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ABC MADRID 18-11-2012 página 3
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ABC DOMINGO, 18 DE NOVIEMBRE DE 2012 abc. es opinion LA TERCERA 3 F U N DA D O E N 1 9 0 3 P O R D O N T O R C UAT O LU C A D E T E NA EL SUEÑO AMERICANO POR JUAN PABLO FUSI El New Deal, la respuesta de Roosevelt a la crisis, pasó de ser una frase a un programa articulado de reformas económicas y sociales. Roosevelt (ese fue su gran acierto) hizo de la presidencia la encarnación de las aspiraciones sociales de la nación AÍS agrario en 1880, los Estados Unidos eran en 1914 el primer país industrial del mundo. Estados Unidos estuvo a la cabeza de la segunda revolución industrial, la revolución de la electricidad, el acero y la industria química y de los inicios del automóvil. Hacia 1890, la Standard Oil (petróleo, barcos, oleoductos, grupos financieros) era la organización industrial más fuerte del mundo. En 1901, la U. S. Steel Corporation era, con sus 758 siderurgias, la primera empresa mundial del sector. En 1910 había ya en Detroit 60 empresas de fabricación de automóviles. La población norteamericana pasó de 62,9 millones en 1890 a 248,7 millones de habitantes en 1990; el PIB, de 13,1 billones de dólares en 1890 a 5.567,8 billones de dólares en 1990. Unos 23,5 millones de personas, en su mayoría europeos, emigraron al país entre 1880 y 1920, y otros 22 millones, sobre todo hispanos y asiáticos, entre 1950 y 1990. El crecimiento del país distó de ser homogéneo. Los desequilibrios económicos entre los distintos estados fueron inmensos, especialmente en el viejo Sur, anclado en el subdesarrollo y la pobreza hasta la década de 1960: unos dos millones de negros abandonaron el Sur entre 1880 y 1920, la mayoría a los nuevos guetos de las grandes ciudades del norte. Las divisiones y tensiones sociales (y la cuestión racial) provocadas por el propio crecimiento económico e industrial y por la inmigración masiva de trabajadores europeos fueron igualmente extraordinarias. Como mostró la literatura negra de Hammett y Raymond Chandler, criminalidad y corrupción policial y municipal eran casi endémicas. Con todo, Estados Unidos vivió entre 1900 y 1920 una verdadera era progresiva, un gran proceso de reforma moral y política de la sociedad: medidas legislativas en defensa de los derechos de los trabajadores, mujeres y población negra, y de las libertades civiles y constitucionales; limitación y control del poder de las grandes empresas; leyes contra la corrupción política; ampliación del derecho de voto (incluido el sufragio femenino, concedido finalmente en 1920 tras 52 años de lucha) y en beneficio de una regulación ordenada de la vida urbana y sus problemas (higiene colectiva, seguridad ciudadana, viviendas, criminalidad, educación, parques públicos, centros comunitarios para inmigrantes, creación de jardines de infancia, campamentos de verano, prohibición de la venta y consumo de bebidas alcohólicas, control de calidad de alimentos, etcétera) Los Estados Unidos entraron en el siglo XX ya como un poder mundial. En 1898, derrotaron de forma fulminante a España, en la guerra desencadenada por el conflicto colonial de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Theodore Roosevelt (1901- 08) y Woodrow Wilson (1913- 20) devolvieron a la presidencia la dimensión verdaderamente nacional que no haver (1929- 33) pareció destruir el sueño americano. No fue así. La respuesta a la crisis estuvo precisamente en lo que parecía ser la tradición política norteamericana: liderazgo presidencial como encarnación de las cualidades de dinamismo, energía e idealismo que se suponía definían al pueblo norteamericano. La elección en 1933 a la presidencia del demócrata Franklin D. Roosevelt (1882- 1945) un patricio neoyorquino pariente del anterior presidente del mismo apellido, un hombre excepcionalmente intuitivo y que irradiaba optimismo y confianza, fue la solución. El liderazgo y optimismo del nuevo presidente fueron providenciales. Devolvieron