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ABC MADRID 08-05-2013 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MIÉRCOLES, 8 DE MAYO DE 2013 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND EL RELATO DE RAJOY Los venecianos de Famagusta terminaron comiéndose sus propios cinturones de cuero, pero no les sirvió de mucho G OBERNAR no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a quienes los provocan Así lo decía Giulio Andreotti, el más artero de los políticos italianos desde los tiempos del cardenal Mazzarino. Es una definición que define al definidor y en la que cabe todo. Según el sentido que quiera dársele al hacer callar sirve lo mismo para un gobernante demócrata instalado en la sutileza que para uno totalitario ignorante de los Derechos Humanos e inasequible para la libertad. Aquí, como somos diferentes, el Gobierno no soluciona problemas y, lejos de hacer callar a la oposición, es él quien enmudece. Mariano Rajoy, maestro en la expresión jeroglífica, tiende al silencio y quienes le acompañan mejor estarían calladitos porque cuando hablan de los grandes asuntos que nos acongojan resultan tan insolventes como Alfredo Pérez Rubalcaba con sus planes imposibles, basados en la ignorancia, para la recuperación nacional. Si nos atenemos a los hechos, la doctrina no expresada de Mariano Rajoy consiste en subir impuestos. A partir del inteligente principio de que el Estado no puede gastar más de lo que ingresan sus arcas, ha ignorado la mitad de la solución- -la reducción de los gastos- -y se ensaña con la otra mitad- -el incremento de los ingresos- No es de extrañar que su compañero de partido, Alberto Núñez Feijóo, haya dicho que al Gobierno le falta relato ¿Qué querrá decir un orensano, fino estilista de la criptografía, cuando, refiriéndose a un compostelano de pro, asegura que le falta relato? El silencio, como las medias palabras, invita a la interpretación libre de cualquier síntoma aparente. Especialmente cuando la enfermedad es muy grave. La actitud de Rajoy se parece a la de los otomanos en el sitio de Famagusta. Quiere rendirnos por el hambre. Su política fiscal, radicalmente contradictoria con su programa electoral, merma la capacidad económica de quienes tenemos el privilegio de un puesto de trabajo. Reduce el consumo con cuanto ello lleva de graves consecuencias. El incremento del paro, entre ellos. Los venecianos de Famagusta terminaron comiéndose sus propios cinturones de cuero, pero no les sirvió de mucho. Reducir el gasto, la otra posibilidad que presenta la doctrina rajoyana, llevaría consigo, además de los benéficos efectos que siempre acompañan a la reducción del gasto público, una reorganización del elefantiásico Estado que, unos por otros, hemos ido construyendo con gran irresponsabilidad y mínima percepción de futuro desde 1977. A Rajoy le falta subir cuatro o cinco escalones para alcanzar la condición de estadista. Gobierna para solucionar un presente difícil y con ello convierte en imposibles muchas opciones de futuro. Cuando tenga relato- -ya nos avisará Núñez Feijóo- -podremos entender lo que pretende. CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC IL PRINCIPE Belzebù- -epíteto con el que sus cofrades conocían a Andreotti- -borró siempre huellas. Tras su paso, solo tierra quemada O hizo jamás otra cosa, ni pensó jamás en otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre halló modo de poder hacerlo. Y jamás hubo hombre que tuviera mayor eficacia en aseverar, ni que con mayores juramentos asegurase una cosa y que la cumpliese menos; y, no obstante, siempre tuvieron sus engaños el éxito que él buscaba, porque conocía bien este aspecto del mundo El elogio- -porque es un elogio- -de Maquiavelo a Alejandro VI, debiera ser inscrito sobre la lápida de Giulio Andreotti. Pocos encarnan tan bien la máquina sin afectos: el Estado. Todo a su alrededor fue noche y niebla. Lo difícil, ahora, es decir algo objetivo. Belzebù- -epíteto entre sus cofrades- -borró siempre huellas. Tras su paso, sólo tierra quemada. Cuando un aprendiz de quinta fila como González muera, ningún historiador tendrá problema para contar el GAL. Dudo que nadie logre desvelar la tupida red de política y crimen que fue el monumento andreottiano. Como él gustaba decir, en los políticos españoles manca finezza. En su caso, sobraba. Prefiero, pues, dar la palabra al único que se juzgó su igual. Y que fue aniquilado. 30 de abril de 1978, el secuestrado Aldo Moro se sabe ya hombre muerto. A la espera del tiro en la nuca, salda cuentas- -en carta a su esposa- -con sus camaradas de la Democracia Cristiana. En el fondo se trataba N de un intercambio de prisioneros como el que se practica en todas las guerras (y ésta en el fondo lo es) Al veto a negociar, lo llama Moro un asesinato de Estado Que beneficia a Andreotti, por supuesto. También a otros engranajes de la glacial relojería: ¿Y Zaccagnini? ¿Cómo puede quedarse en su sitio tranquilamente? ¿Y Cossiga... Mi sangre caerá sobre ellos 1978. 16 de marzo. Aldo Moro, presidente de la DC, es secuestrado por las Brigadas Rojas. Esa misma tarde, Andreotti somete al Parlamento el nuevo Gobierno por él presidido. En la conmoción tras el secuestro, los comunistas, que habían anunciado el día antes su rechazo a Andreotti, optan por respaldar al nuevo ejecutivo. Pasan meses. Andreotti anuncia su negativa a negociar la liberación del hombre que estaba puliendo el pacto con el PCI. Desde su encierro, un Moro desgarrado envía cartas. Suplica en ellas a Andreotti que salve su vida. Il Principe se mantiene inflexible. Las cartas van tomando tono cada vez más amargo. La del 29 de marzo, aún guarda las formas. Pero es inequívoca su posición anti- andreottista: El sacrificio de los inocentes en nombre de un abstracto principio de legalidad, mientras un indiscutible estado de necesidad debería inducir a salvarlos, es inadmisible... Que Dios os ilumine para lo mejor, evitando que os hundáis en el fango de un doloroso episodio Andreotti no escucha. Y, en la carta del 4 de abril, Moro lo ve como enemigo: Soy un prisionero político a quien vuestra brusca decisión de interrumpir cualquier diálogo... pone en una situación insostenible El 24 de abril, está ya convencido de que su partido busca su muerte. Dicta su voluntad última: Por una evidente incompatibilidad, pido que en mis funerales no tomen parte ni autoridades del Estado ni miembros del partido Entre el 27 y el 30 de abril, Moro redacta su carta testamentaria. Sentencia a los de Andreotti: Mi sangre caerá sobre ellos 9 de mayo, su cadáver aparece en un maletero en Roma, entre las sedes del PCI y la Democracia Cristiana. No hizo jamás otra cosa, ni pensó jamás en otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre halló modo de poder hacerlo Epitafio para un príncipe.

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