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ABC MADRID 18-06-2013 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA MARTES, 18 DE JUNIO DE 2013 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU RELATOS La frase de Cánovas tiene más vigencia que nunca: hay que querer mucho a España para no intentar ser otra cosa N UESTRA sociedad vive en un estado de mortificación potenciado por ese hábito intelectual que nos induce a escribir Dolor con mayúscula, como si de un apellido para España se tratara. Lo que nos duele ahora es contemplarnos en nuestro propio retrato de Dorian Gray, cuya fealdad sugiere, por encima de otros, un término que se ha hecho de manejo cotidiano: corrupción. Una corrompida anomalía europea, un microclima de fracaso que encima se engancha a cualquier pretexto que le permita regodearse en el Dolor. Lo malo no es que la España actual carezca de relato, como señalan algunos. Lo malo es precisamente que lo tiene: un relato cargado de crueldad ejercida contra sí misma. De los muchos perjuicios que esto causa, hay uno político que alude a los independentismos. La desafección es liberadora, porque evita tener que formar parte del complejo de decadencia general. El ideal de la independencia traslada la culpa a otra parte y ofrece un plan de huida, por lo menos de huida a otro relato que permanece intacto en el ámbito meramente emocional. La frase de Cánovas tiene más vigencia que nunca: hay que querer mucho a España para no intentar ser otra cosa. Hay algo de los Happy Few shakesperianos, en los pocos que aún creen posible un país con más motivos para el sentido de pertenencia que para la vergüenza. El independentismo de Mas se está consumiendo en un tránsito que lo aboca a la autoparodia de la palabrería mesiánica con camiseta de fútbol incluida. Hasta que ERC se apodere del escenario, ya sólo queda ayudarlos a mitigar el ridículo, o no hacerlo. Otra cosa es ETA cada vez que difunde mensaje, como este fin de semana en Biarritz, donde hubo instinto teatral para narrar las peripecias de unos supuestos exiliados de conciencia a los que fue vedado el camino de regreso a la montaña original. Su convicción es inquebrantable, pese a los juegos de trilero a los que, más allá de casos individuales, han sido sometidos los conceptos de arrepentimiento y perdón. Ello supone una potencia moral que refuta el consuelo que nos hemos dado acerca de su derrota policial, que es poco más que una muletilla de ministro con paisaje de Bolinaga al fondo. Abrumada por su auto- odio, España ha perdido la única ventaja que puede extraerse de la existencia de alguien que tiene un plan para aniquilarte: una cohesión basada en la voluntad de resistir colectivamente. ETA conserva ese relato, ya que de relatos hablamos. Entre su propaganda, la complicidad involuntaria de los que están fatigados, y la pérdida de una fuerza moral española, terminaremos asumiendo su historia oficial, la del empate en los daños infligidos, e incluso culpándonos de lo que los obligamos a hacernos. COSAS MÍAS EDURNE URIARTE POR QUÉ SIEMPRE GANAN ELLOS El problema de los intelectuales catalanes progresistas es que han llegado a un punto tal de asunción de ideas nacionalistas que han olvidado la existencia de un pueblo español OR qué los nacionalistas ganan siempre en la imposición de sus postulados? No por el populismo eficaz de la culpa de España o por el control del sistema educativo, cosas que ayudan pero no son determinantes. Sobre todo, ganan siempre por incomparecencia del adversario, en este caso, el líder político o intelectual que cree en la españolidad de Cataluña y del País Vasco, pero tiene tanto miedo a sentirse español que hasta se pone a dar argumentos a los nacionalistas. No hay más que ver lo que está ocurriendo con conocidos intelectuales catalanes cercanos al socialismo con lo del referéndum independentista, ansiosos por apuntalar los puntos de vista de los nacionalistas. Lo han hecho algunos, por ejemplo, con las palabras del primer ministro británico, David Cameron, la semana pasada, en relación con el referéndum independentista de Escocia y Cataluña. No hay que minusvalorar las cuestiones de la identidad, hay que dar argumentos y, después, hay que dejar que el pueblo decida, dijo Cameron. Y les ha faltado tiempo a algunos pro- ¿P gresistas catalanes para entusiasmarse con Cameron, aunque sea conservador. Y para alabar lo que consideran mayor sentido democrático de los británicos pues allí sí se deja decidir al pueblo, no como aquí. Comprando así todos los ingredientes nacionalistas del derecho a decidir Que los intelectuales progresistas ignoren la historia y las leyes británicas da una idea del estado lamentable de este debate. Que ignoren la diferencia fundamental entre una Escocia que fue independiente hasta principios del XVIII y tiene una legitimidad histórica que no tienen ni Cataluña ni País Vasco. Y que ignoren la inexistencia de una Constitución escrita británica y una ley fundamental sobre la unidad de la nación que nosotros sí tenemos. Dos diferencias, la histórica y la legal, que hacen el caso escocés completamente distinto del nuestro. Si la solución a este debate fuera una sencilla consulta al pueblo, el pueblo español también podría plantear su deseo de volver al Estado centralizado o a cualquier otra fórmula de organización territorial diferente de la que tenemos. Y, siguiendo el consejo de Cameron, daríamos argumentos y, después, que el pueblo decida. Lo que, según la lógica de los progresistas catalanes, sería profundamente democrático. Siempre que aceptaran, claro está, que existe un pueblo español con derecho a decidir, cosa que está por ver, dado su grado de interiorización del discurso nacionalista. He ahí el problema de los intelectuales catalanes progresistas y de su partido de referencia, el PSC, que han llegado a un punto tal de asunción de ideas nacionalistas, que han olvidado la existencia de un pueblo español. No sólo desprecian la historia y las leyes, también obvian el eje central de todo derecho a decidir, el sujeto de tal derecho. Un sujeto, el español en términos históricos y legales, de una paciencia infinita en este debate, que podría tener la tentación de seguir los consejos de Cameron, tal como quieren los progresistas catalanes, y ponerse a decidir, por ejemplo, un cambio de la estructura territorial del Estado. Es lo que tiene ponerse a decidir, que el pueblo puede decidir en muchas direcciones.

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