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ABC MADRID 22-06-2013 página 56
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56 CULTURA SÁBADO, 22 DE JUNIO DE 2013 abc. es cultura ABC Muere Miguel Narros, director esencial del teatro español en las últimas décadas Ha fallecido a los 84 años, tan solo una semana después de su último estreno JULIO BRAVO MADRID Hace tan solo una semana, Miguel Narros estrenó en Alcalá de Henares su último montaje, La dama duende de Calderón de la Barca. Apenas ha podido saborear ese estreno; el director madrileño falleció ayer a los ochenta y cuatro años en la clínica Quirón de Madrid, donde se encontraba ingresado por culpa de una neumonía. Narros sufrió un paro cardíaco, según contó a ABC su marido, Celestino Aranda, que calificó al director fallecido como un ser excepcional La capilla ardiente de Narros, uno de los directores fundamentales del teatro español contemporáneo, se instalará en el Teatro Español, que él dirigió durante dos etapas, de 1966 a 1970 y de 1984 a 1989. Permanecerá abierta desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde, para que que familiares, amigos, compañeros de profesión y público en general puedan darle su último adiós. Primero como actor se inició de la mano de Luis Escobar figurinista y escenógrafo, y más tarde, director y catedrático en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Sus primeros trabajos como director, en los años sesenta, los hizo en el célebre TEU (Teatro Español Universitario) uno de los grandes viveros del teatro español. Participó después en proyectos como el Pequeño Teatro, el Teatro Estudio de Madrid (TEM) y el Teatro Estable Castellano (TEC) Además de sus dos etapas al frente del Teatro Español, realizó la mayoría de sus trabajos recientes en la productora del escenógrafo Andrea D Odorico (con quien formó un extraordinario tandem artístico) y en Producciones Faraute, que llevaba junto a Celestino Aranda. Decenas de montajes Decenas de montajes llenan su currículum. Algunos tan celebrados como Un sabor a miel de Shelagh Delaney, en el que contó con Ana Belén, una de las actrices que quedó marcada por su trabajo con Narros, con el que repitió en varias ocasiones; El caballero de Olmedo de Lope de Vega, con Carmelo Gómez y Laura Conejero, para la Compañía Nacional de Teatro Clásico; Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello; Combate de negro y perros de Bernard María Koltés; Largo viaje hacia la noche de Eugene O Neill, con Alberto Closas y Margarita Lozano (a la que recuperó después de muchos años de ausencia de nuestros escenarios) Doña Rosita la soltera de Lorca, con Verónica Forqué; La cocina de Arnold Wesker; El concierto de San Ovidio de Antonio Buero Vallejo o, más recientemente, La cena de los generales de Alonso de Santos. Maestro de la dirección Definido por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, en su nota de pésame como maestro de la dirección escénica Miguel Narros ha sido uno de los grandes faros de la escena española de las últimas décadas, por la profundidad de sus lecturas y por el minucioso trabajo de actores que fue una de sus constantes en sus decenas de trabajos teatrales. Profundamente respetuoso, discreto y educado, demostró su incansable amor por el teatro con una prolífica producción, cuyo ritmo no aminoró siquiera con la edad. Tocó todo tipo de repertorios, y con igual fortuna: del teatro de nuestro Siglo de Oro hasta los autores estadounidenses del siglo XX o los dramaturgos españoles de nuestros días, pasando por Lorca, Chéjov, Pirandello o Genet. Fue, además de director, un figurinista con mucha clase, y tuvo varias incursiones en la dirección de espectáculos de danza flamenca, casi todas ellas al lado de su amiga la bailaora Manuela Vargas. Su muerte ha causado una gran impresión en el mundo del teatro español, donde era respetado, admirado y querido, especialmente por los actores y actrices que trabajaron con él. María Adánez, que interpretó bajo las órdenes de Narros Salomé de Oscar Wilde, y La señorita Julia de August Strindberg, hablaba de Narros en ABC con motivo de un homenaje que le dedicó el Centro Dramático Nacional, y destacaba su Narros, en el teatro Lope de Vega de Sevilla, en marzo de este año intuición y su capacidad de observación. Es capaz de moldear y adaptar el personaje según lo que le dé y le ofrezca cada actor y así sacarle el mayor provecho. El teatro es riesgo, y él consigue que nos atrevamos a dar saltos mortales y piruetas para que aparezcan los personajes Tras estudiar en Madrid y París, Narros comenzó su carrera en el teatro. EFE Premios Fue premio Nacional de Teatro en dos ocasiones, y recibió numerosos galardones, entre ellos el de Chevalier de L Ordre des Arts et des Lettres de Francia, el Max y el premio de las Artes de Castilla- La Mancha. Generaciones ANÁLISIS JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN U nos nombres suceden a otros y la cadena creativa de la escena española se prolonga y crece de generación a generación. En este sentido de continuidad, sería imposible entender el teatro que hoy se hace en nuestro país sin figuras como la de Miguel Narros, emblemático hombre de escena, discípulo de grandes maestros y maestro él mismo de sucesivas levas de actores y directores. Basta citar a Luis Escobar, que lo incorporó como actor a la compañía del María Guerrero, y José Luis Alonso, que requirió sus oficios como figurinista, para situar la órbita en la que comenzó la trayectoria profesional de uno de los directores de referencia de nuestro teatro. Habría que evocar su periodo de formación en Francia a las órdenes de Jean Vilar, mítico creador del Festival de Avignon y director del Teatro Nacional Popular, y muy principalmente al gran William Layton, apóstol en España del método Stanislavsky y con quien Narros estuvo en el núcleo fundamental del Teatro Estudio Independiente y en otros proyectos memorables y más o menos fugaces como el Teatro Estudio de Madrid, el Pequeño Teatro y el Teatro Estable Castellano. Repasen los nombres presentes en esas iniciativas y se encontrarán con buena parte de lo mejor de la escena española de las últimas décadas, como, por ejemplo, el director José Carlos Plaza, quince años más joven que Narros y también eslabón decisivo en este suceder de generaciones. En esta hora de balance, se suceden en mi memoria relámpagos de algunas de las grandes puestas en escena de Miguel Narros que he podido presenciar. Muestras de la elegancia y solidez de un estilo impregnado de calidades y claridades bajo las que latían muchas horas de rigor minucioso. La magia de El sueño de una noche de verano (1986) la fuerza de su Panorama desde el puente (2001) la solvencia luminosa de El Burlador de Sevilla (2003) su ¡Ay, Carmela! (2007) esencial... Gracias por tantos años de gran teatro. JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN ES CRÍTICO DE TEATRO DE ABC

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