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ABC MADRID 22-07-2012 página 18
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ABC MADRID 22-07-2012 página 18

  • EdiciónABC, MADRID
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18 PRIMER PLANO DOMINGO, 22 DE JULIO DE 2012 abc. es ABC ESPAÑA SE RESISTE A El octavo centenario de la decisiva batalla de Las Navas de Tolosa ha pasado sin apenas conmemoraciones 1 FENICIOS, ROMANOS... Una hermosa y áspera nación FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN DOS DE MAYO La cuna de plata C uando a finales del siglo XVIII los soldados de Napoleón llegaron a Egipto, descubrieron con asombro que muchos niños creían que las pirámides habían sido levantadas por los franceses o los ingleses. A mediados del XX no pocos japoneses estaban convencidos de que las mortíferas bombas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki las habían arrojado los rusos. En pleno siglo XXI son demasiados los españoles que se hacen un lío con la historia de su nación porque distintos planes de estudio han especializado a la juventud en el precoz arte de perder el pasado. Identificada perversamente con la política centralista del franquismo, España resultó la gran perdedora de la transición de 1975, cuyo afán primordial se puso en salvar el Estado de las embestidas de la violencia aunque fuera a costa de sacrificar la patria común. En esta operación de desnacionalización brutal alentad a por los nacionalismos, la izquierda colaboró insensatamente haciendo suyas las reivindicaciones de éstos y hasta compartiendo su misma imaginería sentimental, con una sorprendente abdicación táctica de principios. Uno de los errores fundamentales de la transición en relación con el problema de los nacionalismos fue, paradójicamente, la sobrevaloración de la identidad nacional española, dando por hecho que su existencia se imponía por sí misma sin necesidad de empujarla desde el Estado. Error en el que, por cierto, no cayeron los nacionalismos periféricos que, a pesar de su esencialismo, tuvieron muy claro que la nación había que construirla, algo que ninguno de los políticos españoles de entonces pareció ni siquiera considerar. Posiblemente éste fue el motivo por el que Suárez entregó a las Comunidades Autónomas la palanca ideológica de la Historia, renunciando el Estado al principal instrumento de nacionalización del imaginario y de formación de ciudadanos. Contraponiendo las partes al todo, buscando la exclusión de lo común y haciendo hincapié solo en lo propio se multiplicaron las agresiones a la Historia que, al obsesionarse en destacar o inventar lo singular, perdió su capacidad de integrar e igualar al conjunto de los españoles. La indigencia del pensamiento político español de esos años, en torno al hecho nacional, tendría graves consecuencias pues, al regalarles el pasado a las Autonomías, éstas lo monopolizaron a mayor gloria de la historia local. Nada más triste que tener que aguantar los esfuerzos por recuperar todo aquello que creíamos enterrado en el sepulcro del Cid: la superchería de las peculiaridades y los caracteres socioculturales privativos, la posibilidad de trazar fronteras entre españoles, de diferenciarnos según procedencia regional, de obligarnos a lealtades místicas, de inaugurar un régimen de servilismo, esta vez a supuestas identidades telúricas y mitos de guardarropía, cuando nos habíamos librado de otras servidumbres. ¡Mira por dónde ha ido a ser en los atuendos regionales donde se ha plasmado el nuevo traje del emperador que caminaba desnudo! Aunque pasaron los tiempos del pesimismo hispano y del masoquismo intelectual, muchos ciudadanos creen vivir en una nación enferma, cuya historia es el relato de un inveterado atraso y de una interminable decadencia y el Estado no ha hecho esfuerzo alguno por sacarlos del disparate. A pesar del empeño de los historiadores, todavía no se han disipado del todo las últimas sombras de melancolía que arrancaban de las primeras derrotas de los tercios españoles en Rocroi y Las Dunas y chapoteaban luego en la patología del Desastre de 1898. Ni se han desvanecido las maquinaciones internacionales contra nuestra Historia como las de un documento vaticano que trataba de aguar la fiesta española del V Centenario del descubrimiento de América al atribuir a nuestro país el dudoso privilegio y la injusta autoría de haber puesto en marcha nada menos que la biografía del racismo moderno. El vagido de la comisión Justicia y Paz pre- Tierras de aluvión humano y cultural, la Peninsula Ibérica refleja en su piel las huellas de viejas civilizaciones que le dieron su savia mejor. Todos los sueños son un solo sueño. Todos los nombres son el mismo nombre: Iberia, Hispania, Toledo, Alándalus, Sefarad, América, España... Objeto de deseo de las grandes potencias mediterráneas, Iberia recogió la sangre de las milicias de Cartago y Roma en su batalla por la supremacía del mundo conocido. Tras el triunfo romano, la caligrafía de los emperadores escribiría la unificación cultural de la Península. A Roma deberán los futuros españoles su lengua, el arte y la tradición grecolatina, el derecho, la religión y unas estructuras urbanas y viarias que luego heredarán los godos, los musulmanes y los reinos cristianos. Hispania es la primera unidad política peninsular. El Pórtico de la Gloria, un Paraíso esculpido al final del Camino

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