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ABC MADRID 26-10-2013 página 14
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ABC MADRID 26-10-2013 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN VIDAS EJEMPLARES PUEBLA SÁBADO, 26 DE OCTUBRE DE 2013 abc. es opinion ABC LUIS VENTOSO LO QUE HAY QUE LEER Imposible recorrer las páginas de Los peces de la amargura y no pasarse por la manifestación de mañana S EGURO que les ha ocurrido. Estás disfrutando de una cena con unos amigos y la conversación deriva a hablar de libros. Tú comentas una novela que acabas de leer y que te ha ganado. Y entonces uno de los comensales, casi siempre el más engolado, te observa con una mirada compasiva, como si fueses un garrulo de un islote de Nueva Papúa, y con una displicencia pesarosa te suelta: Ya, pero es que yo ya he dejado de leer literatura, ¿entiendes? Yo solo leo ensayo Hay antídotos contra tan ramplona manera de pensar. Siempre reconforta, por ejemplo, leer al orondo Harold Bloom. Con la autoridad de un profeta arcaico, el penúltimo de los críticos literarios clásicos predica que la buena literatura es una forma de conocimiento sapiencial, que permite entender la realidad de una manera que no puede suplir ninguna ciencia o arte. No parece que le falte razón. ¿Existe mejor tratado sobre los mecanismos de la venganza y la ironía que Hamlet ¿Se aprende más sobre el Londres insalubre del XIX leyendo a Dickens o con un manual de historia? Fernando Aramburu es un filólogo y escritor donostiarra nacido en 1959. A los 29 años emigró a Alemania. Desde entonces se gana allí la vida dando clases, pero nunca perdió el hilo con su tierra. Con la mirada clara que a veces proporciona la distancia, en el año 2006 publicó una singular colección de cuentos, Los peces de la amargura (Tusquets) Si España fuese el país al que muchos aspiramos, ese libro sería lectura obligatoria en todos los colegios, y muy especialmente en los del País Vasco. No son páginas nada altisonantes, al revés. Todo transcurre en tono bajo, casi en susurros. Aramburu va narrando las escenas con una delicadeza coloquial, doméstica. Pero resulta una lectura durísima, porque está cargada de verdad, y además, de una verdad proscrita. Cuenta las vidas del día después. La intrahistoria de las personas anónimas que se vieron salpicadas en el País Vasco por la ola de sangre del terrorismo separatista. Cuenta lo que jamás llega a los periódicos. La miseria de los que se lavan las manos ante el dolor de la puerta de al lado. El linchamiento moral, la muerte en vida, a la que fueron sometidas por sus vecinos personas que acababan de ver cómo asesinaban a su marido o a su hijo. La viuda de un policía municipal que apura una copa de coñac para atreverse a decirle a su hijo huérfano que han de dejar el pueblo por la presión de los simpatizantes de los asesinos. La chica que va al cajero un mañana y resulta mutilada por una bomba; la impotencia de su padre al ver cada mañana su cuerpo astillado. La vivienda de un concejal recibe una lluvia de cócteles molotov. Pero el culpable es él, por buscarse líos: Y todo por meterse a concejal. Yo es que no me lo explico. Si sabe que ETA se cepilló al que ocupaba el cargo antes que él, ¿para qué se arriesga? ¿Le gusta ir de mártir por la vida o qué? cotillea un vecino. Los críos a los que se niegan a atender en una charcutería porque su padre lleva fama de chivato. La historia, en fin, de una pesadilla totalitaria que le costaba la vida a quien no se plegaba y ejercitaba sus libertades más básicas. Cada una de esas vidas truncadas no se puede pagar con un solo año de cárcel. Imposible leer a Aramburu y no acercarse mañana a la Plaza de Colón. LLUVIA ÁCIDA DAVID GISTAU LUZ DE DOMINGO Rajoy dejó a los convocantes llenos de dudas acerca de contra quién van a manifestarse H AY una tristeza errática en la idea de manifestarse sin saber muy bien contra quién. Es como exigir explicaciones a un fenómeno meteorológico. Éste parece ser el problema de la convocatoria del domingo. Por más que las víctimas vayan a sentirse arropadas las unas por las otras, por más que puedan hacer de contrapeso moral a la sonrisa de los excarcelados, no acaba de concretarse el ser físico o institucional sobre el cual volcar la ira. Sería impropio de asociaciones integradas en el sistema democrático hacerlo sobre un tribunal internacional de derechos humanos. Tampoco sirven los magistrados españoles que ejecutan ese fallo, más allá de la premura, porque no les queda más remedio. Zapatero está demasiado diluido en su propia inanidad y en las prisas que hubo por olvidarlo como para darle categoría de personaje vigente, desencadenante todavía de los acontecimientos. Protestar contra el código penal de 1973, o contra Felipe González por no haberlo cambiado, sería aún más anacrónico y estéril. Así las cosas, los únicos candidatos contra los cuales manifestarse de que disponemos son el gobierno y su partido político. Y sin embargo... Imaginemos que la reacción de Rajoy hubiera quedado limitada a la insensible y boba frase de Llueve mucho Esto habría potenciado las conjeturas acerca de una desgana del Estado en Es- trasburgo, tribunal que vendría a resolverle sin desgaste propio una parte del problema de los presos, y del pavor del gobierno a arruinar los avances del proceso de Zapatero, que ya habría sido insinuado con concesiones como la de Bolinaga. El domingo podría haberse producido la ruptura definitiva, de la que Rajoy habría salido retratado como un intrigante sin escrúpulos que, mientras le convino para hacer oposición, se apropió de las víctimas, pero que las engañó en cuanto comprendió, llegado a Moncloa, que Zapatero había dejado tantos hechos consumados que no era posible volver atrás. No sin arriesgarse a quedar como el presidente con el que regresó la violencia. Sin embargo, Rajoy actuó bien después de la cagada del Llueve mucho Se reunió con representantes de víctimas a las que dio explicaciones convincentes. Hizo contra el fallo declaraciones tan contundentes, que incluso un periodista extranjero le confesó su extrañeza de que un jefe de gobierno de la UE se refiriera en un tono de tanto antagonismo a una magistratura de derechos humanos. Rajoy dejó a los convocantes llenos de dudas acerca de contra quién van a manifestarse. Por añadidura, desactivó en parte el peligro político que podía surgirle este domingo, muy costoso en términos morales, pues el repudio de las víctimas es lo único que le falta al PP para que parezca que en el poder desertó de todo cuanto antaño consideraba un principio vertebral. Bastan algunas prospecciones en el ambiente para intuir que sobre la manifestación gravitará una indignación que podría derivar espontáneamente contra Rajoy. Al menos, en algunas asociaciones. Se daría entonces la paradoja de que enviados del oficialismo de Génova quedaran atrapados en una manifestación anti- gubermanental. Otra posibilidad es que las víctimas hagan un uso selectivo del enfado y diferencien entre militantes flojos o auténticos del PP, como si ya hubiera habido una escisión entre marianistas y aznaristas. En el PP vasco, esto ahondaría la distinción entre los que están y los que estuvieron que ya caracterizó la visita de Aznar a San Sebastián, con notables ausencias pop.

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