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ABC MADRID 20-10-2012 página 16
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA SÁBADO, 20 DE OCTUBRE DE 2012 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND LO QUE NUNCA MUERE Para entender el fenómeno de la comunicación en España, no conviene confundir la crisis con la carestía N febrero de 1933, el mismo día en que la factoría Krupp presentaba en Alemania el motor diésel, en Nueva York salía a la calle el primer número del semanario Newsweek que acaba de anunciar para fin de año la desaparición de su edición impresa. Es decir, mientras Alemania consolidaba su industria, los EE. UU. sin olvidar la suya, potenciaban la libertad como esencia nacional. Ahora, algunos analistas quieren ver en la mutación electrónica del tradicional competidor de Time y U. S. News World Report un anticipo de la desaparición de la prensa de papel. Nada más lejos de la realidad. Cierto es que asistimos, con la incorporación de Internet a los cauces de la comunicación, a un nuevo tiempo; pero en el caso concreto de los semanarios su extinción, generalizada en todo el mundo- -repásese en el triste panorama español- tiene mucho más que ver con el hecho de que los diarios se han convertido, según Baura, en semanarios de aparición cotidiana. Los contenidos de la prensa, incluidos sus abundantes y en algunos casos innecesarios suplementos, se han arrevistado La urgencia informativa es audiovisual y electrónica y los periódicos clásicos están en el análisis, la opinión y la investigación. ¿Qué sentido tienen los semanarios tradicionales? Para entender el fenómeno de la comunicación en España- -tan sesgado, tan frentista- -no conviene confundir la crisis con la carestía. La primera afecta a todos los territorios de la actividad y se amalgama con otros problemas, no siempre económicos, para configurar un paisaje económico. De él surge la carestía que, a los efectos informativos, reduce notablemente la posibilidad inversora de los anunciantes y, con ello, la principal vía de financiación de los medios. Simultáneamente, la pérdida de capacidad adquisitiva de los ciudadanos induce a un menor consumo de periódicos y revistas. Pero no hay ningún rechazo social, y menos cultural, a los sucesores de Gutenberg. Las nuevas ofertas se acumulan sobre las viejas, sin anularlas. De no ser porque los editores y los redactores somos los mismos, estaríamos asistiendo al brote de un mayor pluralismo; pero, desgraciadamente y salvo excepciones muy singulares, solo tenemos delante una mayor colección de collares para un mismo perro. Newsweek se adapta a los nuevos tiempos y seguirá cobrándoles a sus lectores una módica cantidad por sus servicios. Hay en ello mucho más, o mucho menos, que nuevas tecnologías y oportunidades electrónicas. Caducan los viejos sistemas de transporte y distribución, desaparecen de los buzones los ejemplares de la suscripción y el coste de lo uno y de lo otro se ha multiplicado por tres, sin entrar en los de la redacción y producción, en el último cuarto de siglo; pero la esencia del fenómeno es imperecedera. E HAY MOTIVO TOMÁS CUESTA MOTÍN EN EL PARVULARIO España se enfrenta hoy con la peor de las herencias socialistas: la de esas generaciones que galopan hacia el infantilismo más cerril desde la autocomplacencia más ignara E L único error que ha cometido el señor Wert al denunciar la politización de los motines párvulos es no haber subrayado con más énfasis que una huelga política en el sector de la enseñanza no es, a fin de cuentas, sino un rotundo pleonasmo. Desde que Pierre Bourdieu (y sus cien mil adláteres) transformaron las aulas en el nuevo escenario de la lucha de clases, no ha habido milenarismo más lesivo, más empobrecedor, más atorrante que el que aúna la épica de la revolución pendiente con el lirismo pánfilo del eterno niñato. El que ha hecho de la pedagogía un santuario en el que aún rigen los dogmas de una ideología exhausta. La batalla por la escuela es hoy, sin más, la batalla por la vida adulta. Y hay que agradecer al proyecto de ley Wert el haber abordado esa necesidad, tras decenios de complacida instalación en los más lerdos ideales de esa infancia a perpetuidad, decretada por la LOGSE socialista y que ha convertido a la española en la más deficiente enseñanza de toda Europa. Y claro que es política esforzarse por salir del erial abierto desde los años de Felipe González. Y claro que es política- -la peor, la más reaccionaria, la que más condena al hijo de los ciudadanos humildes al fracaso- -esta rabieta de pedagogos y de sindicatos contra cualquier intento racional de ajustar el sistema académico español a criterios europeos. En ese ascenso a la excelencia a través del estudio y el esfuerzo se cifra el único futuro del continente. En Lecciones de los maestros George Steiner, que es, a su vez, uno de los maestros de la sensibilidad contemporánea, hace una interpretación de La Divina Comedia como epopeya del aprendizaje. Dante, un perfecto escolástico al fin y al cabo, habría concebido su poema como una serie de lecciones y clases magistrales que configuran, nutren, corrigen y elogian al discípulo en cada caso. El intelecto asciende desde la perplejidad más tenebrosa hasta los límites del entendimiento humano, que son exactamente los del lenguaje. Educar significa conducir hacia delante dejar atrás el Infierno de la puerilidad y hacerle un quiebro a la condenación que representa la infancia. Es decir, lo contrario de lo que nuestros educadores perpetran, hoy por hoy, con sus supuestos educandos. Es decir, lo contrario de lo que nuestros regresivos sindicatos se empeñan en imponer como un descerebrado paraíso. España se enfrenta hoy con la peor de las herencias socialistas: la de esas generaciones sin riendas ni equipaje que galopan hacia el infantilismo más cerril desde la autocomplacencia más ignara. A medio plazo es algo aún más letal que nuestra presente ruina. Hace ya mucho tiempo, Louis Pauwels, uno de los profesionales más brillantes de la gran época del periodismo en Francia, acuñó la expresión Sida mental para definir los estragos que la pandilla de Jack Lang estaba provocando entre los colegiales del hexágono, país para el cual Condorcet había forjado, en 1789, el monumento de la enseñanza republicana. El virus del progresismo educativo había arrasado con la cultura del esfuerzo, con el continuum de la sabiduría como poso, con el ascensor social de la meritocracia. A la hora actual andamos en las mismas y sin que el ejemplo de nuestros vecinos nos haya servido para enmendar la plana: lasciate ogni speranza, abandonad toda esperanza. Y que Dante nos coja confesados.

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