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ABC MADRID 06-09-2013 página 15
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ABC MADRID 06-09-2013 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC VIERNES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA VIDAS EJEMPLARES LUIS VENTOSO LA VIDA ES LA PANTALLA Dentro de veinte años no habrá cines, pero sí periódicos, en red y de los otros S IEMPRE es divertido ojear cómo se imaginaban el futuro nuestros antepasados. Abundan las revistas ilustradas de los años cincuenta que en sus pronósticos para el año 2000 muestran a robots torpones resolviéndonos las tareas domésticas. Por desgracia, han patinado. Plagas bíblicas como hacerse la cama o pasar la aspiradora siguen vigentes. La Biblioteca Nacional de Francia ha expuesto unos grabados de 1910 en los que se fabulaba sobre cómo sería el mundo en cien años. Hay aciertos. Por ejemplo, anticipan la radio comercial. Y hay disparates. En una de las láminas se prevé que en el año 2000 los alumnos estudiarán con un método hilarante: los libros se introducirán en una suerte de batidora y su saber llegará al cerebro a través de unos cables implantados en las cabezas de los rapaces. ¿Cómo será el futuro de la comunicación y el entretenimiento? A riesgo de hacer el ridículo, cabe hacer predicciones, ya que nadie se acordará cuando se revelen estúpidas. Es ya evidente que la televisión fusionada con el ordenador será el altar de nuestra vida doméstica. Hoy en día existen televisores gigantescos de calidad de imagen perfecta, superior al cine (he contemplado arrobado uno de esos fascinantes electrodomésticos; su único handicap se llamaba 22.000 euros) Esas pantallas asombrosas, hoy un capricho de plutócrata, estarán al alcance de la clase media en un lustro. El consumo televisivo cambiará radicalmente. Internet estará integrado de manera natural en el pantallón y podremos comprar aquello que nos atraiga, desde un partido del Dépor (si sigue existiendo) a una representación de Rigoletto en el Convent Garden, o la película del momento. En esa pantalla, de un modo u otro, recibiremos también la información de los periódicos, que la ofertarán a través de vídeos, debates, textos, fotos. Esta revolución nos alejará de la calle y convertirá nuestra sala en una ventana al mundo. ¿Quién querrá ir al cine a escuchar crujidos palomiteros pudiendo ver la película con más calidad y en su confort privado? Dentro de veinte años no habrá cines, por supuesto. Pero sí periódicos, en formato digital y también en papel. Periódicos digitales, porque las cabeceras clásicas ya empiezan a dar lo mejor de sí en los nuevos soportes (cambia el medio, pero la esencia prevalece: buenas historias, contadas de manera profesional por marcas que son garantía de verdad) Y periódicos de papel, sí, porque los apasionados lectores de los diarios clásicos que hoy peinan 40 años (hay millares) van a querer seguir disfrutando de ellos. Pero el periódico de papel será un artículo exquisito, caro y para minorías. La revolución traerá un peaje: adiós al todo gratis. Hoy, las empresas de comunicación están vendiendo naranjas en el quiosco al tiempo que regalan mandarinas en la web, y eso se llama autocompetencia y acarrea flojera económica. Además, los grandes buscadores vampirizan la producción de las empresas periodísticas (Jeff Bezos, ya con el Post a cuestas, está empezando a hablar de eso) La información en Internet se cobrará. Hasta Google habrá de pasar por taquilla, porque por ahí discurre la salvación de la prensa. En paralelo, las pantallas de los teléfonos cobrarán tamaño y perderán peso; los móviles ganarán potencia y velocidad instantánea y desplazarán a las tabletas (lo siento por Steve Jobs, pero son un híbrido demasiado pesado, que solo se salvará si se torna ultrafino y plegable) La vida está en la pantalla. Quién no lo entienda se quedará en el camino, en salas que huelen a palomitas, desodorante a granel y pasado periclitado. IGNACIO CAMACHO LOS PARADOS INVISIBLES El mantra susanista del tiempo nuevo consiste en una inflexión de estilo del viejo modelo de régimen subvencional H JM NIETO Fe de ratas UBO una ausencia nominal clamorosa y destacada en el discurso de investidura de Susana Díaz, la de los EREs, pero no fue menos notable la postergación conceptual- -apenas un par de alusiones marginales, como diluidas en el paisaje florido de su retórica- -del principal drama de la sociedad andaluza: el paro. La primera se suponía incluida en la mención genérica a la corrupción, y la flamante presidenta habrá pensado que si Rajoy no citaba a Bárcenas ella no tiene por qué mentar su particular bicha por su nombre. Pero la otra es una preterición más grave porque Andalucía tiene la mayor tasa de desempleo de España. Un 36 por 100, diez puntos por encima de la media nacional. Un millón y medio de ciudadanos casi invisibles en un concienzudo y enfático programa de Gobierno. Susana Díaz parecía traer muchas respuestas o al menos muchas propuestas, pero hay una pregunta que no puede responder y es la de por qué al cabo de treinta años de gobierno de su partido las cosas siguen siendo así. En algún sentido están incluso peor: la tasa era del 20,5 en 1982, cuando arrancó la autonomía, aunque la postración regional era mucho más peligrosa. Tres décadas y media y varios saltos tecnológicos después, el nivel medio de vida ha aumentado de manera sensible, faltaría más, pero la brecha del fracaso sigue ahí, más honda si cabe. Y están volviendo con ella los episodios de miseria y hasta de subdesarrollo. Para Díaz, educada en la burbuja del poder unívoco de esos treinta años, el recurso fácil es echarle la culpa al PP, a los recortes de Rajoy Pero en pleno felipismo, en 1994, el paro alcanzó un 34 por 100. Andalucía funciona como un coche sin motor; corre cuesta abajo, cuando España crece, y retrocede más deprisa aún cuando la cuesta del país se empina. Y eso sucede porque nunca han existido políticas propias de desarrollo. Porque la hegemonía del régimen se sostiene sobre un reparto pasivo de recursos ajenos en forma de transferencias de renta. Porque lo único que al PSOE le ha interesado, tal vez lo único que sabe hacer, es mantener con dinero público una paz social dependiente. Los EREs no son más que el desviado paroxismo corrupto de ese sistema deliberadamente estable que nunca nadie ha intentado transformar en serio. Todas las medidas socioeconómicas anunciadas por la nueva presidenta apuntan en la misma dirección, reforzada con la hoja de ruta de Izquierda Unida: una apuesta asistencial por la cohesión ausente de cualquier estrategia vigorosa o dinámica de crecimiento. El tiempo nuevo mantra del susanismo, consiste en una inflexión de estilo para dar continuidad al viejo proyecto del régimen subvencional y del inmenso sector público. Ése patrón político y social agarrotado e inmóvil en el que los parados forman una masa estructural tan sólida, tan constante, que acaban por volverse parte rutinaria e inadvertida de un panorama cotidiano.

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