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ABC MADRID 12-04-2013 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA VIERNES, 12 DE ABRIL DE 2013 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND LOS INCÓMODOS Rajoy hace mal en prescindir de los nombres más notables y con mayor personalidad de su partido Q UIZÁS se trate únicamente de una casualidad; pero, a la vista de la confusión reinante, debe repararse en el hecho de que Esperanza Aguirre, instalada en la abstinencia política, se haya ido hasta Rosario, la tercera ciudad más populosa de Argentina y cuna natal del Che Guevara, para lanzar desde allí, en uno de esos congresos que inspiran la vocación viajera de los políticos al uso, su última y revolucionaria proclama doctrinal. ¿Qué tendrá Rosario para enardecer el ánimo político? Los hechos acaecidos en sus años de poder han desmentido en buena medida la prédica liberal de Aguirre. No es fácil la praxis liberal en un Estado en el que los dos grandes partidos políticos compiten en gestos socialdemócratas; pero, ya cesante, la muchas veces ex vuelve en los dichos por donde solía. Hay que dejar caer a los bancos en quiebra dice- -y dice bien- -una de las pocas cabeceras de cartel de que, con capacidad de convocatoria y crédito personal, dispone la política española. De la crisis no se sale subvencionando el desempleo, sino mejorando la educación y la capacitación profesional ha dicho también quien, como titular de Educación, precedió en el cargo a Mariano Rajoy. El día en que se establezca la concordancia entre los dichos de quienes aspiran al ejercicio del poder ejecutivo, o de quienes ya lo abandonaron, y los hechos en su tiempo de poder todos estaremos a salvo. Habrá desparecido el timo de las promesas electorales incumplidas que tanto ha enriquecido en votos a nuestros grandes líderes y sabremos a qué atenernos. Aguirre, por lo que dice, vale un potosí. Y me quedo corto. Por lo que hace ya es otra cosa. Sus nueve años como presidenta de la Comunidad de Madrid, no exentos de mérito ni cortos en realizaciones, han estado llenos de flagrantes contradicciones con la doctrina liberal en la que dice asentarse y ahí está Telemadrid, una desgracia, como botón de muestra de lo que digo. Mariano Rajoy, últimamente tan amigo de Alfredo Pérez Rubalcaba, hace mal en prescindir de los nombres más notables y con mayor personalidad de su partido. Cierto es que, por sus propios méritos y su relevancia, resultan incómodos en la cumbre de una formación que, aún siendo más conservadora que liberal, no puede negar el protagonismo de las personas; pero también lo es que solo con muñequitos tan obedientes como escasos en experiencia y formación, no se puede llegar muy lejos. Ni la catástrofe que vive el PSOE le garantiza al PP unos resultados brillantes, como los presentes, en los comicios previstos para el año que viene. ¿Esperará Rajoy, por ejemplo, reconquistar Madrid- -Ayuntamiento y Autonomía- -con la alcaldesa y el presidente que, por traslado o abandono de sus mentores, llevan hoy la vara municipal y el collar autonómico? MONTECASSINO HERMANN RECETA DE VIOLENCIA Y DOLOR Quieren destruir las instituciones y ven en su debilidad la oportunidad esperada O se sabe ya quiénes son más peligrosos, si los cínicos que jalean, promueven y protegen los acosos rojipardos contra políticos electos del partido del Gobierno, o unos responsables del Gobierno y del partido agredido que hacen todos los días alarde de pensamiento débil. Lo que está claro es que juntos, unos y otros, nos pueden generar esa mezcla explosiva que les suministre a los peores radicales de este país la primera sangre derramada en la calle por enfrentamiento entre ciudadanos de diferentes opciones políticas. Esa pesadilla no la sufrimos ni siquiera en los momentos más oscuros e inestables de la transición. Y fue porque todos los partidos democráticos estaban obsesionados con cumplir la ley y distanciarse con rotundidad de todos aquellos que la violaban. Ya no es el caso. Las acciones violentas que se han extendido por todo el territorio nacional cuentan con el apoyo o al menos la comprensión de la izquierda. Que no ha condenado, más allá de alguna honrosa excepción individual, como la de Felipe González, los violentos acosos contra políticos del PP. Hasta aquí hemos llegado por la senda de relativizar, forzar o violar las leyes en aras de causas supuestamente superiores en moralidad y bondad. Esta senda la abrió el anterior presidente del Gobierno, en su delirante e insensata ofensiva para cambiar el régimen constitucional español. Pactó con N todos los violadores de la ley, desde ERC hasta ETA, y abrió este camino de descomposición legal e inseguridad jurídica que no sabemos adónde nos puede llevar. Sí podemos estar seguros de que, si no reaccionamos y se le pone coto pronto, a nada bueno. Es receta de violencia y dolor. Ahora ya están en la calle quienes desprecian las leyes y desafían al monopolio estatal de la violencia. Quieren destruir las instituciones y ven en su debilidad la oportunidad esperada. Enfrente tiene un Estado que parece inerme. Quienes sabemos que nuestro Estado democrático y de Derecho tiene todas las armas necesarias para hacer frente a los agresores, desesperamos ante la indecisión, confusión y evidente falta de carácter de los gobernantes. Así hemos llegado aquí. Puede que estemos en el umbral de ese escenario de violencia callejera que anhelan algunos. Ayer por primera vez se supo de una medida administrativa contra uno de los comandos de coacción de amedrentamiento que circulan hasta ahora con total impunidad por las ciudades grandes y pequeñas de España. Esperemos que no salga el ministro del Interior a desmentir toda medida sancionadora. Muchos españoles habían depositado enormes esperanzas en un nuevo Gobierno con mayoría absoluta, objetivos muy claros y que habría sido capaz de hacer muchas cosas bien, sólo con deshacer felonías de sus antecesores. Ya han pasado los tiempos de la estupefacción de comprobar que el Gobierno Rajoy emula en lo peor a Zapatero y su tropa. Ahora ya se mezcla la indignación por los errores y los incumplimientos con el miedo a que su falta de iniciativa, creatividad y energía, se plasme en la dejación de su primera obligación de preservar el orden público. Sin convivencia pacífica y respeto a la ley, sin seguridad, todo deja de tener importancia. La pasividad oficial y la impunidad de los agresores provoca reacciones de miedo y necesidades de autodefensa. No sólo de políticos del PP a los que se puede callar con sanciones grotescas por decir lo obvio y decente: que si uno ve amenazada a su familia se defenderá. Todas las dificultades y estrecheces en esta crítica situación política y económica pueden ser asumibles. Menos el hecho de que quienes violan la ley, ofenden, agreden y no cumplen decidan siempre y en todo la agenda en España.

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