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ABC MADRID 30-01-2013 página 62
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  • EdiciónABC, MADRID
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62 DEPORTES MIÉRCOLES, 30 DE ENERO DE 2013 abc. es deportes ABC Eufemiano, en la Operación Puerto Bolsas con apodos Se ponían motes en las bolsas de sangre porque era más cómodo que llamarlos por los nombres y los apellidos Roberto Heras ¿Me pregunta usted el nombre de mis clientes? Heras sí era una de las personas a las que asesoraba Comunicaciones en clave Hablábamos en clave porque tenía miedo a los periodistas, que me habían pinchado el teléfono hacía tiempo Podía haber futbolistas, atletas, tenistas... Eufemiano Fuentes pasa un mal rato ante el juez e implica a otros deportes en su trama JOSÉ CARLOS J. CARABIAS MADRID Las preguntas que no quiso responder ¿Por qué si sus clientes eran ciclistas profesionales acudían a usted cuando tenían tratamiento médico gratuito en sus equipos? ¿Por qué, si las transfusiones eran legales, todos ellos decidieron que sus muestras fueran identificadas mediante apodos y ninguno quiso poner su nombre y apellidos? ¿Dónde consta el consentimiento de los deportistas y que recibieron información sobre los riesgos del tratamiento? ¿Por qué todos sus clientes pertenecían a equipos en competición? ¿Correspondían algunos de los símbolos puntos, círculos, conjuntos vacíos... -a sustancias como EPO, insulina o anabolizantes? ¿Por qué siempre hablaban en clave si sus actividades eran lícitas? Llegados al punto de los sudores fríos provocados por un interrogatorio sólido y una férrea perseverancia de la fiscal y la abogada del Estado, el gurú todopoderoso de las soluciones mágicas, el mejor psicólogo del deporte que combinaba su astucia con la ciencia y las transfusiones de sangre, reclamó árnica al estrado. Señoría, ¿me puedo sentar? le preguntó Eufemiano Fuentes a la magistrada que dirige el juicio de la Operación Puerto después de tres horas de interrogatorio. Ya había admitido que entre su clientela había otros deportes, además de ciclistas: futbolistas, atletas, tenistas y boxeadores. En esa época (2006) no trabajaba para ningún equipo ciclista, pero sí asesoraba a deportistas de forma individualizada: podía haber atletas, futbolistas, atletas, boxeadores... Ya había reconocido a Roberto Heras como uno de sus asiduos consumidores. Y ya había explicado cómo el trasiego de la sangre no era para dopar a los deportistas y mejorar su rendimiento a cambio de dinero, por supuesto, sino para velar por su salud y compensar el hematocrito (nivel de los glóbulos rojos) de todos ellos. Expectación mundial ante su declaración y más de 150 medios acreditados en el juzgado de San Blas. Eufemiano bebió agua, mucha agua, durante su comparecencia. Su fama de seductor escurridizo y hábil encantador de serpientes se fue desvaneciendo a medida que la fiscal, primero, y la abogada del Estado después, le apretaron los cordones del zapato. Armstrong confesó, dicen, por el miedo a enfrentarse a la cárcel después de mentir a un tribunal. A Eufemiano lo juzgan en España por un delito contra la salud pública (si la sangre es un me- dicamento o estaba bien conservada y almacenada) no por incitación al dopaje o suministro de sustancias. Armstrong admitió las transfusiones como parte de su programa de dopaje y Eufemiano dijo que sí, que hacía transfusiones, pero calculadas y sin riesgo: Si el deportista tenía la sangre muy viscosa, le sacábamos sangre para evitar ese peligro. Y la congelábamos. Si tenía hematocrito bajo o anemia, le devolvíamos esa sangre por una cuestión de salud Eufemiano se escabulló como pudo de las preguntas relacionadas con el tratamiento y conservación de las bolsas de sangre en los pisos de Madrid que compartía con el hematólogo José Luis Merino Batres, de las dos máquinas específicas que compró a través de su sociedad (Medisport Canarias S. L. cuando en España solo hay tres de esas características, de los apodos de sus clientes inscritos en las bolsas en vez de recoger los datos en análisis certificados con nombres y apellidos, del lenguaje en clave para descifrar los planes de dopaje según las investigaciones de la Guardia Civil. Y que todo se apuntaba en folios manuscritos y en una libreta, no en un procesador informatizado ni nada por el estilo. ¿Y qué pasaría si se hubiera perdido la agenda? ¿Se acordaría de quién era cada bolsa de sangre? le preguntó desde la evidencia la abogada del Estado. En una llamada al dramatismo, Eufemiano Fuentes involucró a su familia en el proceso. Aseguró que los medicamentos prohibidos incautados por la Guardia Civil en 2006 eran para su uso personal, para su hija, enferma de cáncer o su padre, que murió hace unos años. ¿El Actovegin? Era para mí, que también soy deportista. ¿La EPO? Era para mi hija. ¿Los medicamentos del piso de Alonso Cano? Eran para Alberto León (su colaborador que se suicidó en la Operación Galgo) Y más inquietante que nada fue el preludio del médico canario, en una declaración que pasó medio inadvertida. Conozco a Merino Batres desde hace veinte años Análisis del testimonio de Eufemiano Fuentes en el juicio

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