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ABC MADRID 04-02-2013 página 13
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ABC MADRID 04-02-2013 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC LUNES, 4 DE FEBRERO DE 2013 abc. es opinion OPINIÓN 13 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN COMO BUITRE A LA CARROÑA Rubalcaba no se ha atrevido a lanzar contra su adversario un ataque político frontal, como por ejemplo una moción de censura L E ha faltado tiempo a Rubalcaba para lanzarse sobre un Rajoy herido, confiando en alimentarse de su cadáver sin tener que mancharse las garras. A diferencia de los cazadores y semejanza de los carroñeros, no se ha atrevido a lanzar contra su adversario un ataque político frontal, como por ejemplo una moción de censura, seguramente por miedo a la munición que podría ser utilizada contra él en el debate parlamentario al que obligaría dicha iniciativa: El caso Faisán, los EREs de Andalucía, que supusieron el robo de 800 millones destinados a los parados; la fundación Ideas, Campeón y otras muchas corrupciones que salpican a los socialistas. Tiene tantas cosas que callar don Alfredo, tantos muertos en el armario, que le resulta más rentable dejar el trabajo sucio a ciertos mensajeros amigos para adoptar, a continuación, el papel de salvapatrias pidiendo la dimisión del presidente del Gobierno. ¡Líbrenos la democracia de semejantes patriotas! La regeneración que se precisa para evitar la quiebra de todo el sistema, la limpieza que nos merecemos los españoles de bien, paganos con nuestros impuestos de toda esta orgía hedionda, no puede ni debe pasar por personajes como Rubalcaba. Por sus hechos les conoceréis y él tiene una biogra- fía inequívoca. Claro que sin el olor que desprende la carroña, sin la llaga profunda que debilita a todo el PP, empezando por su líder, el número uno del PSOE no habría tenido opción a desplegar esas habilidades para la agitación que tan buenos resultados le dieron en el pasado. Él ha aprovechado su oportunidad, demostrando una vez más que carece de escrúpulos, pero desde Génova 13 le han puesto las piezas como a Fernando VII en el juego de billar. Porque una cosa es convencer y otra muy distinta apelar a la fe de los ciudadanos, que es lo que hizo Rajoy en su comparecencia del sábado. Es falsa aseguró el presidente, en referencia a esa lista de la infamia que habría filtrado Luis Bárcenas. Una relación de sobresueldos en b y donativos ilegales que, de ser cierta, liquidaría el buen nombre del PP y de muchos de sus dirigentes o asesores, como Pedro Arriola, que aparece en la relación como el máximo perceptor de fondos opacos. Es falso que yo haya cobrado o repartido dinero ilícito en mi partido repitió el acusado. Luego habló de su honestidad y de lo bien que se habría ganado la vida como registrador. Envolvió su mensaje en un tono tan firme como sincero, y logró que mucha gente, incluidos compañeros de profesión, declararan haberle creído. Yo no. Tampoco dejo de creerle. Me remito a las pruebas. A Dios lo que es de Dios y al César... La experiencia invita al agnosticismo político y la independencia impone el ateísmo partidista. Yo invoco mi derecho a obtener respuestas. ¿Por qué no aceptó Rajoy preguntas de los periodistas? ¿Por qué no dio una explicación plausible para este monumental escándalo? Si se trata de un montaje sin base alguna, de una conspiración para destruir al PP... ¿Por qué un anunció allí mismo una querella contra el ex tesorero chantajista y contra el periódico que ha publicado esas presuntas calumnias injuriosas? El caso Bárcenas atenta contra el honor de Rajoy, del PP, del Gobierno y de España. Es obligación del jefe del Ejecutivo ponerse en manos de la Justicia y pedirle que hable cuanto antes. No nos merecemos un Gobierno que espere a que escampe ni tampoco una oposición carroñera. Exigimos verdad y decencia. IGNACIO CAMACHO TANGENTÓPOLIS El proceso de degradación de la vida pública española se parece a aquella catarsis que destruyó el statu quo italiano ACE veinte años, la corrupción se llevó por delante el régimen político instaurado en Italia desde la posguerra. Una oleada judicial más o menos coordinada encarceló a políticos, empresarios, sindicalistas, mafiosos, deportistas, editores, diplomáticos. Hombres, mujeres, a veces familias enteras de la élite dominante. Los partidos convencionales, incluidos la Democracia Cristiana y el PC, se desplomaron; alguno- -el Socialista- -desapareció y la mayoría tuvo que refundarse. En las tiendas de lujo que frecuentaba la clase dirigente vendían kits de emergencia para pasar la primera noche en prisión. Nada quedó a salvo en la cúpula nacional: hubo ciertos suicidios, cayeron varios Gabinetes y quebraron bancos y empresas. Fue una catarsis torrencial, devastadora, bautizada como Tangentópolis: la ciudad de las mordidas, el país de los sobornos. El actual proceso de degradación de la vida pública española se parece bastante a aquella catarata que destruyó el statu quo italiano. Una sociedad sumida en la postración de una crisis sin precedentes contempla enfurecida el modo en que la venalidad ha corrompido sus instituciones básicas, desde los partidos al entorno de la Corona pasando por la banca, la gran empresa y hasta la propia justicia. Como en Italia, el mal procede de los tiempos de la prosperidad pero su revelación ha estallado ante la opinión pública en el doloroso clímax de un desmantelamiento del bienestar y la cohesión social. Y como allí, la dirigencia pública se muestra incapaz de autorregenerarse, atrapada en los vicios de su pasado, colapsada en sus mecanismos de respuesta, enrocada en sus tics de conservación del poder. El estado de desconfianza ciudadana ha extendido la sospecha hasta un grado paroxístico mientras se desmorona la reputación colectiva del país, necesitado de ayuda financiera exterior. El Gobierno está sitiado por un escándalo de financiación irregular y la oposición carece de credibilidad por su reciente fracaso. El escepticismo popular y la esclerosis de la sociedad civil y de la vida económica apuntan a la emergencia de un fallo multiorgánico que amenaza la viabilidad del sistema mismo. Las grietas del régimen constitucional del 78 resquebrajan ya no sólo la fachada sino la estructura del Estado. Tangentópolis tuvo un desenlace inesperado: de los escombros de la partitocracia surgió triunfante el populismo de Berlusconi, que ha conducido a otra parálisis. Las encuestas dibujan en España un principio de desintegración bipartidista de efectos imprevisibles; la estabilidad política de la nación está en riesgo de desequilibrarse en un proceso atomizado, propicio para prédicas redentoristas y aventurerismos salvapatrias. La Historia, escribió Marx, tiende a repetir como farsa su propia tragedia. Pero ni siquiera el doctrinario de Tréveris previó la posibilidad de que se pueda dar dos veces el mismo drama. H MÁXIMO

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