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ABC MADRID 24-05-2013 página 3
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ABC MADRID 24-05-2013 página 3

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ABC VIERNES, 24 DE MAYO DE 2013 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA INDIGNACIÓN POR ALBERTO RECARTE Creo que José María Aznar y Esperanza Aguirre están en su derecho de exigir todo tipo de responsabilidades políticas a Mariano Rajoy y al Gobierno del PP. A lo que creo que no tienen derecho es a disfrazar sus propuestas económicas de liberalismo, cuando lo que proponen es la misma política de Krugman y los socialistas europeos, que defienden el aumento del déficit público como forma de salir de la crisis recaudación a pesar de reducir el IRPF. Pero se olvida, oportunamente, de la situación de excepcionalidad en la que se movía la economía española, que disfrutaba de las ganancias de competitividad derivadas de las cuatro devaluaciones de la peseta entre 1992 y 1995 y de la euforia que desató la integración en el euro, que redujo los tipos de interés desde el 6 al 2 y que impulsó una financiación ilimitada para cualquier actividad. Lo que redundó en crecimiento económico a corto plazo y un enorme aumento de la recaudación tributaria, que permitió un aumento sustancial del gasto público, al tiempo que se reducía el déficit público. L AS declaraciones simultáneas de José María Aznar y Esperanza Aguirre con las que exigen al Gobierno del PP una rebaja de impuestos me producen indignación. No han pedido reducción del déficit público. Han evitado, así, precisar si también proponen reducir gastos públicos, y cuáles. Excepto que den por sentado que la reducción de impuestos se traduciría, inmediatamente, en mayor actividad económica y mayor recaudación tributaria. Esa es la política económica que intentó Rodríguez Zapatero desde 2008 hasta mayo de 2010 y que se tradujo en un déficit público superior al 11 y el riesgo inminente de suspensión de pagos, de la que nos está librando la impopular, pero imprescindible, política económica del Gobierno del PP de subir impuestos, reducir gastos y hacer reformas que parecían imposibles, como la del mercado de trabajo. No está de más recordar la responsabilidad de José María Aznar en la formación de la burbuja crediticia y la pérdida de competitividad de la economía española, cuando impulsó la entrada de España en el euro sin tener en cuenta la carencia de instituciones políticas y económicas que deberían haber soportado la introducción de la moneda única. Máxime cuando la integración se hizo sin reformar el mercado de trabajo y haciendo inevitable la pérdida de competitividad de nuestra economía, que se produjo por la disparidad entre nuestra alta inflación y el control de precios que ya habían interiorizado los países centrales de la Unión Monetaria Europea. La economía española no tiene margen para bajar impuestos. Somos un país empobrecido, que todavía tiene que reducir el déficit público al 3 del PIB. Un objetivo casi imposible sin una alta imposición que tiene que descansar en los que tienen mayores ingresos. Hay que recordar que en España menos de quince millones de ocupados en el sector privado mantienen, directa e indirectamente, junto con el ahorro acumulado de las familias y los impuestos que pagan las empresas, a 2,5 millones de empleados públicos, a cuatro millones de desempleados que reciben prestaciones de desempleo y a más de ocho millones de pensionistas. Además de soportar los gastos de todas las políticas del Estado del bienestar. Desde 1975 hasta 2008 más de dos terceras partes de los empleos creados en esos años, alrededor de siete millones, lo fueron por el sector público y el sector de la construcción. El resto de la economía creó apenas dos millones de empleos. Crear empleo neto y crecer económicamente sin el concurso del sector público y el de la construcción, que siguen restando a lo que aporta el sector exterior, es una situación absolutamente inédita para la economía española. Una rebaja de impuestos sin un recorte mayor del gasto social en pensiones y desempleo y una mayor reducción de los C empleados públicos provocarían un mayor déficit público, un aumento de la prima de riesgo y mayores dificultades para financiar al Estado, a los bancos, a las empresas y a las familias. La mejor política económica en estos momentos es mantener los impuestos, reducir el gasto y el déficit público y ralentizar el aumento de la deuda pública. Esa política, con todos los matices que se quiera, es la que está llevando a cabo el Gobierno de Rajoy. Esperanza Aguirre hacía populismo cuando organizaba mesas petitorias en los pueblos de Madrid para recaudar firmas contra la subida del IVA del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Ahora, ya sin responsabilidades políticas, vuelve a hacer populismo, no liberalismo. José María Aznar se equivoca cuando se pone como ejemplo de político capaz de bajar los impuestos. Lo quiere demostrar con el ejemplo de las dos reformas fiscales bajo sus mandatos, en 1998 y 2001, que lograron aumentar la reo que ambos, Aznar y Aguirre, están en su derecho de exigir todo tipo de responsabilidades políticas a Mariano Rajoy y al Gobierno del PP. La oposición del PP de Rajoy a las reformas, limitadas, del Gobierno de Rodríguez Zapatero y su campaña electoral, asegurando crecimiento y nuevos empleos, al tiempo que se reducían los impuestos, les legitima. A lo que creo que no tienen derecho es a disfrazar sus propuestas económicas de liberalismo, cuando lo que proponen es la misma política de Krugman y los socialistas europeos, que defienden el aumento del déficit público como forma de salir de la crisis. Para crecer y crear, posteriormente, empleo nuestra economía necesita empresarios, capitales, financiación y mano de obra preparada. El espectacular crecimiento de nuestras exportaciones desde el 26 del PIB de 2008 hasta el 33 del PIB en 2012 nos permite asegurar que tenemos empresarios y mano de obra preparada, pero no se puede esperar que todo el crecimiento se base en la mejora de las exportaciones. Hace falta que el resto de la economía también crezca, y para ello necesitamos, además, capitales y financiación. Dado nuestro nivel de endeudamiento público y privado, parece evidente que los capitales la inversión necesarios tendrán que venir del exterior. Para los extranjeros es más importante la seguridad de que el Estado y la banca han alcanzado unos niveles de equilibrio y solvencia reconocidos por todos que, a corto plazo, unos menores impuestos. Por su parte, la financiación mejorará con la reducción del déficit público, no con la rebaja, en el vacío, de los impuestos. Plantear, ahora, una rebaja de impuestos es una propuesta política que imagino busca debilitar al Gobierno o prepararse como alternativa a Mariano Rajoy, pero es un mensaje deletéreo para España y los españoles, que pueden creer que, en estos momentos, es posible rebajar los impuestos. Indignante. ALBERTO RECARTE ES ECONOMISTA

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