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ABC MADRID 18-10-2012 página 17
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ABC MADRID 18-10-2012 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC JUEVES, 18 DE OCTUBRE DE 2012 abc. es opinion OPINIÓN 15 UNA RAYA EN EL AGUA EL CONTRAPUNTO ISABEL SAN SEBASTIÁN DON DE LENGUAS Lo que afirmo es una herejía por la que arderá mi efigie en las redes sociales, donde los fanáticos independentistas tratan de imponer su dictadura del insulto L O malo de las políticas de construcción nacional es que son necesarias. O sea, que sin ellas no hay nación que valga, lo que obliga a quienes las ponen en marcha a retorcer artificialmente la evolución natural de las cosas a fin de reinventar, en el corto espacio de tiempo que imponen en la democracia los procesos electorales, lo que la Historia ha ido escribiendo paso a paso con infinita paciencia. Y así pasa lo que pasa, claro. La lengua es uno de los instrumentos favoritos de estos aprendices de brujo con pretensiones mesiánicas que juegan a enmendar la plana a siglos de acontecimientos. Lo que es, o debería ser, una mera herramienta de comunicación, un código de signos fonéticos o escritos destinados a permitir la transmisión de información entre dos interlocutores, es transformado en seña de identidad e inmediatamente elevado a una condición casi sagrada, lo cual desvirtúa por completo su razón de ser además de transformarlo en arma de grueso calibre en la contienda política. A causa de esa perversión, puesta en marcha en Cataluña en los albores de la Transición e irresponsablemente imitada por todos los gobiernos de comunidades con lengua propia durante los últimos treinta años, España ha perdido competitividad, se han dilapidado miles de millones de euros y varias generaciones de chicos han sufrido una monumental estafa educativa. Tradicionalmente se hablaba del don de lenguas para referirse a la capacidad de algunas personas, bendecidas por una peculiar habilidad o por circunstancias vitales especialmente favorables, para dominar un gran número de idiomas y así poder entrar en contacto con una cantidad mayor de gentes a lo largo y ancho del mundo. En la España de las autonomías y del nacionalismo exacerbado hemos logrado otorgar a esa expresión el significado contrario. De modo y manera que el esfuerzo individual realizado por tantos ciudadanos con el fin de aprender un habla diferente a la materna, así como los ingentes recursos públicos invertidos en enseñar en las escuelas catalán, valenciano, balear, vascuence o gallego, a menudo a costa de relegar a la marginalidad el español que une a cuatrocientos cincuenta millones de habitantes del planeta, no han tenido otra utilidad práctica que la de proporcionar a los receptores de esa enseñanza los medios para comunicarse con personas a quienes ya tenían acceso merced a la lengua común. Lo cual, en términos económicos, pedagógicos o de progreso constituye sin ninguna duda una pérdida de tiempo y de dinero, máxime en el actual contexto de globalización en el que nuestros jóvenes deben competir por un bien tan escaso como el trabajo con individuos procedentes de los cinco continentes que se manejan perfectamente en su propio idioma y también en inglés, desde la más tierna infancia, por haber sido formados en un bilingüismo carente de connotaciones políticas o nostálgicas y basado en criterios puramente racionales. Sé que lo que afirmo es una herejía por la que arderá mi efigie en las redes sociales, donde los fanáticos de la fiebre independentista tratan de imponer su dictadura del insulto. Lo mantengo. Hablo y escribo en cinco lenguas, lo que considero un privilegio que me ha abierto infinidad de puertas cerradas a la mayoría de los españoles de mi generación. Y esa es precisamente mi pena. Que en aras de esta enloquecida arquitectura identitaria esas puertas seguirán siendo una barrera infranqueable para los que vienen detrás. IGNACIO CAMACHO LA PRIMERA BRECHA A partir de la aceptación de una consulta de autodeterminación, la desagregación nacional sería sólo cuestión de tiempo OMO de costumbre, el nacionalismo ha comenzado a ganar la batalla de marcos mentales al pensamiento moderado. La idea de un referéndum a la escocesa se abre paso en sectores del centro- derecha y en una socialdemocracia cuya prioridad ante el conflicto soberanista parece centrada en encontrar etiquetas con las que diferenciarse del PP. La percusión continua de la matraca secesionista está logrando sus primeros efectos al crear una brecha de duda en la desfallecida opinión pública española; la división del adversario es la condición preliminar de su derrota. El pacto angloescocés para una consulta de autodeterminación ha reforzado, como era previsible, el desafío segregacionista. El modelo de los nacionalistas catalanes y vascos ya no es Puerto Rico ni Quebec sino la Escocia de Alex Salmond, y a ese imaginario de referencia se están dejando arrastrar los socialistas que compiten por el mismo espacio político. Patxi López ha dado un grave paso en falso yendo más allá incluso que un PNV reagrupado ahora en la defensa del concierto fiscal y económico vasco. Su asunción de la tesis refrendataria es precipitada, frívola y pusilánime, y muestra- -como ha señalado con valiente lucidez Nicolás Redondo Terreros- -la debilidad intelectual del socialismo español, incapaz de encontrar y de defender posiciones propias. Pero también en una parte del moderantismo liberal ha comenzado a calar la idea de hacer algo para evitar la presentida colisión que plantea el tenaz envite catalán. Frente a un soberanismo agrupado y firme, porfiado e insistente, la cohesión de los partidarios de una nación plural pero igualitaria se resquebraja y hace aflorar la posibilidad seria de una concesión crucial disfrazada de punto de acuerdo. Eso significaría un punto de no retorno, una inflexión suicida. El referéndum no sería un compromiso sino una capitulación. A partir del momento en que un Gobierno de España aceptase una convocatoria de autodeterminación territorial, la desagregación nacional sería sólo cuestión de tiempo. Los nacionalistas podrían perder la consulta la primera vez, pero ya contarían con una hoja de ruta precisa y clara para volver a intentarlo. Lo que les interesa no es la respuesta en sí misma sino la posibilidad de plantear la pregunta, es decir, el reconocimiento explícito de su soberanía emancipadora por encima del orden constitucional vigente. A base de insistir han logrado provocar las primeras grietas porque su convicción es más sólida y enfrente tienen a un Partido Socialista envuelto en la confusión y a un Gobierno con táctica de perfil bajo, decidido a no remover las olas. Por eso Mas y los suyos van ganando el debate. Y no sólo en Cataluña sino en el resto de España, donde falta unidad y liderazgo político para defender el derecho- -y el deber- -esencial de un Estado a no desintegrarse a sí mismo. C MÁXIMO

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