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ABC MADRID 31-08-2013 página 10
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ABC MADRID 31-08-2013 página 10

  • EdiciónABC, MADRID
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10 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA SÁBADO, 31 DE AGOSTO DE 2013 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND LLUVIA ÁCIDA DAVID GISTAU AQUELLA RADIO GLORIOSA Martín Ferrand fue un poco el ciudadano Kane de todo aquello, y todo lo hizo con elegancia personal UNCA dejará de impresionarme la voluntad de escribir hasta el final. Como si el sonido del teclado ese galope representara la última resistencia del hombre en tránsito, reducido su espacio vital a una certeza de finitud y a una habitación en la que probablemente abunden los medicamentos. Es una particularidad del oficio; la vocación hace que se deje de escribir casi al mismo tiempo que de respirar. Umbral murió con la escritura todavía colgada de los dedos, en la mesa camilla en la que orbitaban sus personajes: las uvas agraces, y fin. Una determinación semejante, igual de ejemplar, ha tenido Manuel Martín Ferrand, al que una enfermedad penosa apenas apartó de la hazaña cotidiana del folio entregado a la hora en punto. Escribió incluso enchufado a artefactos clínicos. Escribió como si quisiera negociar con la muerte todo cuanto se le iba a quedarse sin decir. Escribió aun cuando los compañeros de generación, que últimamente no paran de acusar pérdidas, ya iban echándolo en falta en los almuerzos semanales, en las tertulias de amigos en las que tendían las cosas que pasan como si fueran ropa mojada puesta a gotear. Las columnas del último Martín Ferrand en ABC evocan una independencia entre enfadada y decepcionada, algo triste. Una voluntad de no incurrir en N En señal de duelo y de homenaje al maestro de periodistas, ABC publica hoy, sin palabras, la columna que durante los últimos diecisiete años firmó y llenó con sus atinadas reflexiones Manuel Martín Ferrand la mansedumbre, pero también de no permitir que la penitencia de la enfermedad lo encerrara en una introspección doliente que opacara su eterna curiosidad por la actualidad. Se negó a ser el hombre enfermo que escribe sobre la nostalgia de la despedida, se mantuvo en periodista, con una ferocidad de criterio que colmaba de nervio estas páginas. A veces, incluso brillaba algún destello cosmopolita, como cuando contó recientemente un grato almuerzo en Viridiana, con Abraham García, de quien son impecables la comida y la conversación. No había pirotecnia en su estilo. Lo suyo era la idea descarnada, cruelmente lúcida, el fustazo intelectual que no se demoraba en jugar con metáforas. No había un ápice de auto- compasión. Sólo la crónica de un tiempo que lo hacía parecer defraudado, supongo que como a todos aquellos que vivieron el empuje creador de la Transición y a los que se les desmoronó el país acerca del cual tenían cierta noción de legado arruinado. En eso, tenía la característica de su edad. Sin embargo, Martín Ferrand no fue sólo escritura. Cometerán un error quienes pretendan acomodar su recuerdo únicamente al prestigio del texto escrito. Porque Martín Ferrand fue, por encima de todo, uno de los grandes creadores de una forma de hacer radio que fue memorable mientras duró y que concentró a personalidades fortísimas con complicidad de cofradía que terminaron siendo los pioneros de un modelo del que todos somos consecuencia. La libertad agitadora, a menudo insolente. El bullicio de las tertulias. Las que constituyeron el ágora política, temible para el funcionariado del poder. Y también las más amenas y costumbristas, que mudaron al estudio el ambiente de los cafés como el Gijón. Aquella Antena 3 de Radio, tan artesanal por una parte, que concilió talentos que lo abarcaban todo, desde el humor de Gomaespuma hasta el colmillo de Herrero, pasando por la consagración de Supergarcía o los insomnios cinematográficos de Pumares. Martín Ferrand fue un poco el ciudadano Kane de todo aquello, y todo lo hizo con una elegancia personal que refutaba el mito canallesco de aquel periodismo ligado a urgencias existenciales. El principal síntoma de la importancia de aquella obra es lo que se esforzó el felipismo por destruirla.

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