ABC MADRID 11-04-2013 página 13
- EdiciónABC, MADRID
- Página13
- Fecha de publicación11/04/2013
- ID0006204485
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ABC JUEVES, 11 DE ABRIL DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 13 EL CONTRAPUNTO UNA RAYA EN EL AGUA ISABEL SAN SEBASTIÁN TURBA NO ES CIUDADANÍA Once millones de papeletas valen más que un millón de firmas o que un millar de manifestantes, por mucho ruido que armen T ANTO empeño puesto por el expresidente socialista, tanto dinero invertido en obligar a los estudiantes a cursar una asignatura llamada Educación para la Ciudadanía y resulta que España anda más pez que nunca en el conocimiento de los rudimentos que constituyen el abc democrático. Inane hasta el extremo de dejarse avasallar por hordas de presuntos indignados que se arrogan una representación de la que carecen y se erigen en pueblo soberano Ayuna de conciencia nacional. Profundamente ignorante en lo que atañe a la Constitución. Carente de musculatura defensiva. Chirría oír a Ignacio Fernández Toxo, líder de un sindicato que agrupa a un millón cien mil afiliados en un país con más de dieciséis millones de cotizantes a la Seguridad Social, pontificar en nombre de los trabajadores: El Gobierno actúa contra la mayoría de la ciudadanía Ofende a la inteligencia que Ada Colau, ese personaje de moda en busca de pesebre partidista, dé lecciones de civismo desde una plataforma, generosamente subvencionada con dinero público, dedicada al acoso e intimidación de políticos culpables de militar en las filas del centro- derecha. Produce honda inquietud al ciudadano honrado, cumplidor de sus obligaciones tributarias, comprobar que el Ministerio del Interior no ha ordenado todavía a los Cuerpos y Fuerzas de Segu- ridad que impidan, con todos los medios a su alcance, estos actos de coacción violenta no sólo lacerantes para quien los sufre, sino contrarios al espíritu y la letra del Estado de Derecho que nos cobija. Porque nada hay más opuesto a la ciudadanía que la turba. Ambos términos se refieren a un conjunto de personas en un contexto político, pero si el primero connota libertad ordenada, ejercicio responsable de los derechos democráticos, mayoría medida en los comicios, imperio de la Ley, espíritu cívico... el segundo evoca caos. El diccionario define turba como muchedumbre de gente que se manifiesta tumultuariamente exactamente lo que hacen los secuaces de Colau al abrumar con sus escraches a ciertos electos del PP escogidos como chivos expiatorios de su ira. Antes que ellos desempeñaron ese papel los judíos, los herejes, las brujas los enajenados, los constitucionalistas en el País Vasco... En breve nos tocará a periodistas, banqueros y bancarios, jueces, profesores, o cualquiera con capacidad de articular un discurso público que no pase por el aro antisistema. Basta leer cierta prensa, cada vez más abundante, o seguir la actualidad a través de algunas televisiones y radios, para constatar hasta qué punto se ha impuesto el lenguaje tergiversado propio del argumentario de megáfono y pancarta. En las redes sociales se eleva hasta la amenaza directa y el insulto obsceno la agresividad mostrada hacia quien se permite cuestionar algunas doctrinas de la izquierda radical, como por ejemplo que un desahucio puede ser dramático pero no deja de ser una medida contemplada en nuestro ordenamiento jurídico, aceptada en un contrato por quien la sufre y por tanto lícita. Fascista es lo más amable que puedes esperar leer en tu cuenta de twitter si te atreves a refutar alguno de sus dogmas sagrados. Y sin embargo nada hay más totalitario que confundir la razón de la fuerza con la fuerza de la razón. En democracia, la voluntad popular determinante a la hora de atribuir la responsabilidad de gobernar se expresa mediante el voto en las elecciones. La protesta tiene sus cauces y su valor, en ningún caso prevalentes con respecto al veredicto de las urnas. Once millones de papeletas valen más que un millón de firmas o que un millar de manifestantes, por mucho ruido que armen. Todo lo demás es barbarie. IGNACIO CAMACHO EL OPTIMISTA SOBREVENIDO Rajoy ha dado en aventurar el fin de la crisis con certidumbre casi ontológica, como quien fija una cita en su agenda Z 110 AÑOS DE HUMOR GRÁFICO EN ABC Summers (21 03 1993) APATERO llamaba optimismo antropológico a lo que simplemente se trataba de voluntarismo, un defecto congénito que afectaba al nervio óptico de su mirada política: veía la realidad a través de un brillante caleidoscopio de colores que su cerebro sólo decodificaba en claves positivas. Rajoy, en cambio, siempre ha parecido un tipo más bien cauteloso y desconfiado incluso de su propia experiencia, y por supuesto reacio de principio, como buen gallego, a admitir que las cosas sean como parecen. Un hombre al que hasta las evidencias se le antojan sólo hipótesis. Sin embargo en los últimos tiempos ha dado en aventurar el fin de la crisis con una certidumbre casi ontológica, poniéndole además fecha en 2014 como quien apunta una cita en su agenda. Y ahí se mantiene, rocoso en el pronóstico, refractario a las previsiones europeas, a los informes bancarios, al pesimismo social, al eco infausto de los brotes verdes en la memoria ciudadana. Esta insólita confianza presidencial nace del criterio de los fontaneros de Moncloa, un grupo de pretorianos jóvenes y muy eruditos que ejercen de gurús en el entorno marianista. Tras escrutar a diario informes, estudios y curvas estadísticas y procesar un aluvión de análisis y datos con voluntad de alquimistas políticos están convencidos de que el año que viene se producirá salvo catástrofe imprevista añaden un punto de inflexión que abrirá claros nítidos y progresivos en la negritud del paisaje. El problema de este diagnóstico es, por un lado, que desde que comenzó esta crisis las catástrofes se suceden con una recurrencia aleatoria pero terca; por otro que se necesita bastante crecimiento sostenido para que los resultados macroeconómicos lleguen a la percepción de una sociedad zarandeada por la desesperanza; y por último, que Zapatero también tenía sesudos arúspices que daban aliento argumental a sus sonrientes vaticinios fracasados. Es cuestión de creer o no creer; cada gobernante tiene los asesores que se merece. Es posible que tanto Rajoy como su antecesor se hayan sentido obligados, por su posición de liderazgo, a intentar la creación de marcos mentales que si no instalan un estado de convicción al menos no siembren el desánimo. Muchas veces la economía se mueve por efectos de profecía autocumplida. En el caso del actual presidente no existen precedentes de comportamiento voluntarista; salvo que esté sufriendo improbables ataques de electoralismo prematuro hay que pensar que de veras cree en la mejora. También se lo susurran en privado los grandes capitanes de empresa, que tienen el oído pegado al suelo donde se oye crecer lenta, muy lentamente la hierba. Siendo como es persona sensata, debe de saber lo peligroso que es volver a vender humo. Después de todo lo que llevamos sufrido nadie le perdonaría que su optimismo obedeciese a la imprudente evolución de un pesimista mal informado.