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ABC MADRID 11-10-2013 página 15
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ABC MADRID 11-10-2013 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 11 DE OCTUBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL BURLADERO UNA RAYA EN EL AGUA CARLOS HERRERA 12- O, BARCELONA La cita, como les digo, es el día 12, mañana, a las doce del mediodía L 12 a las 12. La cita. Plaza de Cataluña, corazón de todas las Cataluñas; esas que parecen solo una pero que, en sí misma, son varias. Las Españas, tantas y tan revueltas, tienen la obligación estatutaria de ser eso que ahora se dice plurales Plural que es palabra singular es el nuevo viejo mantra de la política, la nueva contraseña para abrir la caja mágica de todas las convivencias posibles. Estás perdido si no eres plural Curiosamente cualquiera de las partes de España, esencialmente Cataluña, puede permitirse el lujo de ser singular casi monolítica, única en su esencia, sin variables internas. Quienes reclaman la pluralidad de España suelen ser muy poco dados a su propia pluralidad, aunque pueden engañarse tanto como quieran: la realidad en Cataluña es caleidoscópica, los hay verdes, rojos, azules, altos, bajos y mediopensionistas. Sólo ocurre que acontece un problema de visibilidad. En Cataluña no eres cool es decir, no estás a la moda, no eres fresco si no manifiestas tu adhesión inquebrantable al oficialismo independentista. Es habitual la sorpresa entre comensales de una cena cuando uno de los asistentes se declara partidario de que las cosas estén más o menos como están: ¿Ah, pero tú no eres independentista? preguntan incrédulos y asombrados. Muchos contestan: No; ni tú tampoco, pero aún no lo sabes Hay una incontable sucesión de individualidades (que es una forma cursi de decir personas) que no son visibles, que andan ocultas en la espesura, y que, para desesperación de quienes quisieran que fueran una E simple colección de energúmenos, son solo ciudadanos tranquilos y sensatos poco dados al vocerío o a las cursilerías identitarias. Tan decente y respetable debe ser sentirse sólo catalán como sentirse sólo español, o como sentirse las dos cosas a la vez sin que por ello tengan que encerrarte en un psiquiátrico. Estos últimos han decidido repetir la agradable y estimulante experiencia del año anterior manifestándose festivamente en el centro de Barcelona. Si ningún grupillo de ultras acude a reventar el acto no creo que los organizadores o la Policía se lo pongan fácil un nutrido grupo de catalanes de toda la vida enarbolará banderas que considera compatibles, la catalana y la española, y reivindicará el derecho a ser español en tiempos revueltos. Y a no tener que dejar de ser catalán por ello. Aunque no se consideren héroes, aunque se trate de ciudadanos normales, de los que hacen a diario posible que Cataluña sea una tierra acogedora y próspera a pesar de sus gestores los convocantes y asistentes saben bien lo que es ser mirados de reojo con la lupa oficialista. Son sospechosos de colaboracionismo con el enemigo, de relaciones indeseables con el opresor. Todo ello siendo tan catalanes como el que más, únicamente diferenciados por su deseo de compartir afanes con individuos de Aragón o de Navarra. Me consta, incluso, que algunos de los que acudieron a la llamada de la famosa Vía Catalana acudirían también a la llamada del 12 de Octubre si les fuera permitido por la corrección política imperante, habida cuenta que en esa fecha se celebra la gesta que realizaron, entre otros, algunos catalanes enrolados en el sueño descubridor de un pueblo o varios empeñado en llegar más allá de sus fronteras. La cita, como les digo, es el día 12, mañana, a las doce del mediodía. No hace falta ir henchido de ardor patrio alguno, ni es necesario que se nublen los ojos en llanto. Es el día propicio para el patriotismo sereno y civil que consiste en sentirse orgulloso de la pertenencia a sociedades que, en lo transversal, suman todo tipo de disciplinas de origen. Quienes consideren que así es el futuro deseable de una tierra sin extremismos ni griteríos no tienen más que acercarse al centro y darse el placer de reivindicar lo que son. IGNACIO CAMACHO EL HORNO El proyecto secesionista contiene un virus de discordia civil que amenaza con fracturar la propia sociedad catalana IN haber planteado hasta ahora más que su voluntad de secesión, el proyecto separatista de Artur Mas ha comenzado a fracturar a la sociedad política catalana. Primero provocó la medrosa aproximación autodeterminista del PSC creando un grave problema de cohesión nacional al PSOE; luego ha escindido la conciencia moderada de la Unió de Duran Lleida, cuyas dudas sobre la independencia amenazan con acabar empujándolo fuera de la propia CiU; y ahora ha extendido la división a un PP que por falta de engrase interno ha aplastado con vehemencia el intento de coqueteo catalanista de Alicia Sánchez- Camacho. La hegemonía del soberanismo ha impuesto en Cataluña un marco mental ante el que todo disidente parece desorientado, quizá porque sólo muy pocos están dispuestos a arrostrar el estigma de una negativa clara a secundar las premisas de este concepto dominante convertido en pensamiento único. La iniciativa frustrada de Sánchez Camacho, que está escrita en su programa electoral autonómico de 2012, respondía a la intención del PP catalán de salir del aislamiento mediante una típica maniobra, ya insuficiente y tardía, de apaciguamiento amistoso. Se tratase de un movimiento por cuenta propia o de un globo sonda respaldado a su gallega manera por Rajoy, ha constituido un severo error táctico. Ha recibido un sonoro portazo en su propio partido, para el que la firmeza ante la reclamación soberanista representa un capital irrenunciable; ha desatado la ira de otros barones regionales asfixiados por el actual modelo de reparto financiero; y ha descolocado a su electorado natural que sólo encuentra ya en la propuesta unitaria de Ciudadanos un dique frente a la crecida de la autodeterminación. Un fracaso completo que refuerza de paso el argumentario victimista del nacionalismo sobre la incomprensión española. Si esto sucede en la esfera meramente política, cuyos profesionales son incapaces de hallar una respuesta al desafío secesionista, cabe imaginar lo que sucederá en el ámbito social cuando el delirio se plasme en iniciativas institucionales directamente orientadas a la desagregación de España. El proyecto separatista contiene un virus de discordia civil que amenaza con partir la propia sociedad catalana. Ya ha dividido a sus políticos y ha sembrado la desunión callada entre los ciudadanos, condenando al silencio o al arrinconamiento a los disconformes; pronto se puede convertir en una hoguera que abrase los fundamentos de la convivencia en el interior de un horno refractario cuyo calor no resulta perceptible en una opinión pública artificialmente homogénea. La única manera de evitarlo consiste en plantear con coraje un discurso alternativo que refute falacias y mitos y abra el debate al aire de la libertad. Y como eso sólo se puede hacer ya desde fuera, ha llegado la hora de que el Gobierno de la nación asuma el liderazgo de la réplica. S JM NIETO Fe de ratas

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