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ABC MADRID 17-06-2013 página 14
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ABC MADRID 17-06-2013 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN LA FONTANA DE ORO PUEBLA LUNES, 17 DE JUNIO DE 2013 abc. es opinion ABC FÉLIX MADERO LO QUE SABEN DE TI Habrá que asumir que no se puede tener el 100 de seguridad y el 100 de privacidad UENA en mi Ipod Rough god goes riding, una hermosa canción de Van Morrison en la que el músico norirlandés retorna a sus preocupaciones espirituales. La escucho después de acabar de leer una noticia que pone en guardia al que una vez dio sus datos personales a una red social. También la casualidad hace que escriba después de ver nuevos capítulos de la segunda temporada de la serie Homeland. Hacía mucho tiempo que no me ponía delante de un televisor tantas horas, y eso que la serie termina por ser una verdadera angustia para el que la ve. Todo es tan real, tan cercano y reconocible en la pantalla que, por si ya no fuera poco, llega el periódico del día y lo confirma. Hay tanta verdad, tanta realidad en Homeland como en el papel del diario que ahora tiene en sus manos. Un juego perfecto de contrapesos es la serie de la Fox: seguridad y privacidad. La libertad no importa mientras creamos que Internet es una ventana hacia ella. Ahora que las filtraciones del informático Edward Snowden confirman que los servicios de inteligencia estadounidenses piden a Facebook, Google y Microsoft datos personales de ciudadanos que un día confiaron en esos operadores sentimos escalofríos. Algunos son tipos normales, grises y discretos, y por eso la noticia nos alerta. Imposible a estas alturas saber lo que saben de ti y quién o quiénes lo saben. Dejamos tan a menudo nuestro rastro, el número de teléfono, nuestros gustos y hasta el nombre de nuestros amigos. El Gran Hermano no sólo nos vigila, además nos siente, nos inventa y transforma. No sé hasta qué punto es posible vivir así. No sirve que Facebook o Microsoft respondan que el Gobierno de Estados Unidos no puede sacar datos directamente de sus servidores si finalmente la Agencia de Seguridad Nacional los consigue. Pero la Administración Obama está tranquila, a fin de cuentas cuando entra en las vidas privadas lo hace con las autorizaciones pertinentes que ellos mismos se dan a sí mismos perdonen tan burdo juego de palabras, pero es así Que sepan de ti puede ser inmoral, pero no ilegal. Y a eso debemos ir acostumbrándonos. No sé, puede que Obama tenga razón cuando asegura que en el mundo en que vivimos no se puede tener el 100 de privacidad y el 100 de seguridad. Pero el presidente miente algo que no es ilegal porque nunca se ha conocido ese porcentaje de seguridad, aunque sí lo hubo de privacidad. En la segunda parte del Quijote, el hidalgo manchego le dice a Sancho: Quiero decir que cuando la cabeza duele, todos los demás miembros duelen; y así siendo yo tu amo y señor, soy tu cabeza, y tú mi parte, pues eres mi criado. No sé si Cervantes, que vivió en un mundo tan lejos de Internet adivinaba lo que vendría. Sin duda, avisaba. Otra cosa es que es aún no sepamos de quiénes somos criados. Poco a poco lo vamos descubriendo. Y da miedo. S EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA POLILLAS Es difícil concebir una imagen más espeluznante de la corrupción de nuestros cuerpos que esa turbamulta de polillas en el rostro de Severo NOCHE, al volver a casa, después de pasar la tarde en el Retiro, tenía la casa tomada por las polillas. Era una invasión misteriosa, porque antes de marchar nos habíamos asegurado de cerrar todas las ventanas y bajar las persianas, para que el calor de la tarde no se estancase en las habitaciones. ¿Por dónde habrían entrado aquellas polillas? ¿Por el conducto del aire acondicionado, tal vez? ¿O llevarían mucho tiempo viviendo entre nosotros, camufladas en los armarios roperos, esperando la trompeta que las resucitase? Inevitablemente, me acordé de un cuento macabro de Julio Cortázar, Las fases de Severo, en el que los familiares y amigos de un tal Severo se reúnen en su casa, en una suerte de velorio anticipado, para presenciar las curiosas fases o manifestaciones corporales, a cada cual más surrealista o angustiosa, que afligen a su anfitrión. En una de esas fases, las polillas empiezan a entrar a cientos, convocadas por una lámpara de acetileno, en el dormitorio de Severo, que las contempla inmóvil y sin parpadear, hasta que forman un torbellino ceniciento en su derredor. Poco a poco, las polillas se van posando en el rostro de Severo: unas en las mejillas, otras en la frente, otras en el pelo y en la boca, mientras Severo concentra todas sus fuerzas en la contemplación sin parpadeos; así hasta que al final su rostro se convierte en una máscara temblorosa, en la que sólo los ojos seguían siendo suyos y mira- A ban empecinados la lámpara de acetileno donde una polilla se obstinaba en girar buscando entrada Todos los circunstantes tiemblan, temerosos de que esa polilla se pose sobre los ojos de Severo, y gritan aliviados cuando por fin vuela hacia su cara y se pierde en la masa gris de las otras polillas. Finalmente, un pariente enciende la araña del techo y la nube de polillas abandona la cara de Severo, que mueve cautelosamente la boca, como si temiera envenenarse con el polvo de plata que le cubre los labios. Por supuesto, el cuento de Cortázar nos habla de la muerte. Es difícil concebir una imagen más espeluznante y repulsiva de la corrupción de nuestros cuerpos que esa turbamulta de polillas congregadas en el rostro de Severo, borrando sus circunstancias fisonómicas. Son muchas las supersticiones populares que tienen a las polillas por bichos de mal agüero, premonitorios de la muerte; nos causa repeluzno su fealdad torpona, su aleteo desazonante, angustiado, obcecado, que se da topetazos contra las paredes y nunca alcanza a ser vuelo verdadero, salvo cuando una luz las convoca; una luz a la que acuden veloces quizá en el único vuelo ascendente de sus vidas y en la que suelen acabar calcinadas. Quizá sea esta atracción por la luz, tan característica de las polillas, lo que más nos atemoriza de ellas, porque nos recuerda que en nuestra naturaleza se halla la misma tentación, porque nos recuerda que somos Ícaros con una sed de ascensión nunca colmada, atraídos por embelecos que nos deslumbran y acaban atrapándonos en su llama; y este temor primordial a ver encarnada la futilidad de nuestros afanes y la sorda sed de destrucción que tantas veces nos ofusca tal vez lo hayamos disfrazado luego de asco y repulsión hacia las polillas, para evitarnos reflexiones más entristecedoras sobre nuestra propia naturaleza. Me tiré la noche entera en combate con las polillas, tratando de ahuyentarlas, o estampándolas contra las paredes, donde dejaban un rastro cuaresmal, como la rúbrica de un certificado de defunción. Pero cada vez que volvía a la cama seguía escuchando su aleteo angustiado, obcecado, anhelante de una luz en la que poder inmolarse. Tal vez había empezado a confundir su aleteo con el latido turbulento de mi corazón.

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