ABC MADRID 21-08-2013 página 12

12 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MIÉRCOLES, 21 DE AGOSTO DE 2013 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND LAS CORRALAS Cuando prima lo totalitario, la teoría del orden invita a los gobernantes a que en este barrio vivan los taxistas y en aquel otro, los periodistas o los fisioterapeutas. Eso aborrega A UNQUE la corrala sea una solución para los problemas del urbanismo madrileño que viene del XVI, fue en el XIX cuando, según quiso Benito Pérez Galdós y para mejor albergar a quienes buscaban en la capital de España alivio a sus problemas, alcanzó su plenitud. Las corralas, gallineros para personas dadas al cacareo, van desapareciendo, pero de ellas nos quedan la tradición de la bronca y el gusto por la disputa. Forman parte de un tipismo prescindible. Es decir, imprescindible para la definición de una España en donde no es el hábito, sino el siseo pretendidamente piadoso, el que hace monjes y santos. Incluso les consagra e impone como devoción generalizada. El bipartidismo imperante, en lo que respecta a las corralas de inspiración política, las ha dejado reducidas a dos por bandera e insignia. Todo lo más, cada una de esas dos, en un caso extravagante de polimorfismo, pueden subdividirse en unas pocas más, como le ocurre al PSOE en función del territorio en que se instale y al PP en razón de sus líderes dominantes en ellos. Matices, pero son los matices antes que las ideas los que configuran y ahorman el poder y su estructura. El caso Bárcenas, ese juego irresponsable que le permite al Gobierno de la gaviota no dedicarse a lo que debiera, sirve al PP si es que le sirve para algo de mayor enjundia que el ridículo militante para incrementar el número de sus capillitas y, por ello, de sus barones y baronesas. Fuegos de artificio. En este momento procesal del caso Bárcenas, el punto de máxima coincidencia entre los afectados, sean testigos o imputados, reside en reconocer que Álvaro Lapuerta es persona de gran honestidad, que lo será a falta de testimonio en contra. De ahí que Vicente Martínez Pujalte, gran especialista en exabruptos y portavoz de Economía del grupo parlamentario del PP en el Congreso, haya roto el equilibrio partidista y desbaratado el juego tribal de su formación al zanjar una disputa sobre el destino del dinero negro que pudieran haber recibido en sus cargos Cristóbal Páez, Luis Bárcenas o, incluso, Álvaro Lapuerta: Tanto monta, monta tanto Este asunto de las corralas, urbanismo al margen y desarrollo capitalino en el olvido, es delicado. Una de las pocas cosas buenas de la burbuja inmobiliaria en cuya resaca estamos instalados reside en la potencialidad interclasista de nuestras ciudades. Cuando prima lo totalitario, la teoría del orden invita a los gobernantes a que aquí, en este barrio, vivan los taxistas y allí, en aquel otro, los periodistas, los ingenieros técnicos o los fisioterapeutas. Eso aborrega. Es la pervivencia social de las corralas. Martínez Pujalte, estratega del conflicto, redescubre el tanto monta para que el igualitarismo no le falte al PP. Y que no decaiga. POSTALES JOSÉ MARÍA CARRASCAL DETRÁS DE LA VERJA Si los observadores vienen a estudiar la situación de Gibraltar, bienvenidos sean. Si vienen a medir la longitud de la cola en la Verja, que se queden en Bruselas M E alegra el envío de observadores europeos a Gibraltar. Siempre que no se detengan en la Verja, que por cierto fue alzada por los ingleses en 1909. Lo que ocurre en la Verja es sólo la consecuencia de lo que viene ocurriendo tras ella desde hace 300 años. Y es allí, en el Peñón, donde los observadores europeos tienen que mirar. De entrada: ¿Qué pasa con los 2.800 millones de cigarrillos que Gibraltar importa cada año? ¿Se los fuma todos? Y las 24.000 sociedades en la colonia, casi una por habitante, ¿a qué se dedican, qué impuestos pagan, qué control se ejerce sobre ellas? ¿Cómo es posible que en un peñón inhóspito la renta per cápita sea, según el FMI, 47.847 euros anuales, la cuarta del mundo? En cuanto a esos monstruosos buques cisternas de hasta 100.000 toneladas en medio de la bahía de Algeciras una zona declarada de interés ecológico dispuestos a repostar a cualquier barco a través de mangueras, lo que trae irremediablemente vertidos de petróleo como vienen denunciando Verdemar y otras organizaciones ecologistas, ¿no se va a hacer nada? ¿Y del fondeo de bloques de cemento con pinchos en las mismas aguas, como de los rellenos en la cara Este del Peñón, con el consiguiente cambio de la flora y fauna marina y el arrastre de arena de las playas malagueñas limítrofes? Por no hablar de los más directamente afectados, los pescadores locales que desde tiempo inmemorial vienen faenando en aquellos caladeros con embarcaciones y aparejos artesanales, ¿qué van a hacer ustedes, señores europeos, dejarles sin sustento? Porque, como digo, lo de los controles en la Verja es cosa accidental. Tan accidental que ustedes tienen muy poco que ver con ellos. Gibraltar, pese a ser espacio europeo no está incluido en la normativa europea que regula el transito de personas, bienes y capitales dentro de la UE, Y aunque ha firmado acuerdos con distintos países de la Unión al respecto, no lo ha firmado con España, que es la única que limita con él, o sea la única encargada de garantizar que el tránsito de personas, bienes y capitales a través de esa Verja no daña los intereses españoles y comunitarios. Y si, dados los antecedentes, considera oportuno que tenga que revisarse hasta el interior de la rueda de repuesto de un coche que intenta pasar la Verja, puede hacerlo con todo derecho. Más incluso, es su deber. Que no lo haya hecho hasta ahora, que por las causas que sean haya descuidado esos derechos y deberes, no significa que no sigan vigentes. Incluso los reafirma, al ser más precisos que nunca. Si ustedes, señores observadores europeos, vienen a cumplir esa misión, bienvenidos sean. Si, en cambio, vienen a medir la longitud de las colas ante la Verja, mejor que se limiten a recomendar a España y al Reino Unido negociar una solución del contencioso, como ya les recomendó la ONU hace medio siglo, a lo que Londres se ha negado, en su línea de incumplir todas las normas internacionales, de dar carta blanca a sus lacayos en la Roca y de despachar navíos como en los mejores días del imperio. Pero Gibraltar es una colonia y seguirá siéndolo hasta que se descolonice. Aparte de un nido de toda clase de delitos. ¿Quieren ustedes, señores observadores, que continúe siéndolo? ¡Pues menuda Unión Europea es ésa!