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ABC MADRID 29-04-2013 página 15
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ABC MADRID 29-04-2013 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 29 DE ABRIL DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 15 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN A GRANDES MALES... RENDICIÓN ¿Dónde está el capitán llamado a patronear esta nave que se hunde? ¿Cuál es su hoja de ruta? O debería sorprendernos. Lo que hizo el Gobierno el viernes, al confesar su impotencia ante la virulencia de la crisis económica, fue algo similar a lo que ha venido haciendo, desde el comienzo de su mandato, cada vez que se ha enfrentado a un problema grave: claudicar. En un primer momento, restar importancia al asunto y o atribuir la responsabilidad del mismo a un agente externo; después, aparcarlo en un cajón oscuro con la esperanza de que se arregle por sí solo o por la acción lenitiva del tiempo; y finalmente, tirar la toalla. Nuestra toalla. La que administra con plena legitimidad democrática, no lo discuto, aunque generando un grado de decepción sin precedentes en la Historia reciente. Se ha rendido Mariano Rajoy ante el separatismo desafiante de Artur Mas, cuyas ofensas a la Nación española nunca ha rebatido esgrimiendo un discurso firme, hasta el extremo de plantear la posibilidad de una financiación privilegiada para Cataluña a cambio de paz política. Se ha desentendido el presidente, con sus ciento ochenta y seis diputados, de la presencia de ETA en las instituciones y de sus constantes provocaciones, con el argumento de que cualquier humillación es preferible a un atentado terrorista. Ha mirado hacia otro lado ante el escándalo de corrupción que corroe los cimientos de su partido, desde la asepsia distante de una pantalla de plasma. N Y ahora deja que su vicepresidenta salga a dar la cara, acompañada de los ministros del ramo, para decir a los españoles que abandonen toda esperanza. No debería sorprendernos, aunque sí inquietarnos. Porque nada hay más peligroso e imprevisible que alguien tan desesperado como para enloquecer. Alguien sin nada que perder, llevado al extremo de lo soportable. Alguien como ese parado romano que ayer disparó a dos policías, ante la imposibilidad de alcanzar a los políticos que constituían su objetivo. Es un hecho aislado, no lo elevo a categoría. Constato, eso sí, que se está creando un clima propicio para la multiplicación de episodios de esa naturaleza, por la combinación perversa de un contexto económico terrible, una falta de liderazgo rayana en la orfandad y un déficit de coraje que supera con mucho el que señala la diferencia, en números rojos, entre lo que ingresan las arcas públicas y lo que gastamos. ¿Dónde está el capitán llamado a patronear esta nave que se hunde? ¿Cuál es su hoja de ruta? ¿Cómo piensa gobernar un país en el que apenas catorce millones de trabajadores del sector privado, cada vez más abrumados a impuestos, han de sostener a cuarenta y seis millones de personas? ¿Es posible que acepte resignadamente ver a uno de cada cuatro ciudadanos abocado al desempleo? ¿Ignora que el sistema de pensiones está al borde de la quiebra? ¿Qué más necesita para darse cuenta de que el tinglado administrativo que soportamos sobre nuestros hombros es sencillamente insostenible y no podemos permitirnos este modelo autonómico elefantiásico, que ha multiplicado el gasto de manera desproporcionada con respecto a los servicios? Puesto a perder las próximas elecciones, porque su derrota está cantada si se cumplen los lúgubres pronósticos formulados tras el último Consejo de Ministros, ¿no podría perderlas como consecuencia de haber llevado a cabo reformas valientes, de habernos dado una oportunidad devolviendo a la sociedad la potestad para administrar unos recursos hoy devorados hasta el tuétano por este Estado insaciable? Podría ser peor, por supuesto. Podríamos estar intervenidos. Pero la partida no ha hecho más que empezar. Resistir en esta ocasión, no le llevará a ganar. Nos condena a todos a una derrota sin paliativos. IGNACIO CAMACHO SOBREACTUACIÓN La sobreactuación del pesimismo es una extraña táctica política, una especie de arriesgado zapaterismo inverso ESPUÉS de la tétrica declaración del viernes, en la que el Gobierno pareció renunciar, a través de sus portavoces más lúgubres, a los objetivos de la legislatura, sólo cabría la esperanza cínica de que las previsiones oficiales se equivoquen para bien tal como hasta ahora se han equivocado para mal. El ministro Guindos sugería ayer en estas páginas la hipótesis de que el Gabinete haya exagerado su pesimismo para otorgarse credibilidad ante los supervisores europeos, y eventualmente- -esto no lo dijo él- -para acabar el mandato presentando al electorado una recuperación mayor de la prevista. Como estrategia es dudosa, por no decir estrambótica; se trataría de una especie de zapaterismo inverso destinado a provocar una sorpresa positiva a costa de inocular en el cuerpo social un previo estado de ánimo melancólico. Un concepto como poco peculiar del liderazgo político, al que se supone la capacidad, o al menos la voluntad, de prescribir a los ciudadanos un cierto espíritu de cohesión y de esperanza. Lo cierto es que en el Gobierno se respira más optimismo en privado que en público. Esta confianza sotto voce explicaría como una deliberada sobreactuación táctica la sombría comparecencia del fin de semana, cuya consecuencia lógica, de responder a un ejercicio de sinceridad transparente, habría tenido que ser el harakiri público de sus taciturnos protagonistas. La desastrosa puesta en escena forma ya parte de la rutina comunicativa del marianismo; lo que no queda del todo claro es el sentido político de la presunta impostura. Tal vez se deba a un erróneo concepto de la resistencia churchilliana, entendida sólo en su mitad agónica; la promesa de sangre, sudor, sufrimiento y lágrimas conllevaba una fe en la recompensa final que Guindos y Montoro se olvidaron de transmitir con el énfasis necesario. Más bien expresaron un desaliento conformista, una resignación lánguida y mustia que invitaba a la rendición y el desánimo. La otra posible explicación de este aparente conformismo dramático consiste en que la declaración estuviese orientada más hacia fuera que hacia dentro. Que fuese un mensaje a los eurócratas antes que a los españoles. Si ésa era la intención de la maniobra tiene un altísimo coste político, fácil de entender, y también económico, porque ha extendido un profundo derrotismo en un momento en que se necesita sobre todo confianza. Confianza para invertir y confianza para contratar. En su prioridad por bajar la deuda como condición primordial del crecimiento, el Gobierno parece postergar la necesidad de un rearme moral que saque del abatimiento a la sociedad española. Y corre el riesgo de dar la impresión de que la prima de riesgo le importa más que el paro, aunque objetivamente uno esté vinculado a la otra. Como siempre tratándose de Rajoy- -que es el que debería explicarse- estamos ante un juego de manejo de tiempos. El problema es que los suyos son mucho más elásticos que los de la gente y que, por más que acabe teniendo razón, puede que la legislatura no le alcance para demostrarla. D 110 AÑOS DE HUMOR GRÁFICO EN ABC Chumy Chúmez (02 09 1961)

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