ABC MADRID 19-04-2012 página 5

ABC JUEVES, 19 DE ABRIL DE 2012 abc. es ENFOQUE 5 El Rey saluda al abandonar el hospital donde permanecía ingresado tras su fractura de cadera JAIME GARCÍA Perdón real Coronarse de nuevo JAIME GONZÁLEZ Si políticos y otros nombres del poder hubieran dicho alguna vez lo siento mucho, me he equivocado; no volverá a ocurrir sospecho que España sería diferente. Pero ha tenido que ser el Rey quien alumbrara ayer las sombras de un país donde los errores más públicos se tapan con masilla, de manera que las vergüenzas están ahí, pero no se ven, anegando la conciencia de un pueblo devastado por la impericia, la negligencia, la corrupción o la infamia. Si alguna vez- -solo una- -hubieran tenido el valor de bajar a la arena para decir, simplemente, lo siento mucho, me he equivocado la desconfianza no anidaría en los rincones de esta nación harta de salmodias y monsergas. Imagino a un español cualquiera sentado delante del televisor viendo al Rey pidiéndole disculpas y supongo que su reconfortante estupor llevará aparejada una gloriosa imprecación a todos los que erraron con denuedo sin que de su boca saliera un mínimo propósito de enmienda. Sí, señores; ha sido el Rey quien ha tenido el valor de mirarse al espejo para fijarse en la incipiente delgadez que ya avistaba el pueblo. Y, antes de volverse a vestir por los pies, ha salido a la calle para pedir perdón por cazar elefantes en Botsuana. Para algunos filibusteros del oficio, sus palabras no valdrán nada. En realidad, los aprendices de brujo no aceptan nunca el perdón, solo claman venganza. De manera que deduzco que el acto de contrición del Rey no iba dirigido a ellos. Mejor para el resto: para todos aquellos que ayer se emocionaron al ver a Don Juan Carlos coronándose de nuevo. La Monarquía, si no es de carne y hueso, no es más que un trozo de metal, un cetro huero, un palacio vacío, un trono inanimado. Lo que hizo ayer el Rey tiene un valor incalculable, pues desnudarse en público para ganarse el perdón sin bajar la mirada es una soberbia lección de anatomía democrática. Sus palabras- me he equivocado; no volverá a ocurrir -revelan hasta qué punto es consciente de que el valor de la Corona no lo fija el peso del metal, sino el alma y el corazón del pueblo. ESPAÑA