Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 12-02-2013 página 66
ABC MADRID 12-02-2013 página 66
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 12-02-2013 página 66

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página66
Más información

Descripción

66 PRIMER PLANO Benedicto XVI renuncia Opinión TRIBUNA ABIERTA MARTES, 12 DE FEBRERO DE 2013 abc. es sociedad ABC RESPONSABILIDAD, HUMILDAD, GRANDEZA POR OLEGARIO GLEZ. DE CARDEDAL ¿Puede el máximo responsable de la Iglesia soportar esos tres golpes mortales que han sido la pederastia, la ruptura de la comunión por los Lefebrianos y la traición de una persona tan cercana a su vida personal? él como hacia el umbral de una Plenitud prometida? Su libro sobre Jesús de Nazaret es el quicio de su pensamiento: no pudo dejar de escribirlo. Con él deja la pluma para entregarse a la plegaria. ¿Cómo y porqué se le habrá hecho necesaria esta decisión? Yo hablé con él en julio de 2011; estaba enhiesto y confiado. Al verle en octubre de 2012 ya estaba inclinado y silencioso. ¿Pueden el cuerpo y la normal psicología humana de quien es máximo responsable de la iglesia soportar esos tres golpes mortales que han sido la perversión del Evangelio por la pederastia, la ruptura de la comunión por los Lefebrianos, la traición de la confianza por una persona tan cercana a su vida personal? Hacia aquellos ha ido hasta el extremo, ofreciéndoles lo posible en el orden litúrgico, si aceptaban el Concilio Vaticano II, y no ha tenido respuesta. Como alemán no podía dejar de pensar que otra actitud de los papas hubiera evitado la ruptura de Lutero. Por él no han faltado ni la mano tendida; ni la reforma doctrinal, moral financiera; ni la fidelidad a esas cuatro palabras señeras; ni el encuentro con la filosofía, la cultura y las religiones del mundo. Ha ejercitado el diálogo, fe y razón. Ha estado en los lugares donde la paz estaba en peligro. Sobre todo no ha cejado de recordarnos a los humanos que Dios es la primera palabra, nuestra suma posibilidad y nuestra máxima necesidad; que en la respuesta a él en la fe y el amor llegamos a nuestra plenitud; que él separa el bien del mal y que cuando anulamos esta diferencia nos avecindamos en el territorio de la muerte. ¿Q ué implica mayor fortaleza de espíritu: aguantar en la misión asumida hasta beber las últimas heces de la agonía o por el contrario renunciar al cargo una vez llegado el momento en que se comprueba que no nos es posible cumplir objetivamente con sus exigencias? Hay el heroísmo de la resistencia, que lleva al sujeto hasta el extremo de sus fuerzas, manteniendo unidos vida y cargo; mientras que existe también el heroísmo de la sumisión a las leyes de la naturaleza, a las condiciones de salud, a lo que los hechos humanos y los signos divinos invitan, reclamando una renuncia. La de Benedicto XVI a su cargo de obispo de Roma es una decisión histórica, en cuanto rompe con una tradición milenaria en la que los papas no dimitían y abre otra en la que eso será una posibilidad normal. Y lo ha hecho con unas palabras transparentes, comunicando en libertad una convicción madurada en libertad: no tiene las fuerzas físicas con la consiguiente capacidad intelectual y moral necesarias para guiar y regir la barca de la iglesia. ¡Sin aspavientos y sin pretensiones, con la sencillez con que en 2005 anunció su aceptación desde la ventana de San Pedro: Soy un pobre obrero en la viña del Señor Así vino y así se va. La memoria histórica nos lleva a recordar dos personalidades que le han precedido en este orden, y por contraste. Juan Pablo II, que con la conciencia de que un pastor no puede abandonar a su rebaño, y de que un cristiano no puede bajarse de la cruz que el Señor le encomendó llevar, permaneció en el ministerio hasta su muerte. Celestino V, que sólo permaneció en el pontificado durante brevísimo tiempo: desde el 5 de julio al 13 de diciembre de 1294. ¿Se refiere a él Dante cuando dice: Vi la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran renuncia (Infierno III, 59- 60) La renuncia que hoy vivimos no es precisamente signo de noluntad o cobardía. En tan corto pontificado ha acometido tres grandes tareas, dentro de lo que él definió como su única misión: ser servidor del Evangelio. Este Evangelio lo ha traducido a la historia en tres grandes órdenes: clarificación intelectual de la verdad cristiana, para garantizar que la iglesia no propone opiniones de hombres sino palabra de Dios; reforma moral especialmente en aquellos órdenes que son más frágiles y vulneradores de la dignidad humana; transparencia fi- nanciera, de forma que los dineros de la Iglesia en su uso y sus fines correspondan a exigencias éticas y contribuyan también a realizar los ideales propios de la iglesia. Al encontrarse con el límite uno puede crecerse en el heroísmo o perderse para siempre. Aceptar los límites es signo de humildad por un lado y de grandeza por otro. Benedicto XVI los aceptó en el momento de llegar al pontificado. Sabía que a su edad ya no podía llegar al inmenso abanico de tareas propias de quien guía a una comunidad de 1.500 millones de miembros. Se propuso las de mayor connivencia con su trayectoria como teólogo y prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. Su tarea se situó en el orden de la inteligencia con la santidad y exigencias que ella comporta como guía de la vida humana. Se centró en las cuatro grandes palabras de la modernidad. La primera es la verdad. Esta, absolutizada en vacío, se convierte en un ídolo como escribió Pascal. La Verdad cristiana es idéntica al Amor. Tal es su primera encíclica: Dios es amor (25.12.2005) en diálogo con Nietzsche y su acusación de que el cristianismo había envenenado el amor y el placer. En continuidad con ella están los tres grandes discursos en las universidades de Ratisbona, de la Sapienza en Roma y de los Bernardinos en París. La segunda gran palabra es libertad, y refiriéndose a su relación con la naturaleza y el orden divino, mostró sus consecuen- Humildad Los hombres tienen anhelo de ver al Papa. No hay que tomarlo como un agasajo personal cias éticas en los discursos dirigidos al Parlamento alemán en Bonn, al Parlamente inglés en Londres y a la Curia en Roma. La tercera gran palabra es justicia, y a ella dedicó su tercera encíclica: La caridad en la verdad (29.6.2009) Ante la situación de guerra, pobreza y marginación existentes en el mundo, el diálogo explícito o implícito con Marx no podía estar ausente. La cuarta palabra es esperanza. Su segunda encíclica Salvados por la esperanza (30.11.007) responde a la pregunta de Kant. ¿Qué nos cabe esperar? ¿Es posible la esperanza para los seres finitos, mortales y además pecadores? Y si no hay justicia y esperanza en el futuro, ¿no prevalecen entonces los verdugos sobre las víctimas, la violencia frente a la inocencia? ¿No queda vaciado de dignidad y sustancia nuestro presente? El Futuro absoluto, ¿es una sombra que amenaza o podemos encaminarnos hacia El entonces cardenal Joseph Ratzinger, junto a González de Cardedal, durante su visita a Madrid en 1989 ABC

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.