja como presidente de esa institución futbolística mundial son mayores que los de muchas naciones. Claro que darse aires de jefe de Estado comporta ciertas obligaciones diplomáticas, algo que a veces parece olvidar. Le ocurrió hace unos días, durante una distendida charla que ofreció a los estudiantes de la Universidad de Oxford, a quienes confesó su predilección por un sencillo Messi frente a un artificial Cristiano. Y no solo eso: ante el jolgorio de la concurrencia, se marcó unos pasos a lo Rodolfo Chikilicuatre para imitar los andares de CR 7 y bromeó sobre los pelos de la estrella, cometiendo el sacrilegio de ridiculizar al símbolo del madridismo. Su actuación, que provocó el consabido rasgado de vestiduras y una avalancha de protestas, ha vuelto a poner ante los focos a este hombre acos- A tumbrado a las polémicas, a quien la revista Forbes sitúa en el puesto 69 de los más poderosos. No soy un matón que acaricia un gato persa en un siniestro despacho dijo Blatter de él mismo durante su intervención. No es una opinión compartida por todos: después de varias décadas manejando los resortes de la FIFA- desde 1998 como máximo responsable- son pocos los que creen que sigue ahí por sus dotes de gestión. Dinero por votos En 2011, el británico The Sunday Times grabó cómo dos miembros de la comisión ejecutiva de la FIFA aceptaban dinero a cambio de votar a una candidatura. Fue también en 2011 cuando Blatter resultó elegido para su cuarto mandato sin oposición: su rival, el catarí Mohammed Bin Hamman, fue inhabilitado por un supuesto soborno para adjudicar el Campeonato del Mundo a su país en 2022. Las decisiones de Blatter han generado controversias. Sucedió cuando propuso prohibir la disputa de partidos clasificatorios del Mundial a más de 2.750 metros de altitud; volvió a ocurrir por su oposición al empleo de cámaras que ayudasen a los árbitros, y llegó a escandalizar con su ocurrencia de vestir a las jugadoras de fútbol con pantaloncitos más ajustados para alegrar el ojo del público. Hasta ahora, Blatter ha salido airoso de todo. Está orgulloso de que en la FIFA cierren filas tras él. Por eso se suele referir a su gente como la familia Aunque a veces parezcan los Corleone. Relaciones públicas Lo que nadie puede negar es que Joseph Blatter (Valais, Suiza, 1936) es un enamorado del fútbol. Lo demostró cuando, siendo un chaval, jugó en la categoría de aficionados de su país y, poco más tarde, al acceder a un puesto en la directiva del club Neuchâtel Xamax. Es posible que ahí se diese cuenta de que lo más interesante del fútbol está fuera del campo. Tras licenciarse en Económicas, trabajó como relaciones públicas de una oficina de turismo. Después ocupó un puesto similar para la firma relojera Longines; de su mano, se introdujo en la escena del deporte internacional, como cronometrador y organizador de las citas olímpicas de 1972 y 1976. Joâo Havelange, presidente de FIFA durante 24 años, le abrió en 1975 la puerta de este organismo, donde entró como director de programas para ir trepando hasta convertirse en sucesor del brasileño en unas elecciones cuya limpieza aún se pone en duda. No han sido las únicas votaciones bajo sospecha: la circulación de sobres ha sido una constante en la FIFA cada vez que se trataba de elegir al jefe o de buscar sede de un Mundial. Como su-

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