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ABC MADRID 26-02-2013 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MARTES, 26 DE FEBRERO DE 2013 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND ASUNTOS DE ESTADO Según Adolfo Suárez, hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal L rumor, según la brillante acuñación de José María García, es la antesala de la noticia. Es una vicenoticia que necesita dos condiciones para jerarquizarse como noticia de pleno derecho: confirmación y publicación. Llevábamos mucho tiempo hablando en voz baja, como los conspiradores de antes de la electrónica, de la princesa Corina zu Sayn- Wittgenstein y este fin de semana, corto de acontecimientos nuevos y largo de temores viejos, el diario El Mundo saca el rumor de su antesala cortesana y, con despliegues de primera página, lo convirtió en noticia que ya circula por los circuitos ordinarios. Según Adolfo Suárez, hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal. Otra cosa son los efectos que ese trámite de normalidad pueda tener en la vida privada de la Zarzuela, en el supuesto discutible y discutido de que los reyes reinantes puedan tener vida privada. Afirma la princesa Corina: Soy una mujer discreta y leal Lo primero es tranquilizador e infrecuente y lo segundo, perteneciente a la intimidad y el compromiso de las personas, no deja de ser una virtud ciudadana dada la notoriedad del personaje y, sobre todo, la de su amigo y mentor. En principio, después de contemplar con admiración la figura y el estilo de una princesa que conserva el título de su primer marido, aunque sin derecho a tratamiento real, poco habría que decir. Pero se da la circunstancia de que The New York Times informó hace unos meses de que la princesa Corina actuó como asesora estratégica del Gobierno español para asuntos relacionados con el Oriente que los americanos dicen Medio y es Próximo para nosotros. Ahora, la entrevistadora de Corina, Ana Romero, que es una joven periodista gaditana de acreditado valor profesional y lejana del mundo del cotilleo y el corazón, le ha arrancado a su entrevistada algunas declaraciones notables. Hay una que tiende a coincidir con las previas al NYT: La colaboración que he prestado al Gobierno español, cuando se me ha pedido, ha sido siempre delicada, confidencial. Son asuntos clasificados, situaciones puntuales que he ayudado a solucionar por el bien del país ¿Quién le encargó a tan interesante e internacional señora algún trabajo que, según sus palabras, cabría atribuir a los asuntos reservados que se relacionan con la seguridad del Estado? No nos vamos a sorprender aquí, después de más de 300 años de presencia regia de los Borbón, de sus juegos íntimos y sus caprichos amatorios pero, tratándose de asuntos de Estado merecedores de discreción, sería importante y urgente que el Ejecutivo nos diera cuenta parlamentaria de lo que pasa y de los asuntos clasificados que hemos encomendado a un personaje extranjero sin retribución alguna. El Estado tiene su liturgia. E COSAS MÍAS EDURNE URIARTE LA LUCHA DE CLASES DE MICHELLE OBAMA Una no puede liderar la lucha de clases a lo Michelle Obama, vestida cual estrella de Hollywood Michelle Obama le ocurre lo que a tantas primeras damas progresistas, o damas progresistas a secas, que sucumbe a la tentación del lujo y el glamour. Del lujo y el glamour de los ricos y poderosos que dicen combatir en nombre de los pobres. Ella fue en los Oscar algo más sutil que Maribel Verdú en los Goya y se puso un Naeem Khan en lugar de un Chanel, pero no pudo resistirse a una variación del Yes, we can con aquello de Podemos superar cualquier obstáculo mientras exhibía su vestido de lentejuelas y sus bellos brazos desnudos, como ya lo hiciera hace algún tiempo en la portada del Vogue de Anna Wintour. Un look que simboliza ese quiero ser tan bella y glamourosa como las estrellas de cine mientras mitineo por los pobres de este mundo en los lugares de los ricos de este mundo. Coherencia, sí, ese es el primer problema de los progresistas que se han puesto como fieras en España tras las críticas que les hemos hecho a su mitin de los Goya. Al parecer, vestir un traje de Chanel te inhabilita para realizar cualquier crítica ha escrito una progresista enfadada, muy interesante, por otro lado, como es Elvira Lindo. Pues sí, te inhabilita para hacer determinadas críticas, por ejemplo, a los ricos que ex- A plotan a los pobres. Por mera coherencia. Una no puede liderar la lucha de clases a lo Michelle Obama, vestida cual estrella de Hollywood. La lucha de clases a la que ha apelado su marido, Barack, para pedir subidas de impuestos a los ricos. He ahí también la diferencia esencial de lo de nuestros actores con Gerard Depardieu. También ha enfurecido a los progresistas la comparación con Depardieu del ministro Montoro. Y, en efecto, la comparación es errónea, pero no por lo que irrita a los progresistas, sino por una cuestión también de coherencia. Porque Depardieu se ha ido de Francia en plena coherencia ideológica, protestando contra los excesivos impuestos a los más ricos. La diferencia de algunos de nuestros actores es que pagan impuestos, casualmente, en países donde los ricos pagan bastante menos que en España. Mientras abogan en España por la lucha de clases contra los ricos, como Michelle Obama, con su vestido rutilante y sus pretensiones de diva hollywoodense. Y no, lo nuestro tampoco tiene que ver con lo de Darín y Cristina Kirchner, a lo que también han apelado los progresistas ofendidos. Como si Verdú fuera el Darín que criticó a Kirchner, y la enfadada Kirchner, la derecha española. El fastidioso problema de esa comparación, para los progresistas, quiero decir, es que Darín es un tipo que ha roto la corrección política y la dictadura progresista argentina. Y se ha metido con el poder de verdad, el de los progresistas que están con los Kirchner y sus amigos. Darín es un disidente y nuestros mitineros son el poder. El poder que manda en la industria de la cultura, que es con el que están la mayoría de nuestros artistas. El poder que manda de verdad en lo que a sus intereses se refiere, hacer más películas o lograr premios. Y son implacables con los disidentes, que no son Maribel Verdú o Javier Bardem, sino los que normalmente callan. Al que habla, como Clint Eastwood en Estados Unidos, le llaman tonto o mal actor. Mientras se visten de Chanel o de Naeem Kahn y llaman a la lucha de clases, desde los Goya o desde esa nueva sede de Hollywood que es ahora la Casa Blanca.

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