ABC MADRID 19-03-2012 página 41
- EdiciónABC, MADRID
- Página41
- Fecha de publicación19/03/2012
- ID0006080963
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ABC LUNES, 19 DE MARZO DE 2012 abc. es ABCdelDEPORTE 41 Torres regresa a la vulgaridad DAVID ÁLVAREZ P AFP Conmoción por Fabrice Muamba En los estadios ingleses, como en el del Bolton, se vieron gestos de apoyo al jugador que el sábado sufrió un infarto en pleno partido y sigue en estado crítico EFE udiendo haberse quedado a reinar en el despoblado territorio de lo legendario, Fernando Torres prefirió ayer la vulgaridad de marcar dos goles. Pese a lo que se ha venido diciendo, el prodigio estaba en conseguir alargar la sequía, esos cinco meses, esos 1.541 minutos de juego sin marcar. Todo al traste con un remate mordido a unos centímetros del punto de penalti para sumar un innecesario 3- 0 contra el Leicester, un equipo de Segunda, en los cuartos de final de la Copa. Un desperdicio. Tanto, que ya le dio igual marcar otro, de cabeza, poco después. Basta repasar las imágenes para medir el desastre. Después del leve fallo con el que rompió el encantamiento, Torres no sale corriendo en un estallido de liberación. Se queda tranquilamente a recoger la pelota, con media sonrisa, mientras se acercan sus compañeros a abrazarlo, uno a uno, como por turnos. El besamanos parecía exactamente lo que era: un partido homenaje a una gloria recién archivada en las hemerotecas. El celebrado también siguió con rigor el protocolo, y cerró la presunta celebración aplaudiendo al público. El tipo de los 50 millones de libras que abandonaba su condición de fenómeno inexplicable para refugiarse en el calor de lo rutinario. De ahí su parsimonia después del gol, en la línea de cualquier otra rutina: tampoco el cartero no se lanza a dar vueltas enloquecidas a la manzana después de repartir el correo. Torres ha vuelto a marcar goles del mismo modo que el quiosquero le da a uno el ABC si es el ABC lo que ha ido a comprar: cobra, tal vez sonríe, y a otra cosa. Así que Torres se fue ayer de Stamford Bridge muy despacio, caminando con la compañía de una cámara que emitió sin cortes los tres o cuatro minutos que tardó en irse. Más abrazos, un intercambio de camisetas. Una media vuelta para otro aplauso al público. Como si pensara que ya no merecía la pena volver a jugar más, de tan vulgar.