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ABC MADRID 15-09-2013 página 14
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ABC MADRID 15-09-2013 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN POSTALES PUEBLA DOMINGO, 15 DE SEPTIEMBRE DE 2013 abc. es opinion ABC JOSÉ MARÍA CARRASCAL RAFAEL NADAL Su ejemplo como ciudadano es mayor que como deportista. Que ya es decir E L suceso político más importante de la semana ocurrió en Nueva York, y no fue que Nadal ganase, tras una grave lesión que le tuvo siete meses varado, el Open USA en un partido memorable con el número uno del mundo, que nos alivió del varapalo de Buenos Aires. El suceso político más importante fue su respuesta a la oferta de la Federación de volver a Madrid en avión privado, pese a no ser tan descabellado como parece, pues aquí le esperaba la Copa Davis, siempre una incógnita. No fue su respuesta El país no está para esos gastos Y regresó como un pasajero más. No es la primera vez que traigo a Nadal a mis columnas, y no para cantar sus gestas deportivas, que van camino de convertirle en el mejor atleta español de la historia, sino para alabar su actitud como ciudadano. Fiel a sí mismo, nos ha vuelto a dar una lección de ciudadanía, y el momento no podía ser más oportuno. El mayor problema de España hoy ¿o el de siempre? no es la crisis económica, la más grave de los últimos tiempos, y me atrevería a decir que ni siquiera lo es el desafío separatista catalán, que parece llevar al choque frontal. Pero ambos problemas tendrían solución si entre los españoles prevaleciese ese espíritu que animó a Rafael Nadal a rechazar la oferta que le hacían: pensar en el país antes que en sí mismo. Hoy, lo que predomina entre nosotros es el individualismo más ramplón, el pensar sólo en ¿Qué hay de lo mío? o, todo lo más, en el pequeño círculo en nuestro entorno, sea familiar, de partido o región, y al resto que le den morcilla Así no hay forma de sacar adelante un país, ni una nación ni un Estado. Así, se los destruye. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Pues por una connivencia suicida entre un pueblo aunque llamarle pueblo resulte exagerado, pues en España existen hoy diversos pueblos y, si me apuran, 46 millones, uno por habitante y una clase política que, incumpliendo el precepto democrático de separar los poderes, los acaparó, para gobernar para sí misma. Fue como juntarse el hambre y las ganas de comer: los españoles exigiendo derechos, pero no deberes, y sus políticos dándoselos, para poder llevarse la mayor parte del botín. ¿Qué honradez podía pedirse al pueblo con este ejemplo? Era la pescadilla que se mordía la cola, la irresponsabilidad como política nacional. O la fórmula segura del desastre. Hasta que la realidad nos advirtió que estábamos en bancarrota. Moral y económica. Basta ver la crónica judicial y política. Mientras Rafael Nadal, con esfuerzo, sacrificios, voluntad, trabajo diario y altura de miras vencía todas las dificultades que tenía delante y alcanzaba las metas que se había propuesto. ¿Por qué nos limitamos a aplaudirle en vez de a imitarle? La respuesta es de cajón: porque aplaudirle lo hace cualquiera, pero imitarle, sólo los verdaderos patriotas. Dicho de otra forma: es más fácil imitar a nuestros políticos que imitar a Rafael Nadal. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI EXILADOS Con el fallecimiento de Carlos Blanco Aguinaga, el pasado día 12, desaparece definitivamente el hispanismo del exilio E N 1979, la recién creada Universidad del País Vasco creó la figura de catedrático extraordinario para seis prestigiosos profesores que incorporó a su claustro: el psiquiatra Julián de Ajuriaguerra, el filólogo Carlos Blanco Aguinaga, el etnógrafo Julio Caro Baroja, el lingüista Luis Michelena, el filósofo Miguel Sánchez- Mazas y el historiador Manuel Tuñón de Lara. Esta semana ha fallecido el último superviviente del grupo, Blanco Aguinaga, a sus 86 años. De los seis, la UPV sólo supo retener a dos: Michelena y Tuñón de Lara. Fueron años de violencia estúpida y criminal, durante los cuales las flamantes autoridades académicas intentaron en vano pacificar una comunidad universitaria dividida e internamente enfrentada, contemporizando con los más bestias del cotarro. Estos camparon a sus anchas durante dos décadas por los campus, reventando reuniones claustrales y arrasando las instalaciones cuando alguna iniciativa institucional no era de su agrado. Así lo hicieron, por ejemplo, durante el homenaje de la Universidad vasca a Francisco Tomás y Valiente, un año después de que el catedrático y antiguo Presidente del Tribunal Constitucional fuera asesinado por el etarra Bienzobas en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid. Los catedráticos extraordinarios de 1979 no habían sido nombrados solamente por su solvencia científica, que era incuestionable, sino por su lim- pieza de sangre ideológica. La UPV no admitió en dicha categoría a ningún profesor de derechas ni del centro- derecha. Era su contribución tácita a la purga política que el nacionalismo vasco estaba poniendo en marcha so pretexto de no provocar a los etarras. De los seis catedráticos extraordinarios, tres se situaban en el campo del PNV (alguno sólo como simpatizante) y los otros tres en la izquierda. No sirvió de nada. Carlos Blanco Aguinaga lo ha contado. La primera junta de Facultad en la que participó fue interrumpida por varios matones de Herri Batasuna, con los que terminó enzarzándose en una pelea a guantazo limpio. Porque Blanco Aguinaga no contemporizó. Acabó hartándose y regresó a la Universidad de California con un equipaje de experiencias amargas cuyo inventario expuso, sin contemplaciones, en la segunda entrega de sus memorias, De mal asiento (Madrid: El Caballo de Troya, 2010) un retrato bastante fiel e inmisericorde del País Vasco de los años ochenta del pasado siglo. Blanco Aguinaga nació en Irún, en 1927. A los diez años marchó al exilio. Primero a Francia, donde su padre fue cónsul de la República en Hendaya, y después a México. Estudió en Harvard. Discípulo de Amado Alonso, se doctoró en el Colegio de México con una tesis sobre Unamuno, teórico del lenguaje. En 1948, se enroló en un barco mercante que hacía contrabando de armas para Israel. Formó parte de la generación literaria mejicana de los años cincuenta, con Salvador Elizondo y Carlos Fuentes. Fue profesor en la Universidad de Ohio y en la Johns Hopkins, de Baltimore, donde trató a Leo Spitzer y a Pedro Salinas. Recaló finalmente en la Universidad de California en San Diego. Volvió a España en los sesenta, como director de los cursos de verano de dicha universidad en Madrid, y se afilió al PCE. Seguramente, se le recordará sólo como historiador marxista de la literatura, pero el más brillante de sus ensayos, El Unamuno contemplativo (1960) es un clásico de la crítica estilística que llamó la atención de los más grandes romanistas de la época, como Spitzer y Raimundo Lida. Fue un profesor excepcional. Su muerte, con la muy reciente aún de Antonio Regalado, supone la desaparición definitiva del hispanismo del exilio.

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