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ABC MADRID 02-10-2013 página 15
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC MIÉRCOLES, 2 DE OCTUBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL RECUADRO UNA RAYA EN EL AGUA ANTONIO BURGOS DINERO AL BOTE ¿Cuál puede ser el nuevo himno de la UGT? A las mariscadas o lo de Luisa Linares y Los Galindos, Dinero al bote N O sé por qué se meten tanto con la Unión General de Trincones, perdón, con la Unión General de Trabajadores, ¿en qué estaría yo pensando? No sé por qué se meten con estos señores, cuando deberían proponerlos para un premio, o para algo de eso de la Unesco que ahora pide todo el mundo, lo del Patrimonio de la Humanidad. Gracias a la UGT hemos rescatado un rito español en trance de pérdida: el bote. Por culpa de las Apuestas y Loterías del Estado, se había últimamente desnaturalizado el bote. Por bote se entendía más bien el premio acumulado de sorteos anteriores, cuando no le había tocado a nadie. Y no el bote de la sencilla taberna y el modernísimo bar que cantaba el pasodoble del coñac Fundador; el bote de la cafetería con nombre de Estado norteamericano; el bote de las propinas a los camareros, que era más bien la derrama de las vueltas que no se recogían. Frente a una Europa de propinas obligatorias y reglamentadas del 10 o del 15 por ciento de las facturas en la hostelería, en España seguimos considerando esa atención dineraria con el personal como las notas de fin de mes para los escolares, una calificación. Si el camarero ha sido simpático y ha servido pronto y bien, le dejamos propina. Si es un sieso manío, como los hay a millares en el Gremio de Camareros Malajes, la propina se la va a dejar su padre. El bote, no: el bote era algo más directo e inmediato. No de las mesas de restaurantes o bares, sino de las barras. Bien visible estaba el bote propiamente dicho, que era una vasija de barro o una como hucha de ho- jalata que las marcas de bebidas daban de propaganda. Y el rito, oh, maravilla, del canto coral de los camareros, que llevaban la contabilidad del bote, anunciando las entregas y agradeciéndolas sobre la marcha: ¡Duro al bote! ¡Gracias! Tanto es así, que cuando en italiano macarrónico de La Caleta narré la fuga del capitán del Costa Concordia aquel Francesco Schettino que superando la marca mundial de canguelo de los italianos en Guadalajara abandonó el buque tras el naufragio y se piró en un bote, dije que el metre del restaurante del barco, al verlo najarse, exclamó: ¡Capitano al bote! A lo que respondieron todos los camareros a coro: ¡Grachie, grachie, grachie! Es lo que cantaban Luisa Linares y Los Galindos, los que más sabían del bote en España hasta que llegó la UGT. Aquellos Galindos del éxito de A lo loco de Hay quien dice de Jaén o de Me gusta mi novio hicieron en 1961 popularísima una canción de Villafranca y Gordillo que se titulaba exactamente como lo de la UGT ahora: Dinero al bote No hay palabras para agradecer a la UGT que haya traducido al español más castizo el extranjerismo mexicano de mordida De mordida, nada: aquí se reparte el dinero que estos señores, que son tan rumbosos, han dejado para el bote. Los profesionales del sindicalismo no son precisamente la Tonta del Bote, ésa es Lina Morgan, que es de derechas. Son los listos del bote. Una hucha de barro o una factura inflada, ¿qué más da? La cuestión es tener una atención con el personal que sirve tan divinamente los intereses de la clase trabajadora (mire usted cómo se me ha quedado el dedo) Aunque me queda una duda. ¿Cuál puede ser el nuevo himno de la UGT? ¿El ya clásico A las mariscadas versión crustácea y langostínica de La Varsoviana, o lo de Luisa Linares y Los Galindos, Dinero al bote Era precioso. Decía: La tasca es nuestra ilusión, cuando vamos a pagar prestamos mucha atención porque nos gusta escuchar: Dinero al bote, ¡gracias! peseta al bote, ¡gracias! un duro al bote, ¡gracias, gracias, gracias! Bueno, pues estos tíos son tan trincones que se llevan los millones del bote y encima no dan ni las gracias. IGNACIO CAMACHO COBRAR LA CAMA La crítica al desmontaje del Estado del bienestar es injusta por errónea. El Gobierno recorta bienestar, no Estado RES presupuestos lleva presentados Rajoy entre el vapuleo de la oposición, como corresponde, y en ninguno de ellos le ha criticado la izquierda las subidas de impuestos, que depositan sobre las clases medias la mayor carga fiscal de las últimas décadas. En una etapa de feroz desencuentro político, en la que los adversarios acusan al Gobierno de darwinismo social y de crueldad deliberada con los más desamparados, existe un extraño consenso tácito sobre esta política tributaria exactiva que castiga de manera inmisericorde a quienes aún están en condiciones de combatir la crisis trabajando. Un silencioso acuerdo transversal, un pacto implícito que cumple con puntual exactitud el viejo aforismo de Hayek sobre la existencia ucrónica e indefectible de un fondo ideológico socialista alojado en el núcleo medular de todos los partidos. La crítica izquierdista al desmantelamiento del Estado del bienestar es injusta por equivocada. La falla esencial de los programas presupuestarios del PP es precisamente su escasa audacia para disminuir el peso del sector público. Es el gran compromiso pendiente: ha recortado bienestar, pero no Estado. La elefantiásica Administración española, ramificada en autonomías, municipios, diputaciones, mancomunidades y organismos diversos, continúa prácticamente intacta más allá de ciertas podas nominales más virtuales que efectivas. Esto es así porque el de Rajoy es, en el fondo, un Gobierno de altos funcionarios, socialdemócratas de derechas cuyo concepto de la política está ahormado intelectualmente en el seno de una maquinaria burocrática sobredimensionada por el clientelismo. Obligados a reducir el déficit, aplican copagos o suben impuestos como un resorte automático en busca de resultados inmediatos, pero no son capaces de diseñar una reforma estructural que disminuya el tamaño de ese aparato en el que se sienten cómodos pese a la evidencia de su desmesura. Y cometen el error cenital de endosar los costes del ajuste a sus bases electorales: a los asalariados, a las pymes, a los autónomos, a los profesionales, a la mesocracia, a las clases dinámicas que confiaban en que un poder de sedicente ideología liberal- reformista desmontase siquiera en parte la enorme e ineficaz máquina de gastar construida durante años por la socialdemocracia. La ausencia de debate fiscal no impide, sin embargo, que el implacable agitprop de la izquierda levante el marco mental de una derecha antiigualitaria. Ni un ápice de comprensión va a obtener el Gobierno por sacrificar a sus sectores de apoyo. Todo lo fía al balance global de los cuatro años, al pragmatismo de una eventual recuperación que, en todo caso, habrá de agradecerle a sus paganos. Pero ni la más benévola de las miradas justificaría que con los impuestos más altos de la democracia se aumenten casi un 30 por 100 las subvenciones a los partidos. Eso, en el áspero lenguaje coloquial, se llama ponernos los cuernos y cobrarnos la cama. T JM NIETO Fe de ratas

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