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ABC MADRID 11-06-2013 página 12
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ABC MADRID 11-06-2013 página 12

  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN LLUVIA ÁCIDA PUEBLA MARTES, 11 DE JUNIO DE 2013 abc. es opinion ABC DAVID GISTAU SOMOS LOS MEJORES No digo que sea extraño emocionarse delante del televisor con un gran tenista. Pero algo funciona mal cuando un país basa en eso el concepto que tiene de sí mismo S OY aficionado a algunos deportes. Leo con agrado a los novelistas que extraen argumentos deportivos. Disfruto cuando ganan mis equipos igual que padezco sus fracasos casi como si fueran propios. Y en mi santoral particular figuran unos cuantos deportistas a los que admiro con devoción verdadera. Dicho esto, y después de que el éxito de Nadal en París haya sido recibido como las noticias de victorias militares difundidas desde las gradas de San Felipe durante el Siglo de Oro, es obligado recordar el monólogo con el que Chazz Palminteri, en Una historia del Bronx enfriaba la pasión por el béisbol de su joven discípulo y aspirante a gángster: ¿Adoras a los jugadores de béisbol? ¿Por qué? ¿Es que acaso van a venir a pagar tus facturas? Si la renuncia a la idolatría de deportistas, según esta hermosa historia de iniciación, formaba parte de un aprendizaje de madurez, resulta que la sociedad española sufre una regresión y es cada día más infantil. No digo que sea extraño emocionarse delante del televisor con un gran tenista y su acumulación de trofeos. Pero algo funciona mal cuando un país basa en eso, o en lo que haga un conductor de bólidos, el concepto que tiene de sí mismo, la gestión de la autoestima, los pretextos de euforia patriótica. Valdano dijo que el Real Madrid era lo único en lo que un español podía sentirse mejor que los demás. En el deporte, se han ido multiplicando los motivos por los que un español puede sentirse mejor que los demás. Y, al mismo tiempo, también han ido aumentando las razones por las que un español puede sentirse el peor en cualquier otra cosa. Semejante coincidencia de factores sólo podía deparar esta adoración agónica que encomienda a los deportistas cosas tan absurdas como ser los modelos intelectuales y morales de la refundación de una nación con complejo de fracaso. Todo se resume en esa fastidiosa campaña de Soy español, ¿a qué quieres que te gane? que, en cuanto echas un vistazo más allá de las canchas y las pistas o sea, al mundo de los adultos inspira vergüenza ajena y nos retrata como auténticos necios cañís. A principios de los dos mil, viví en Argentina, que entonces estaba afectada por otra gran crisis que también había destruido el prestigio de todo lo que oliera a institucional: ¡Que se vayan todos! gritaban a los políticos, como aquí ahora. Ya entonces pude comprobar que sólo se mantenía intacto el patriotismo deportivo: gente que, por cantar el himno cuando jugaba la albiceleste, creía que ya había cumplido con su nación, como creía que ganar un Mundial lo habría redimido todo. Esto se parece cada vez más a aquello. De ahí el chiste con el que los amigos porteños me saludaron la victoria española en Suráfrica: Ya sois Argentina. Campeones y tercermundistas Oé, oé. COSAS MÍAS EDURNE URIARTE NADAL, POLÍTICAMENTE INCORRECTO Los grandes campeones ni se arrugan ni tienen miedo a la diferencia. Y el patriotismo español sigue estando en la diferencia Nadal se lo perdonan porque es un gran campeón deportivo. Pero él presume de dos cosas por las que te crucifican en este país y está bien recordarlo ahora que todo el mundo le reivindica. De patriota español que se emociona con nuestro himno y de practicante de la cultura del esfuerzo para ser el mejor. Dos rasgos muy peligrosos para el resto de españoles en un país en el que te ridiculizan como se te ocurra reivindicar la bandera nacional o te llaman elitista e insolidario si introduces los elementos de excelencia y competición en cualquier lugar que no sea el deporte. Ni siquiera se perdona lo anterior a todos los deportistas. Los hay, muchos, que se cuidan de exhibir la bandera nacional, no vaya a ser que se busquen problemas. Y algo parecido pasa con eso de querer ser el mejor, que, o bien lo dices pidiendo disculpas, o también te ponen a caldo, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo que ha tenido que pasar por el aro del lenguaje de la modestia y de la hipocresía para contener los insultos de los energúmenos en los campos de fútbol. Para que te lo permitan, tienes que ser el mejor de los mejores, y español y no portugués, como Cristiano. Y tener la personalidad y la valentía de A reivindicarlo, claro está. Y ocurre que los grandes campeones como Nadal ni se arrugan ni tienen miedo a la diferencia. Y el patriotismo español sigue estando en la diferencia y en la ruptura. Tanto que sólo unos cuantos números uno como Nadal, Gasol, Fernando Alonso o Sergio Ramos lo exhiben abiertamente. Y los habituales cínicos de la cosa se aguantan con gente como ésta porque no se atreven, porque los campeones son intocables. Y se concentran en el resto, entre ellos, una buena parte de las élites, comenzando por las periodísticas e intelectuales, que siguen midiendo cada palabra y cada gesto en eso de España y que, cuando suena el himno, ponen mirada distraída y despistada, no vaya a ser que les descubran alguna emoción patriótica, como a Nadal. Algo parecido pasa con el esfuerzo y la competición para ser el mejor. Por mucho que se quiera dulcificar la cosa con eso de la humildad, lo de Nadal como lo de cualquier campeón es pura ambición sin límites para competir y ganar. Disciplina y esfuerzo extraordinarios para superarse y superar a los demás. Lo vistas como lo vistas. Con la sonrisa tímida de Nadal o con el gesto retador de Ronaldo. Ambos son exactamente iguales. Obsesivamente perfeccionistas y terriblemente ambiciosos. Y eso es igual de políticamente incorrecto que el patriotismo. No hay más que ver lo que ocurre con el debate de la educación en España. Que mentas el esfuerzo, la disciplina o la excelencia y te llaman franquista y fascista. Por meterte con la igualdad y el derecho inalienable de todos a ser mediocres. Y a ridiculizar al mejor de la clase por tener la osadía de ser diferente y poner en evidencia a los demás. Aún hay una incorrección política peor en Nadal y es la evidencia de la distribución desigual de las cualidades. Los mejores se hacen, sobre todo, pero también nacen. Existe una diferencia de origen que es así de caprichosa. Pero ocurre que también se admite para el deporte, y hasta se admira, pero se niega para casi todo lo demás. Y hasta te hacen una política gubernamental para arreglarlo. Para eliminar la desigualdad de cualidades por decreto.

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