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ABC MADRID 14-04-2012 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA SÁBADO, 14 DE ABRIL DE 2012 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND EL ANTISISTEMA Desde el profesor Franz de Copenhague, el del TBO, no se nos presentaba un proyecto tan dinamitero E N España han sido abundantes e impetuosos los movimientos antisistema. Desde el XIX hasta ahora los anarquistas, los anticapitalistas de las más diversas coloraciones, los ecologistas feroces y los comunistas radicales se han ido repartiendo el protagonismo en la negación de los valores fundamentales en los que se soporta el Estado; pero nadie había llegado tan lejos como Cristóbal Montoro, andaluz de Jaén. Su apariencia de hombre sosegado y cauto, en la que no faltan unos ricitos en la nuca que compensan su temprana alopecia y le asemejan, no lo sé, a un señorito jerezano o a un piloto huelguista, esconde un revolucionario radical. Montoro le ha negado valor de pago al dinero de curso legal que, a partir de ahora, dejará de serlo si sobrepasa la cantidad de 2.500 euros. Desde el profesor Franz de Copenhague, el del TBO, no se nos presentaba un proyecto tan dinamitero de los valores asentados, como la moneda, y simultáneamente tan jocoso. Si no se alteran las propiedades de la suma cuatro pagos de 2.500 euros, muy legal cada uno de ellos, equivalen a uno de 10.000 euros. Es algo de apariencia tan pueril que, aparte de la buena voluntad vigilante que acredita, parece más una regla de Monopoli que un precepto de rigor económico. The New York Times, que ya tenía más de treinta años de historia cuando, en Jerez de la Frontera, pasaron por el garrote vil a un puñado de supuestos pertenecientes a La Mano Negra- ¿un invento de Sagasta? decía ayer que España, dada la mala gestión de la crisis y el radicalismo de Angela Merkel, podría ser la próxima víctima de la zona euro. En un magnífico editorial, el veterano e influyente diario norteamericano considera inalcanzables los objetivos de déficit que marcan los presupuestos gubernamentales y exige una Europa que, en merma de sus supuestos solidarios, tiene secuestrada la cerrazón de Merkel. Recuerda el diario que con una tasa de desempleo cercana al 25 por ciento se pueden alcanzar niveles mas altos de miseria y sugiere una revisión que permita el crecimiento del PIB como una solución menos obsesiva en la aritmética del déficit En estos asuntos de la economía no hay verdades absolutas ni fórmulas mágicas; pero, en principio, parece más sensato y prudente la meditación sobre las sugerencias que nos regala el diario de Nueva York que la aplicación de formulitas populistas y pueriles como las que, para luchar contra el fraude y cortas de imaginación, se ha sacado de la manga un desorganizado Gobierno, víctima de una mala herencia y cautivo de sus muchos prejuicios. La demasía conservadora termina por ser acracia en estado puro. HAY MOTIVO TOMÁS CUESTA LA GUILLOTINA SECA España no estaba obligada a mantenerle de por vida, pero teníamos contraído con él un compromiso tácito que no ha sido respetado L OS exiliados de la Revolución Francesa llamaban al destierro la guillotina seca porque era el instrumento de la muerte civil, el que te desmochaba el alma sin rebanarte el cuello. Stefan Zweig, arrumbado en Brasil, huérfano de sus libros, de su cultura, de su lengua, se desvivió a sí mismo por no sufrir la pena. Y Joseph Roth, otro grande, cumplió la misma pena de un modo diferente. Él alivió el tormento de la guillotina seca hundiéndose en lo húmedo, bebiéndosela muerte. De hecho el fatal ataque de delirium tremens le asaltó estando en un bistrot de París cuando se enteró de que un querido amigo, judío como él, exiliado como él, acababa de suicidarse en Nueva York. Presa de una violenta emoción Roth se puso de pie, su copa de pastís cayó al suelo, mientras él exhalaba sus últimas palabras: ¿Por qué lo ha hecho el muy estúpido? ¡Ahora que íbamos a ganar! Ese destino, el destino del intelectual trasterrado se ha repetido ahora, para vergüenza nuestra, en la persona del cubano Albert Santiago Du Bouchet Du Bouchet era un disidente de la dinastía Castro, un periodista de 52 años de edad; en Cuba dirigía la agencia independiente Habana Press y había sido encarcelado dos veces; el año pasado fue excarcelado y expulsado a España, donde se le concedía un subsidio del Gobierno Zapatero. El mes de marzo le habían retirado el subsidio: su esposa recibía 650 euros para pagar el alquiler y además otros 523 paras las necesidades de las tres personas (él, ella y un hijo) Esos subsidios de vivienda y manutención han sido cancelados y Du Bouchet, que era incapaz de encontrar empleo, en esto igual a tantos millones de españoles, al comprobar que ya no ingresaba en su cuenta el modesto subsidio parece que le dijo a su esposa, por teléfono: Así no merece la pena seguir ¡Qué estúpido! ¿Acaso no estamos cerca? Fue en el año 2011 cuando el ministro Moratinos se trajo de La Habana un surtido de puros -llámenles rebeldes- -con la que los gestores del penal caribeño cumplían la tradición de soltar lastre, de seguir expulsando a las tinieblas exteriores a generación tras generación de descontentos, muchos de los cuales eran ya, después de tanta celda, incapaces de integrarse en una sociedad abierta en lo político y en lo social cercada por el miedo. De ahí que algunos piensen que lo de Du Bouchet es un drama menor en una tragedia griega. España, por descontado, no estaba obligada a mantenerle de por vida, pero teníamos contraído con él un compromiso tácito que no ha sido respetado. Y es que, al fin y a la postre, amén de la vergüenza, tendremos que encajar el deterioro que para la Marca España implica que los que presumimos de sacar de la sartén se abrasen en el fuego. En huelga de hambre allí. Aquí desarbolados por una huelga de conciencias.

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