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ABC MADRID 07-09-2013 página 13
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ABC MADRID 07-09-2013 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC SÁBADO, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA ESPÍRITU OLÍMPICO A mí las candidaturas olímpicas españolas me recuerdan aquel motivo sangrante de la picaresca clásica el caso es que las Olimpiadas tienen su gracia. Mientras se celebran, diríase que la gente hubiese padecido una regresión colectiva a la infancia; y así, ocurren cosas la mar de divertidas. Encendidos por un patriotismo como de humorada de Swift, los periódicos conceden sus portadas a un tal García, que acaba de ganar una medalla en esgrima o tiro con arco; y durante unos días, el tal García, que había sobrevivido hasta entonces en el más espeso de los anonimatos, alimentándose con bocadillos de sardinas, es encumbrado a la categoría de héroe nacional, antes de regresar otra vez al olvido (y a los bocadillos de sardinas) Todo este estado de euforia liliputiense que provoca la celebración de unas Olimpiadas no negaremos que tiene su encanto, siempre que no salpique demasiado. Por eso yo soy un firme partidario de que las Olimpiadas se celebren cuanto más lejos mejor, a ser posible en alguna región antípoda del planeta, para que las transmisiones televisivas me pillen todas durmiendo. En su famoso libro La decadencia de Occidente, Oswald Spengler señalaba que uno de los síntomas más repetidos que presentaban las civilizaciones en su itinerario hacia la ruina era la sustitución de la tensión espiritual por la corpórea; y hallaba en el deporte la expresión máxima de dicha sustitución. Para combatir esta evidencia resaltada por Spengler, se han urdido todo tipo de lucubraciones men- Y tecatas que tratan de presentar el deporte como signo de salud intelectual y moral de los pueblos. Así, por ejemplo, se ha popularizado la sentencia latina Mens sana in corpore sano que en realidad es la amputación fraudulenta de una frase de Juvenal cuyo sentido verdadero es casi una refutación del sentido falso que se le atribuye: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano lo cual no significa que un cuerpo sano implique una mente sana, sino que debemos rezar para que nos sean concedidos uno y otra. Al mutilar la afirmación principal de la sentencia, para quedarse con la cláusula subordinada, el poder que Juvenal atribuye a la oración ha quedado referido en el habla coloquial al deporte. Esto nos llevaría a considerar el deporte como lo que realmente es en las sociedades decadentes: un sucedáneo religioso particularmente plebeyo e infantiloide, con multitud de sectas o capillitas (cada modalidad deportiva) pero con una confesión mayoritaria, que es el fútbol. Y las Olimpiadas vendrían a ser algo así como el concilio ecuménico de tal sucedáneo religioso; así, por ejemplo, se explica que los pelmazos deportivos hablen con reverencia del espíritu olímpico empleando la acuñación a troche y moche, aunque no venga a cuento, como los pelmazos meapilas hablan del espíritu del concilio Por supuesto, cuando un pelmazo deportivo dice espíritu olímpico es porque te quiere birlar la cartera. Y en España llevamos mucho, demasiado tiempo, oyendo hablar del espíritu olímpico primero con las Olimpiadas de Barcelona y luego con los sucesivos gatillazos olímpicos de Madrid; tiempo que los sacamantecas del presupuesto han empleado para birlarnos, ya no sólo la cartera, sino hasta la cordura y el sentido común. A mí las candidaturas olímpicas españolas me recuerdan aquel motivo sangrante de la picaresca clásica, en el que un hidalgo famélico se metía un palillo entre los dientes y se espolvoreaba de migas el pecho antes de salir a pasear, para que sus paisanos creyeran que había comido opíparamente. Madrid es una ciudad con las tripas horras que sale cada cuatro años a la palestra de la candidatura olímpica escarbándose los dientes, por fingirse que acaba de pegarse la gran comilona; y en su modo patético de pavonearse hay algo que provoca una pudorosa lástima. IGNACIO CAMACHO NO ES MADRID, ES ESPAÑA Los Juegos son inversiones, tecnología, negocios, oportunidades y empleo. Ese añorado estímulo del crecimiento L cónclave olímpico se parece al del Vaticano por su carácter restringido de cooptación corporativa. Un colegio senatorial de élites muy cerradas, imbuidas de un espíritu de endogamia aristocrática, toma decisiones al margen de cualquier consideración que no sea su santa voluntad y su soberano capricho. Los análisis geopolíticos y estratégicos casi nunca sirven; allí todo lo más funciona un subterráneo tráfico de favores disimulado con mucha elegancia y un secreto absoluto. Los miembros del COI les prometen el voto a varias candidaturas a la vez para dárselo al final a la que les viene en gana. No hay pronósticos por más que los expertos venteen el ambiente con el mismo equívoco olfato de los vaticanistas. Una sacudida emocional lo puede volcar todo de golpe en esa atmósfera tan hermética. Sólo hay una cosa segura en el albur de Buenos Aires: ganará una de las tres finalistas y Madrid tiene en esa bonoloto un tercio de posibilidades. Sentado este principio, nadie debe dudar de que la victoria representaría un bien extraordinario. No para Madrid: para España. La Carta Olímpica otorga los Juegos a una ciudad pero su organización es siempre un proyecto de Estado. Y pocos revulsivos puede en este momento recibir la nación con la misma o parecida utilidad y provecho. No sólo para la autoestima o la imagen de marca sino para la realidad económica y social de un país que necesita impulsos con los que dinamizarse a sí mismo. Los Juegos son inversiones, tecnología, modernidad, turismo, negocios, comercio, construcción, expertising, oportunidades y empleo. Ese estímulo de crecimiento del que tanto suelen hablar los socialdemócratas que ahora dudan sobre el apoyo al más claro de los incentivos posibles. España ya lo hizo una vez, en Barcelona, y fue un éxito incuestionable, una soberbia demostración de eficacia colectiva. Ha pasado el tiempo y es menester renovar los retos en un escenario distinto de enorme fuerza simbólica para la construcción de la nación del siglo XXI. Por eso se ha implicado tan a fondo el Príncipe, que atisba en la ocasión el resorte clave de un liderazgo histórico. Se trata de un desafío de ambición y luces largas, más allá de mediocridades, envidias, oportunismos sectarios y demagogias populistas. Por supuesto que habría que desempeñarlo bien, con honestidad, transparencia y sensatez. Y por supuesto que no será fácil sacudirse nuestros viejos demonios. Pero si esta noche, allá en la Baires tardoperonista, suena el nombre de Madrid como vencedora de la primera carrera olímpica de 2020, se habrá abierto en medio de esta amarga oscuridad social la primera y lejana puerta del futuro. Y si no, nada se habrá perdido que ya tuviésemos salvo una oportunidad de abrir un poco este sórdido horizonte de domésticas mezquindades. De un modo u otro no queda más camino que el del esfuerzo. Pero con los Juegos iríamos más rápido y más lejos. E JM NIETO Fe de ratas

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