ABC MADRID 10-03-2013 página 102

DOMINGO 10.3.2013 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. Diario ABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 35.502 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Atención al cliente 902 334 555. JUAN MIGUEL VILLAR MIR Españoles Retratos de ÁLVARO YBARRA ZAVALA Una bandera en el cielo Por IGNACIO CAMACHO C UANDO ocupó la Torre Espacio de Madrid, un baluarte de 230 metros de altura diseñado por el estudio de Pei Partners en el eje norte de la Castellana, Juan Miguel Villar Mir mandó erigir una capilla en la planta 33 y coronar la formidable estructura de acero y cristal con una enorme bandera de España. Una rotunda declaración de principios que expresaba su triple credo en la fe, en la nación y en su propio éxito, afianzado con suficiente determinación para desafiar con un rutilante rascacielos el paroxismo de la crisis inmobiliaria. Este hombre alto, de rasgos faciales anchos y entrecejo asimétrico, que fue breve ministro de Hacienda en los albores de la Transición, ha construido gran parte de las tripas del desarrollo español de las últimas décadas y ha expandido un imperio de hormigón, energía, siderurgia y transportes que abarca desde América hasta China pasando en tren de alta velocidad por los lugares santos de La Meca. Su vocación de servicio al país la recompensó el Rey con un título de marqués, pero la corona con la que sueñan sus sentimientos es la del escudo del Real Madrid cuya presidencia le arrebató, en el interregno del florentinato, el audaz golpe de mano de un aventurero outsider. Nadie es perfecto, que diría Billy Wilder; y siempre le quedará la gloria de haber clavado una bandera en el velazqueño cielo de la Corte.