ABC MADRID 04-01-2013 página 5

ABC VIERNES, 4 DE ENERO DE 2013 abc. es ENFOQUE 5 Barack Obama disfruta de unos días de descanso en las playas de Hawái AFP Obama, chapuzón en Hawái El trono de Neptuno JAIME GONZÁLEZ Fue Henry Percy Douglas, vicealmirante de la Armada británica, quien en 1917 decidió clasificar los diferentes estados de la mar en diez grados tomando como referencia el tamaño de las olas. Desde la mar llana (grado 0) a enorme (grado 10) la escala Douglas se convirtió en una herramienta tan eficaz que fue adoptada por la mayoría de las naciones del planeta. A tenor de la imagen, la mar en Hawái se movía ayer entre el grado 0 y 1, porque esa ola que rompe sobre la figura de Barack Obama es de cresta suave- -poca cosa para alcanzar la categoría de rizada- pero corta y suficientemente bien marcada como para no ser considerada. Henry Percy Douglas se fijaría en el color de la ola para determinar con mayor precisión qué grado aplicar a su escala: cuando la espuma pasa del tono vidrioso al blanco es que el estado de la mar se va encrespando. Con mar enorme, las olas se hacen tan altas que a veces los barcos desaparecen de la vista en sus senos, que es la manera poética que tienen algunos marineros de referirse a la parte inferior de las ondulaciones del agua. Si la normalidad de un país se midiera por la escala Douglas, en Estados Unidos- -superado el abismo fiscal- -salta a la vista que Barack Obama puede bañarse sin problemas. En España, a la escala Douglas le faltarían grados, porque el 10 (mar enorme) se quedaría corto para describir la altura de las olas, su color, la longitud de sus crestas, el tamaño de sus senos y la intensidad del viento. Y el fantasma de Henry Percy Douglas saldría corriendo para persuadir al presidente del Gobierno de que, con olas de más de 14 metros, es un suicidio luchar contra los elementos. Mariano, don t do it (Mariano, no lo hagas) le diría el espectro del vicealmirante de la Armada británica. Y, sin embargo, Rajoy lleva un año mar adentro, cubierto de espuma blanca y agarrado a la cresta de una ola tan alta que o se convierte en émulo de Alfonsina o logra alcanzar la orilla de la playa. En cuyo caso, Neptuno ya puede ir despidiéndose del trono.