al país la confianza en su capacidad y en su futuro. l New Deal, la respuesta de Roosevelt a la crisis, pasó de ser una frase a un programa articulado de reformas económicas y sociales. La Ley de Emergencia Bancaria y la Ley Económica, de marzo de 1933, crearon un servicio de garantía estatal de depósitos, que permitió sanear muchos bancos. La Dirección Federal de Ayudas Urgentes, creada el mismo mes, concedió préstamos a los estados más afectados por el desempleo. La Dirección de Regulación Agrícola proporcionó subsidios y créditos a los agricultores. El Servicio de Crédito refinanció las hipotecas sobre las granjas. La nueva Ley de Valores regularizó el funcionamiento de la Bolsa. La Dirección de Obras Sociales (febrero de 1934) emprendió numerosas obras públicas que dieron empleos a unos dos millones de personas; la Dirección del Valle de Tennessee, una obra gigantesca cuya realización llevó varios años, transformó la cuenca de aquel río mediante la construcción de pantanos, la potenciación del regadío y de la electrificación y el fomento del turismo. El Cuerpo Civil de Conservación, creado en noviembre de 1933, dio empleo a unos dos millones de jóvenes en trabajos de reforestación, vigilancia y conservación de espacios naturales y lucha contra epidemias y plagas. Luego, entre 1935 y 1938, se crearon una Dirección para la Recolonización, que ayudó al asentamiento de campesinos en tierras nuevas, y una Dirección de Obras Públicas, que construyó autopistas, puentes y aeropuertos y dio empleo a unos 8 millones de personas. La Ley Wagner de julio de 1935 reforzó el poder de los sindicatos en las estructuras de las empresas. En agosto de 1935 se aprobó la Ley de Seguridad Social, que estableció pensiones de vejez y de viudedad y subsidios de desempleo. La Ley de Prácticas Laborales (1938) instituyó el salario mínimo y fijó la jornada laboral en 40 horas semanales. El New Deal fue una verdadera revolución institucional. Palió la miseria rural, dio empleo temporal a millones de personas, electrificó la Norteamérica rural, sentó las bases del Estado del bienestar y trajo considerables beneficios a las minorías étnicas de las zonas depauperadas de las grandes ciudades. Roosevelt (ese fue su gran acierto) hizo de la presidencia la encarnación de las aspiraciones sociales de la nación. JUAN PABLO FUSI HISTORIADOR P E JAVIER CARBAJO bía tenido desde Lincoln. Theodore Roosevelt entendió que el país necesitaba un liderazgo fuerte que ordenara, precisamente, el crecimiento desordenado que venía experimentándose desde finales del siglo XIX. Wilson, un político impregnado de un fuerte sentido mesiánico sobre el destino de los Estados Unidos y que concebía la presidencia como un liderazgo moral e idealizante, desarrolló una amplia labor legislativa orientada a reforzar los fundamentos democráticos de la tradición política norteamericana. En 1917, soldados norteamericanos luchaban por primera vez en la historia de Europa. En 1919, el presidente Wilson decidía, tras la I Guerra Mundial, el nuevo orden internacional y lo hacía según la visión idealista norteamericana del mundo: sobre la base de la creación de una Sociedad de Naciones entendida como una asamblea democrática de naciones soberanas donde la cooperación internacional, el arbitraje y la democracia abierta deberían garantizar la paz internacional. Las presidencias de los republicanos Harding y Coolidge (1920- 29) quisieron representar un retorno a la normalidad decimonónica: aislamiento internacional, papel mínimo del gobierno federal en cuestiones económicas y sociales. El boom de la posguerra, de los años veinte, pareció darles la razón. La crisis de 1929 (colapso de la Bolsa de Nueva York, cierre de unos 5.000 bancos en tres años, paralización de la construcción y de la industria, hundimiento del sector agrícola, 12- 15 millones de desempleados, violencia social, huelgas... les desautorizó ante la historia. La crisis destruyó la presidencia de Hoo-

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