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ABC MADRID 20-05-2013 página 64
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64 TOROS LUNES, 20 DE MAYO DE 2013 abc. es toros ABC Muere Pepe Luis Vázquez El torero sevillano por excelencia El decano de los matadores falleció ayer a los 91 años. Hoy se instalará la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Sevilla FERNANDO CARRASCO SEVILLA S evilla queda huérfana del toreo más sevillano que pueda haber contemplado. Ayer, a los 91 años de edad, fallecía en Sevilla el matador de toros Pepe Luis Vázquez Garcés, quien ha encarnado, desde que siendo un chavalín con 10 años jugaba a ser torero en su barrio de San Bernardo, los más imprescindibles valores del toreo, haciendo de ellos filigrana pura pero también gracia y sentimiento. Con la muerte de Pepe Luis sobra el apellido el Toreo, la Historia de la Tauromaquia, pierde a uno de sus puntales básicos del siglo XX. Y Sevilla despide a quien, como nadie, ha representado la esencia de la Escuela sevillana, ésa que no tiene dirección conocida sino que anida en el sentimiento de los aficionados. Hoy, a partir de las diez de la mañana, se instalará la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Sevilla. Desde hacía años se encontraba deteriorada su salud. Prácticamente no salía de casa y había ido perdiendo la visión, consecuencia de aquella dramática cornada que sufrió en la cara en la plaza de Santander y que le marcó. Recientemente una caída le produjo un derrame cerebral así como una fractura en uno de los huesos del cráneo. Esta circunstancia ha propiciado, desgraciadamente, su empeoramiento, que ha terminado con este fatal desenlace. José Luis Vázquez Garcés nació en Sevilla, en el barrio de San Bernardo concretamente en el número 21 de la calle Campamento el 21 de diciembre 1921. Su padre, José Vázquez Roldán, era capataz de matarifes en el matadero, por lo que tuvo contacto, desde muy niño, tanto con el ganado manso como con el bravo. Y él, que hizo sus pinitos como novillero, inculcó en Pepe Luis, así como en sus hermanos, el veneno de la afición. Porque siguieron sus pasos también Manolo y Antonio. Con diez años aprovechaba las horas de la siesta o las noches para acudir hasta el matadero e intentar robarle muletazos a los animales que iban a ser sacrificados. Una afición que fue a más y que le llevó, con apenas 15 años, a vestirse por vez primera de luces. Fue en la plaza de Algeciras, el 18 de julio de 1936. Aquel día alternó con Antonio Bienvenida, con quien compartió muchas tardes de gloria en ruedos españoles y americanos. Dos años más tarde, el 13 de junio de 1938, debutó con caballos en la plaza de toros de Sevilla. Y a partir de ese momento, ese rubio torero de San Bernardo comenzó a instalarse en los corazones de los aficionados. En el cartel, un tal Manuel Rodríguez Manolete con el que trabaría una grandísima amistad y con el que compartió cartel hasta en 122 ocasiones. Es al año siguiente cuando se presenta en la plaza de toros de Madrid, el 13 de junio de 1939. Como novillero Pepe Luis Vázquez se había hecho con un puesto destaca- do entre los aficionados, gozando de mucho cartel en las principales plazas de toros. Pero, sobre todo, tenía revolucionada Sevilla. Sus partidarios se contaban por miles y cada vez que salía a hombros del coso del Baratillo era llevado a hombros hasta el barrio de San Bernardo. El 15 de agosto de 1940, festividad de la Virgen de los Reyes, toma la alternativa en la Maestranza, de manos de Pepe Bienvenida y actuando como testigo Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana Ese mismo año, el 20 de octubre, confirma alternativa en Las Ventas, siendo su padrino Marcial Lalanda quien años después se convertiría en su apoderado y testigo Rafael Ortega Gallito Su forma de torear, su concepto del toreo y la sapiencia delante de los toros le valieron el sobrenombre de El Sócrates de San Bernardo Los años posteriores, sobre todo 1941 y 1942, labraron la carrera de Pepe Luis Vázquez y lo auparon como figura indiscutible del toreo, en una época en la que compartía escalafón y festejos con toreros como Manolete, Manolo González, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Gitanillo de Triana, Chicuelo... sin contar con los diestros mexicanos con los que alternó: Armillita, El Soldado... Una época del toreo En Barcelona, junto a Marcial Lalanda, Gallito, Vicente Barrera, Manolete y Belmonte hijo. A la derecha, con Paquito Casado La cornada de Santander ¡Cuánto te he admirado! PACO CAMINO C amino de Pontevedra, al entierro de un amigo mío, me encuentro con esta triste noticia. Ha muerte Pepe Luis, que ante todo ha sido una persona fuera de lo normal y, como artista, fuera de lo corriente. Gran amigo y muy buena gente, honesto de los pies a la cabeza y con un trato excepcional. No pude torear con él, pero sí lo vi en el campo. Me llevó la primera vez a lo de Miura, con Diego Puerta. Corría el año 56 o 57 y nos dio el visto bueno, todo un honor. Era un fenómeno y, como sabía torear bien, le daba igual la ganadería. Pepe Luis, ¡cuánto te he admirado! En todo. La temporada de 1943 marcaría, en cierta medida, su futuro. Fue corneado en la cara de gravedad en Santander, lo que le hizo perder prácticamente el resto de la temporada y plantearse, a partir del año siguiente, sus campañas, ya que redujo considerablemente el número de actuaciones pero en cambio depuró aún más su estilo, imprimiéndole esa gracia y esa forma de interpretarlo que dejaron huella entre los aficionados y, por qué no decirlo, entre sus compañeros de profesión. Estuvo en activo, de manera ininterrumpida, hasta 1953, año en que decidió retirarse. Pero su afición pudo más y reapareció en 1959. Ese año le confirmó la alternativa en Madrid a un paisano suyo que dos años antes había cautivado a los aficionados en su presentación en la Maestranza: Curro Romero. Ese mismo año también obtuvo un triunfo memorable en la Monumental de Barcelona. Fueron sus dos últimas tardes como matador de toros. Pero su impronta ha permanecido hasta ahora, 54 años después de retirarse. Sorprende que siendo su concepción del toreo alejada de los cánones de toreros lidiadores, se enfrentase muchas tardes ha sido uno de los que más al legendario hierro de Miura. El propio diestro lo justificaba explicando que en aquella época, los públicos no te consideraban figura del toreo si no te enfrentabas a los toros de Miura

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