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ABC MADRID 28-07-2012 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA SÁBADO, 28 DE JULIO DE 2012 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND OTRAS DOS PANTOMIMAS Las Comisiones del Congreso se quedan en una civilizada liturgia en la que los parlamentarios protegen a los suyos L hilo de las comparecencias de Rodrigo Rato y Julio Fernández Gayoso ante la Comisión de Economía del Congreso, hablábamos ayer de la inutilidad de este tipo de sesiones en lo que respecta al esclarecimiento de hechos pasados. La partitocracia- -hoy por ti, mañana por mí- -rebaja la capacidad inquisidora del ochenta por ciento de la Cámara y el procedimiento convierte en sucesión de monólogos lo que debieran ser debates vivos y capaces de que la esgrima dialéctica- -siempre a primera sangre, claro está- -ilumine la verdad o, por lo menos alguna de sus esquinas. Pase que no sean un escaparate de inteligencia política; pero, ¿es inevitable tanta vaciedad? La sesión se culminó con las comparecencias de Narcís Serra y Elena Salgado, ambos ex vicepresidentes del Gobierno de España. Tampoco fueron lucidas sus aportaciones. Se ciñeron al ritual en el que, como si hubiera un acuerdo consuetudinario, cada cual subraya sus méritos- -muchos- -y olvida sus defectos y errores- -poquísimos- En el caso de Serra, su nombramiento como presidente de la calamitosa Caixa Catalunya es la mejor demostración del punto de politización partidista a la que llegaron las Cajas, la mitad del sistema financiero español. Al menos el varias veces ex tuvo un toque de elegancia en su intervención y reconoció que no quisimos ver lo que venía y tardamos en reaccionar Elena Salgado, más de lo mismo, fue ministra de Economía y vicepresidenta del Gobierno de España entre 2009 y 2011. Sucedió a Pedro Solbes y perfeccionó la disparatada política económica de José Luis Rodríguez Zapatero. Véanse los resultados. Más por omisión que por acción es parte germinal del problema financiero vigente, pero ante la Comisión sostuvo el tipo y, como en el estrambote del soneto de Cervantes miró al soslayo, fuese y no hubo nada Todo lo más, una finta exculpatoria cuando, según dijo haber hecho, avisó a Mariano Rajoy del déficit antes del discurso de su investidura. Que yo sepa, el actual presidente, que se reúne en secreto y según el ejemplo de Angela Merkel con nuestros agentes sociales no ha confirmado tal advertencia. Soraya Sáenz de Santamaría la negó rotundamente en su aparición de los viernes. En su conjunto y como de costumbre, las Comisiones del Congreso que tratan de ahondar en la esencia de los problemas y anomalías que nos perturban y perjudican no sirven para mucho. Se quedan en una civilizada liturgia en la que los parlamentarios presentes protegen a los suyos con todo el mimo que les es posible. Más que representarnos a nosotros parecen representarles a ellos, los comparecientes. En consecuencia, y como resumen valorativo de esta sesión de la Comisión de Economía, cabe repetir lo que Tom Hanks decía en Forrest Gump: A cada uno le huele a maravilla su propia caca A HAY MOTIVO TOMÁS CUESTA LUCHADORES CALLEJEROS En España hay arte pa aburrir (dicho sea sin retranca) y cultura a mansalva. Lo que no hay es tela con que vestir a tantos santos UANDO París coqueteaba con la revolución y los airados párvulos secuestraban las cátedras, la calma chicha, en Londres- -tan tediosa, tan pánfila- -inspiró a los Stones un himno de batalla que todavía enciende el ánimo de los viejos lactantes. Dale caña, colega; guerrilla urbana a saco: Oigo por todas partes el ruido de la gente andando y también cargando, se acerca el verano, chico, el termómetro invita a luchar en las calles y, sin embargo, chico ¿qué puede hacer un pobre chico más allá de cantar en una banda? ¡Los luchadores callejeros, chico, no tienen cabida en la ciudad pasmada! Street fighting man -otra vuelta de tuerca al mito del buen salvaje- -fue, en efecto, un bombazo. Los Stones, con el cuento de atizar la revuelta, avivaron el lustre de su cuenta bancaria y el chico, el pobre chico, quizá acabó animándose a robarle a un bobby el casco. Lo importante es, al cabo, no perder el compás que destila el asfalto aunque tu condición- -riqueza obliga- -te confine en un limbo millonario. Hey, hey, hey, that s what I say! Coge el dinero y corre: échale cara y arte. En España hay arte pa aburrir (dicho sea, obviamente, sin la menor retranca) y cultura a mansalva. Lo que no hay es tela con que vestir a tantos santos y, si el alpiste mengua, hasta los jilgueros la- C dran. El subidón de IVA ha sido el acabose, la puntilla, el remate. Una gota malaya que ha desbordado el cáliz mientras los luchadores callejeros afilan las proclamas. Javier Bardem, Pedro Almodóvar, Paco León, Alberto San Juan y acompañantes (aplaudidores, extras, secundarios) han madrugado al resto a la hora de chupar cámara. Podrán resarcirse, empero, y más pronto que tarde. Les sobran altavoces, tribunas, aliados. Hasta el señor Lassalle, ayuno de parné, les prodiga arrumacos. ¿Acaso no es un crimen que, a expensas del Ivazo, ver Carmiña o revienta sea casi un enigma a plazos? O Carmiña, o revienta. El chiste, siendo burdo, se torna delicado frente a la grosería argumental de ese liberticidio anímico contra el que vociferan los gaznápiros. Liberticidio cometido por la derecha naturalmente; la derecha que no quiere cultura porque no quiere ciudadanos libres sino súbditos rezaba una pancarta de la mani de marras. Porque nos quieren Más incultos, más dóciles según presume otro de los lemas. Ya se ve el nivel cultural de la protesta de tales agentes culturales, de tales dispensadores de luz y de conocimiento. Es posible que tengan razón, y que forzar a los cineastas a que hagan lo que hacemos todos los demás- -es decir, apretarse el cinturón- responda a la maldad intrínseca de la derecha o sea del PP, anhelante de extender el analfabetismo para esclavizar al pueblo. Pero también podría ser el temor de un gremio siempre mimado, siempre sobreprotegido, siempre subvencionado, a perder las prerrogativas a las que supuestamente les hace acreedores su abnegada labor en pro de la cultura. También podría ser que arrogarse el muy digno marbete de cultura a ciertos productos más o menos comerciales, a ciertos espectáculos, a ciertos negocios del mercado audiovisual y del entretenimiento, a no pocas mamarrachadas pretenciosas, mal guionadas, sin sentido del tiempo, del arte ni del ritmo, y que a lo mejor no pasarían examen en otro país más exigente, y a las que nos tiene acostumbrado el cine español, incurra en un irritante narcisismo victimista y confunda maliciosa, interesadamente, churras con merinas, cultura con fiesta y ocio, y a Sabina con Quevedo, un sonetista que, por cojo, carecía de marcha.

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