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ABC MADRID 25-07-2013 página 13
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  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 25 DE JULIO DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN LA MUJER DEL CÉSAR Es urgente acometer la reforma prometida por el PP para devolver a la Justicia la independencia que le arrebató el PSOE B UENA parte de la vida pública española se sustancia hoy en los tribunales de Justicia. Tan elevadas cotas de podredumbre ha alcanzado nuestro sistema político, que no hay partido a salvo de una imputación (excepción hecha de los que nunca han tocado presupuesto) ni líder libre de salpicaduras. Los gobernantes aparecen en las encuestas como un problema en lugar de inspirar soluciones. Sólo nos queda una mínima esperanza de salvación, consistente en que quien la haya hecho la pague cara. Algo que actualmente no parece garantizado. El futuro del PP pende en buena medida de la instrucción que lleva a cabo Pablo Ruz, suplente de Miguel Carmona en el Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, del que salió, condenado por prevaricación, el que fuera elegido diputado socialista, Baltasar Garzón. Carmona no ha ocupado su puesto porque es vocal en el CGPJ a propuesta del PSOE, siendo ese mismo CGPJ, cuyos integrantes designan los partidos políticos, el que ayer decidió, por la mínima, la permanencia de Ruz en la Audiencia una vez que regrese a ella el titular de la plaza. Está todavía por ver cuál de los dos culminará el sumario del caso Gürtel y los papales de Bárcenas. Es ese mismo CGPJ el competente para nombrar a los jueces y magistrados de todas las altas instancias judiciales españolas, lo que significa que si un togado quiere hacer carrera, más le vale tener algún padrino en ese órgano o al menos no enemistarse con quienes los escogen. Y es también el CGPJ, total y absolutamente controlado por el poder legislativo, el que acaba decidiendo los nombres de los llamados a sentarse en el Tribunal Supremo, vértice de la pirámide judicial. Allí, en el Supremo, hemos asistido estos días a la exculpación del ex ministro José Blanco, implicado en un asunto de tráfico de influencias ciertamente maloliente, y de la presidenta de Navarra, Yolanda Barcina, acusada de cohecho, así como a la rebaja sustancial de la pena impuesta en primera instancia al ex presidente balear, Jaume Matas, condenado por utilizar su cargo en beneficio propio. Será igualmente en el TS donde acabe la causa abierta por la juez Mercedes Alaya contra toda la trama de corrupción que desde la Junta de Andalucía robó cientos de millones de euros, destinados a los parados, para enriquecer a propios y extraños además de comprar votos, con un sistema clientelar propio de los caciques de antaño. Una causa, instruida con esfuerzo y seriedad encomiables por una mujer sometida a todas las trabas posibles por parte de la Administración autonómica investigada, que ha terminado por alcanzar a José Antonio Griñán. ¿Sucederá con él lo mismo que ha ocurrido con Blanco, Barcina o Matas? Ésa es la sospecha que anida en el corazón de muchos españoles: que la Justicia, enferma de politización, mide con distinto rasero al justiciable en función de su poder y de su posición. Una creencia que contraviene el principio sagrado de igualdad ante la Ley, esencial para el sostenimiento del sistema por el que nos regimos, y que socava su credibilidad hasta el punto de amenazar la supervivencia misma del modelo que nos garantiza libertad. Cuando los tribunales son el último recurso, cuando está en sus manos la regeneración de una democracia viciada hasta la raíz por la codicia y la desvergüenza, la imparcialidad de los jueces ha de estar a salvo de la desconfianza. La mujer del César no sólo debe ser honesta, sino parecerlo. Lo que significa que es urgente acometer la reforma prometida por el PP para devolver a la Justicia la independencia que le arrebató el PSOE al matar a Montesquieu. Cada día que pasa sin que se cumpla ese compromiso sube un peldaño el umbral de nuestro recelo. IGNACIO CAMACHO LA DAMA DE SHANGAI El PP parece confundido en un laberinto de espejos donde la crisis de Bárcenas proyecta reflejos distorsionados E JM NIETO Fe de ratas N vista de que el Gobierno no parece muy capacitado para ocuparse de varias cosas a la vez- -quizá por eso le perturba tanto que lo aparten del problema central de la economía- al Partido Popular le convendría diseñar una estrategia digna de tal nombre sobre el caso Bárcenas; un discurso político que le dé cohesión a sus respuestas y aguante con cierta solidez el goteo de revelaciones del extesorero. Hasta ahora sólo María Dolores de Cospedal ha ido de frente con un arrojo y claridad que agradece una militancia acongojada por el aluvión de noticias adversas. Quizá porque se sabe la diana principal del antiguo contable, al que desde el principio decidió plantar cara, la secretaria general ha bajado a la arena con voluntad de cuerpo a cuerpo, pero también rodeada de la inevitable sensación de que se bate por libre en un cada vez más evidente pulso de poder dentro del poder. No se puede interpretar de otro modo su reciente andanada contra quienes han adoptado una actitud pasiva frente al barcenato, alusión encriptada sin mucha sofisticación a la minoría antimarianista, que podría simbolizar Esperanza Aguirre, y sobre todo a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, decidida a blindarse con el entorno de Rajoy en una especie de compartimento estanco. El conflicto es insoslayable; la propia Cospedal resulta a su vez objeto de sospechas internas y acusaciones de haber utilizado el estallido del escándalo de Bárcenas para iniciar una imprudente catarsis- que cada palo aguante su vela -con la intención de provocar una suerte de refundación del partido. Es cierto que en la Moncloa, alrededor de Soraya y su equipo, dominaba hasta ahora la idea de protegerse de la tormenta y construir un refugio de seguridad institucional por si la riada termina arrasando la estructura del aparato orgánico. Pero la evidencia de que la impasibilidad presidencial no funciona como dique se ha impuesto hasta obligar al propio Rajoy a salir de su enroque. Lo que falta es un diseño estratégico coherente que unifique los movimientos del partido y del Gabinete. Eso sólo se puede hacer desde la cúpula del liderazgo y necesita una base de comprensión que aún no está clara: la de la verdadera dimensión de una crisis que, más allá de los intentos individuales de salvación, puede reventar por dentro el equilibrio de poder y descarrilar la legislatura. La principal dificultad para el PP reside en que casi todos sus dirigentes ignoran hasta dónde alcanza el problema tras los veinte años que Bárcenas ha pasado a sus anchas entre manejos turbios. La situación recuerda demasiado a la célebre escena de los espejos de La dama de Shangai donde los protagonistas disparaban al azar contra un laberinto de imágenes distorsionadas. En situaciones así el sobreexcitado instinto de supervivencia acaba provocando una letal confusión entre la realidad y sus reflejos.

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