ABC MADRID 28-02-2012 página 14

14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MARTES, 28 DE FEBRERO DE 2012 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND MENOS RUBALCABA, MÁS PSOE Rubalcaba presenta graves contraindicaciones para el desempeño de su función como líder de la oposición A LFREDO Pérez Rubalcaba, gran maestro en martingalas, no es un personaje menor, como afirman muchos de sus compañeros de militancia y algunos de sus adversarios políticos. Su capacidad es grande y especialmente en cuanto afecta a las funciones de acoso y derribo. Desde que, en octubre de 2010, acumuló sobre su titularidad en Interior la vicepresidencia y la portavocía del Gobierno, solo o en compañía de otros, procedió al desmontaje del zapaterismo, un mal que, de perpetuarse un poco más, hubiera acabado irremisiblemente con la historia del partido decano entre todos los presentes en la vida pública nacional. Impidió el progreso de Carme Chacón, el muñeco con el que José Luis Rodríguez Zapatero confiaba en ejercer de ventrílocuo, barrió los últimos vestigios de la influencia del leonés y, como guinda para la tarta, dejó sin sentido ni misión el diario Público, una creación al servicio y mayor gloria del ex presidente y, como consecuencia, instrumento para la perpetuación de su sombra. Algo que ya no tiene sentido. A pesar de su valía, Rubalcaba presenta graves contraindicaciones para el brillante desempeño de su función como líder de la oposición al Gobierno de Mariano Rajoy. Carece de autoridad moral para ejercer el liderato porque su pasada condición vicepresidencial le convierte en una proyección más del zapaterismo, la orientación socialista que ha producido los destrozos que ahora padecemos. Quizá por eso, consciente de su propia situación y de una debilidad parlamentaria en el Congreso, que va más allá de lo numérico, Rubalcaba anima a los socialistas a salir a la calle Es una extraña manera, descalificadora, de dirigir los pasos y la conducta de un partido con capacidad de alternancia y, más cerca de lo revolucionario que de lo estrictamente democrático, retrata a quien lo promueve. Mal está que los sindicatos traten de suplantar con el alboroto la verdadera representación del pueblo español; pero que un partido como el PSOE renuncie al juego parlamentario, al debate y la censura, para trasladar a la vía pública una protesta minoritaria y de escasa formalidad democrática constituye una anomalía indeseable. Una grave patología que amenaza la esencia representativa y la normalidad funcional del sistema. Con esos procedimientos extraparlamentarios que propicia Rubalcaba se oscurece el horizonte de los socialistas como partido de Gobierno. El PSOE necesita, cuanto antes, un secretario general con mayores méritos que haber extinguido hasta la sombra de su predecesor y con más autoridad parlamentaria que la que le otorga su condición coautora de la catástrofe zapateril. HAY MOTIVO TOMÁS CUESTA LA VESTAL BATASUNA La alusión elíptica a las víctimas es una nota a pie de página sobredimensionada por los titulares C ON la inevitable presencia de sus exóticos paniaguados internacionales, los demiurgos de ETA se atienen a la hoja de ruta trazada por el anterior Gobierno con la sutileza de un pulpo en un garaje. De ahí que el trámite del perdón se haya convertido en una de las mayores humillaciones que han sufrido las víctimas del terrorismo en cuarenta años de silencio y olvido, de desprecio y manipulación. El impedimento táctico de recurrir a la violencia física excita otras manifestaciones de la criminalidad, como el menosprecio a las víctimas, la negación absoluta de su dimensión humana y la nula predisposición no ya a reparar, sino a reconocer el daño causado; lo que se pudo comprobar con una nitidez antártica en la reunión dominical de Batasuna. La estética política del terrorismo otorga a las convenciones de frontón la importancia que en estadios más avanzados de la humanidad se dispensa al acto de votar y atenerse a los resultados, de modo que la lectura de la epístola sobre los presuntos agravios no intencionados a cargo de la hasta ayer inédita Mariví Ugarteburu es todo lo que en materia de perdón, por no hablar de arrepentimiento, están dispuestos a asumir quienes han jaleado, justificado y azuzado a los terroristas durante las últimas décadas. Y que nadie se llame a engaño, puesto que la alusión elíptica a las víctimas es una nota a pie de página sobredimensionada por los titulares, un excurso interpretado por una vestal batasuna comisionada para pasaportar una formalidad menor. Esperar otra cosa de unos especialistas en eludir a la torera la condena de casi mil asesinatos no es una muestra de ingenuidad sino lo más parecido a pegarse un tiro en un pie, más tratándose con ETA. Frente al relato de trazo grueso que conjuga matar en pasado, los detalles no avalan el optimismo patológico que dio alas a las expectativas políticas no ya de quienes nunca han rechazado a ETA ni condenado su violencia sino de la propia banda criminal. La acelerada institucionalización del terrorismo es la consecuencia más visible de un proceso que puede culminar en las próximas elecciones vascas sin que se haya entregado un solo detonador. Por no mentar las debilidades argumentales de solicitar la disolución de un ente que está en plena fase de mutación, de la clandestinidad hacia el poder, de mangar matrículas y falsificar pasaportes a manejar los archivos oficiales de Hacienda, todo legal, ahí es nada. Podría ser peor, podría haber sido otro, alguien más implicado, el encargado de leer unos papeles que proyectan la creación de una comisión de la verdad para alumbrar las raíces del conflicto O sea, que se les pide un poco de pudor, algo de humanidad, un atisbo de sinceridad y te sueltan un ladrillo cuyo sustento es la extendida teoría de que las víctimas, que algo habrán hecho, como se decía hasta no hace mucho, eran los malos, los opresores, el mismo aparato del Estado, sólo que rencarnado a veces en tricornio, a veces en niño que pasaba por ahí. Lo raro es que estas declaraciones se produzcan en un mitin en vez de ante un tribunal internacional. En calidad de acusados, huelga decirlo.