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ABC MADRID 16-12-2012 página 15
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ABC MADRID 16-12-2012 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC DOMINGO, 16 DE DICIEMBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL RECUADRO ANTONIO BURGOS PITADAS AL GOBIERNO Pita que te pita, el manifestante se cree árbitro que le señala penalti y enseña tarjeta al Gobierno. Tarjeta roja, naturalmente E N la presente crisis (vulgo con la que está cayendo hay una industria floreciente en España, cuya producción se la quita el mercado de las manos: la fabricación de silbatos para las manifestaciones. Las manifestaciones tienen modas y tendencias. En un tiempo se llevó mucho convertirlas en carnavaladas, paseando muñecos con la efigie del repudiado, o llevando ataúdes de guasa, como de Entierro de la Sardina, a veces hasta con coro de viudas plañideras de mentirijillas vestidas como para representar La Casa de Bernarda Alba De Chile, me parece, nos llegó la moda de la cacerolada. No había manifestación que se preciara que no llevara su percusión de ollas y sartenes. Ahora se llevan las pitadas. Los silbatos como arbitrales, pero a centenares, a miles. Sabemos los millones de habitantes que tiene España según el último censo, pero desconocemos la cantidad de millones de pitos que esos españoles llevan en sus labios para chiflar protestas y desesperaciones contra el Gobierno. Vivo entre el campo del Betis y un hospital y he observado cómo en los últimos tiempos ha cambiado, como la dirección del viento, el sitio desde donde viene el sonido de la orquesta de pitos. Antes los pitidos, acompasados, acompañados de gritos, venían del campo de mi Betis, cuando un árbitro cometía contra el Glorioso las injusticias que los trencillas suelen. Ahora la Sinfónica del Silbato viene, coral y justiciera, desde el hospital. Unos pitidos acompasados, rítmicos, como el de los brasileños que hacen contrapunto a la samba en los desfiles de Carnaval. Ya no hay manifestación sin acompañamiento de pitada. Pitada coral y rítmica. Como si más que una manifestación de médicos y enfermeras contra los recortes sanitarios fuese una protesta de Undiannos Mallencos y de Velascos Carballos. Ahí quizá esté la clave. La clave de sol, naturalmente, para la partitura del concierto de pitadas contra los recortes del Gobierno que interpreta la Sinfónica de Médicos y Enfermeras, la Filarmónica de Jueces y Abogados, la Orquesta Nacional de la Enseñanza. Con el silbato en la boca, pita que te pita, el manifestante se cree árbitro del partido de la crisis, que le señala penalti y enseña tarjeta al Gobierno. Tarjeta roja, naturalmente. ¿De dónde sale tanto silbato? Ya digo que debe de haber una industria floreciente al fondo de este fenómeno. Nadie ha sabido contestarme a esta pregunta del millón, del millón de pitadas contra el Gobierno: los silbatos, ¿los suministran los sindicatos o cada manifestante se busca el suyo? No sé a usted, pero a mí los sibilantes de bata blanca, camiseta verde o toga negra me ponen tan nervioso como esos guardias de la porra o agentes de movilidad que en los atascos creen que cuanto más nos piten y manoteen para que avancemos, más pronto se va a terminar el embotellamiento, cuando lo que consiguen es que con la excitación se nos cale el coche. Los que tienen que estar muy molestos con la moda de la rítmica pitada son los poetas de las manifestaciones. Los autores de la lírica del pareado ramplón. Con tanta pitada, se oye peor el acierto del creador que, exprimiéndose el caletre, acuñó rima tan difícil como Gallardón, dimisión O lo más armónico y grecolatino del anapesto en los pies métricos de: Sanidad, pública Gracias a los silbatos nos libramos de los poetastros de los pareados de las manifestaciones. Una buena pitada te evita la tontería de Soraya, conviene que te vayas o Montoro, Wert dice que es un toro Yo creo que lo de los pitos es por lo difícil que es sacarle un pareado con buena rima a Rajoy, porque Rajoy, te espero en el Savoy no pega. O quizá pague los silbatos la Junta de Andalucía, para que no oigamos a la CSIF de los funcionarios que corea: Griñán y Valderas nos roban la cartera IGNACIO CAMACHO EUROPA CUARTEADA La UE es una institución inventada por un belga y un francés, compuesta de 27 Estados y en la que siempre manda Alemania L MÁXIMO A duración y la crudeza de la crisis nos van a acabar liquidando a todos en mayor o menor medida, o por lo menos nos van a dejar para el arrastre, pero lo que ya se han llevado por delante es la dimensión solidaria y cooperativa de la Unión Europea, ese viejo sueño de posguerra que la caída del muro berlinés pareció convertir en una utopía factible. Nacida para superar el desgarro de la tragedia del siglo XX, la Comunidad no ha necesitado otra guerra para resquebrajarse en sus estructuras y en sus principios de superación de egoísmos nacionales; ha bastado con una recesión lo bastante prolongada para sacar a flote el instinto de supervivencia individual ante unos recursos inesperadamente escasos. En una paráfrasis de aquella célebre frase de Lineker sobre la supremacía alemana en el fútbol se podría decir que la Europa comunitaria es una institución que inventaron un belga y un francés, compuesta de un número creciente de Estados y en la que siempre manda Alemania. La cosa no fue mal mientras los líderes teutones tuvieron una conciencia mutual inspirada en la necesidad de superar la gran herida del nazismo y la fractura comunista, pero el nuevo siglo ha traído una generación dirigente que se siente mucho menos vinculada a sus deudas históricas. No es casual que Angela Merkel proceda de la antigua Alemania del Este; su arquitectura mental y moral está construida con materiales dogmáticos muy diferentes a los de Kohl, Brandt o Adenauer. Por una razón o por otra, y no es desdeñable la de que el suyo es el país que mejor ha resistido la crisis, ha terminado asociando su sentido de pertenencia europea a una idea de liderazgo nacional. Y la forma doctrinaria e imperativa en que lo ejerce está provocando una visible quiebra emocional del proyecto común, que será muy difícil de recomponer incluso cuando la prosperidad regrese. La ausencia de peso específico en la dirigencia de los demás países ha otorgado a Merkel una relevancia sin contraste. Vivimos en un tiempo de mediocres que la cúpula de la UE refleja con una desnudez dramática. Alemania se impone por inercia de su propio poder económico sin encontrar quien establezca contrapesos políticos. Y el sueño europeo, que tanto tuvo que ver con ciertos impulsos visionarios, se ha quedado en un triste marasmo burocrático camuflado por una débil retórica. El crecido número de socios bloquea la capacidad de tomar decisiones y en ese corral estéril gallea con su criterio hegemónico una Merkel de luces cortas pero resolutiva e inflexible. El problema no es sólo político: la deconstrucción sentimental se ha instalado en las opiniones públicas y la Europa pujante y esperanzadora de los noventa se ha transformado otra vez en un puzle de recelos mutuos y estereotipos nacionalistas. Ése es el gran fracaso porque no habrá eurobonos ni bancos centrales capaces de recomponer una ruptura de las emociones.

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