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ABC MADRID 15-05-2013 página 12
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ABC MADRID 15-05-2013 página 12

  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN POSTALES PUEBLA MIÉRCOLES, 15 DE MAYO DE 2013 abc. es opinion ABC JOSÉ MARÍA CARRASCAL DESESPERACIÓN A una izquierda sin soluciones, sin líderes y sin poder sólo le queda la mentira como argumento. Y la eurofobia L O peor que puede ocurrir a un político, y miren ustedes que pueden ocurrirle cosas al caminar sobre el alambre, es creerse sus propias mentiras. Que los políticos mienten como el buey muge, el perro ladra o la gallina cacarea según Camba se da por sobreentendido. Uno de los más ilustres llegó a decir que las promesas electorales están para no cumplirlas, algo que practican la mayoría de ellos. Lo malo es si acaban creyéndose sus mentiras, y en España son muchos los que se las creen. No me refiero a los nacionalistas. El nacionalismo es una mentira en sí: la de un pueblo superior a los demás, viejo mito que ha originado todo tipo de desgracias. Me refiero a nuestra izquierda, que confunde el rescate de la banca con el rescate de los banqueros, cuando sabe, por haber estado en la administración de la cajas rescatadas, que lo que intenta salvarse es el sistema financiero, sin el que ningún país puede funcionar. Otra cosa es que no se haya actuado con la debida contundencia contra esos administradores, algo de lo que no hablan por la cuenta que les tiene. No menos mendaz es proclamar que con exigir a Bruselas que se cambie la política de ajuste, la cosa está hecha. Mentira basada en otra aún mayor: considerar que la única que propugna tal política es Alemania, cuando de los 17 países que han adoptado el euro, Austria, Holanda, Eslovaquia, Luxemburgo y Finlandia, aparte de Alemania, abogan por dicho ajuste. Todos ellos menos uno son contribuyentes netos, es decir, aportan a la comunidad más de lo que reciben de ella, lo que les da mayor poder de decisión. Díganme ustedes cómo el resto, entre los que se encuentran países como Malta, Chipre y Grecia, pueden imponer su criterio. Tales patrañas, aparte de crear falsas expectativas, pueden tener un efecto bumerán si sus propagadores deciden pasar de las palabras a los hechos. Si intentan, por ejemplo, formar ese frente común contra Alemania que nuestra izquierda propugna y que sería tanto como enfrentarse a quien tiene la sartén por el mango. El resultado es fácil de prever: el fracaso de tal desafío, que en caso extremo podría originar la fractura de la zona euro, en la que los grandes perdedores serían los más pobres. Se comprende la frustración de la izquierda tradicional europea, al encontrarse sin fórmulas, sin soluciones, sin líderes y, en la mayoría de los casos, sin poder. Pero precisamente por eso tendría que andarse con más cuidado que nunca. Otro fracaso podría conducirla a la irrelevancia, desbordada por opciones políticas mucho más populistas, como empieza a ocurrir. Por allí le llega la mayor amenaza. Puestos a ser demagogos, siempre ganarán los extremistas, en la izquierda sobre todo. No se crean, por tanto, sus propias mentiras, que bastante trabajo tienen con engañar a un pueblo cada vez más escéptico hacia la política y los políticos. El premio mayor en esta farsa se lo lleva Griñán, presidente de una de las regiones que más se ha beneficiado de la UE, proponiendo abandonarla. ¿Quién pagaría entonces los ERE? ¿Planean unirse a los tories antieuropeos? ¡Eso sí es desesperación! CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC ALIAS CARLOS La crueldad por placer es la pulsión por la que se mueve un tipo como Ilich Ramírez H ANS Joachim Klein, quien sería el único herido entre los miembros del comando que, bajo el mando de Ilich Ramírez, secuestró en Viena a once ministros de la OPEP en diciembre de 1975, describe así su encuentro con Carlos en París unos meses antes: Cuando me lo presentaron, creí que era un mafioso. Tenía aspecto de eso: llevaba trajes italianos de seda, apestaba a perfume, manicura excesiva... A Klein, que era un joven cerrajero alemán, hijo de padre nazi y maltratador, aquello no le cuadraba en lo más mínimo con el arquetipo del revolucionario internacional que Ilich Ramírez, alias Carlos encarnaba a inicio de los setenta. Pero la revolución forzaba esas pintorescas fraternidades. Y Klein acabó por ser uno más del grupo de terroristas que, en Viena, asesinó fríamente a tres personas en el curso de su secuestro y que, merced a la debilidad del gobierno austríaco, triunfó en todos sus objetivos. Y Carlos el hijo de un millonario venezolano con veleidades filantrópicas, captado primero por la inteligencia soviética en la Universidad Lumumba donde estudiaba, pasó a ser el mito fundacional del terrorismo puesto en marcha por Walli Haddad al frente de esa sección palestina del KGB que fue el FPLP (comando de acciones exteriores) Es el hombre al cual, en estos días, se juzga por enésima vez en Francia. El que se duele de que el actual gobierno de Venezuela no lo apoye con igual cariño al que le mostrara Chávez. La larga entrevista concedida por el entonces prófugo Klein a la cadena franco- alemana ARTE en 1995, es un crudo relato del choque entre dos visiones del mundo. Indispensable. Para el joven alemán, como para aquellos de sus camaradas izquierdistas que sobrevivieron a los años de plomo la revolución era un arquetipo ético. Susceptible de mover a los mayores disparates, sí. Pero ético. Incompatible con la crueldad por placer. Eso que Klein descubre, en el curso de la acción de Viena, de la cual él saldrá herido, que es la pulsión por la cual se mueve un tipo como Ilich Ramírez. Se le da orden matar a todo aquel que cree un problema: la telefonista, por ejemplo. Klein se limita a destruir a tiros la centralita: es una pérdida de segundos que su jefe no le perdonará; aun habiendo sobrevivido a la acción a duras penas, el joven alemán será considerado como un peso muerto por Carlos y los suyos. Huirá a tiempo. Y se desvanecerá en el aire durante tres decenios. El segundo aspecto de Carlos, de lejos menos grave que su placer por matar, es, en el retrato que de él da Klein, su codicia: la ausencia perfecta de reparo con la cual se embolsa en cuentas personales el dinero que saca a la OPEP a cambio de no ejecutar a los dos ministros previamente condenados por su organización a muerte: el saudí y el iraní. Y de esas dos virtudes, Carlos extraerá su singular maestría para la supervivencia. En torno a él, fueron cayendo buen número de sus hombres: los europeos, sobre todo, que no eran para él más que estúpidos idealistas sacrificables. Es la lógica blindada de los agentes de inteligencia. Y Carlos lo fue de, al menos, tres o cuatro redes diferentes: soviética, palestina, iraquí, siria... E islamista devoto, al fin, porque la Revolución (él lo escribe con mayúscula) es hoy, ante todo, islámica Francia acabó dando con él. En agosto de 1994 y en Sudán. Y condenándolo a una cadena perpetua, cuya vigencia, en la República Francesa, ningún espíritu delicado la cuestiona. Cuatro asesinatos. Con las leyes españolas, estaría en la calle.

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