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ABC MADRID 28-09-2011 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MIÉRCOLES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2011 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND EL FAVORITO Si el líder del PP ha puesto en el programa de campaña el mismo empeño que en los de la imagen, se saldrá de las tablas A primera vista parece que, de cara al 20- N, Mariano Rajoy está cuidando más su aspecto que su discurso. Es posible que, en plena civilización de la imagen, la prioridad sea efectiva y que una corbata tenga más valor que una idea frente al electorado potencial del PP que, en esta ocasión, se reforzará con legiones de desengañados por el PSOE y sus líderes de turno. Rajoy ha remodelado su barba y, si la pantalla de los telediarios no nos engaña, su pelo, mejor cortado, ha adquirido un tono más rojizo, como de galán moderno en un culebrón de postín, que lo mismo puede proceder de un frasco que del sol de las Rías Bajas y su privilegiado microclima. Viste con mayor prestancia, con trajes mejor cortados y ajustados a su figura más juncal, hija- -supongo- -del hambre y el ejercicio físico. En lo informal, su metamorfosis llega más lejos: camisas amplias, como la de los protagonistas habituales de Hola! y pantalones vaqueros de diseño bien entonados con los mocasines que, sin calcetines, le permiten presumir de canillas. Si el líder del PP, y su camarilla de expertos, consejeros, auxiliares y sabios de toda clase y graduación, han puesto en el programa de campaña, y en su consecuente, aunque discreto, plan de Gobierno, el mismo empeño que en los de la imagen, el de la gaviota, que está mejor dotado para el poder que para la oposición, se saldrá de las tablas y puede alcanzar el glorioso título del presidente más votado- -aunque sea en una votación de segundo grado- -de cuantas llevamos vistas desde el arranque de la Transición. Claro que la ideas y los programas, cuando no se refugian en la levedad de la generalización, conllevan compromiso y no consta que el próximo presidente del Gobierno de España (S. E. u O. haya cambiado, además de sastre y peluquero, de ser un reservón recalcitrante para convertirse en la quintaesencia de la transparencia política y la claridad expositiva. Valga la paradoja, pero al presidente que viene no se le ve venir. Está tan obsesionado por no generar ningún rechazo- -el método más eficaz para no provocar ninguna adhesión- -que ni tan siquiera sabe todavía quién será el número dos en la lista electoral por Madrid que él mismo encabezará. La experiencia demuestra que en España se pueden ganar elecciones sin un programa político cabal y concreto y, simultáneamente, que, como Enrique Tierno Galván les enseñó a los socialistas, los programas están para no cumplirlos pero, después de ocho años de notable y nociva vaciedad, no estaría de más, ya que no un tratado, un programa de mano, como los del teatro, para saber lo que nos espera e ir preparándonos para ello. CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC LENGUA VIRGEN La lengua de verdad- -no esa cosa que profieren los políticos- -es virgen. O bien no es lengua L A señorita de Molière, mujer del poeta, dio a luz un niño No es que a Jules Michelet se le hubiera desmandado el impresor o el corrector de pruebas. Es que en 1857, cuando escribe, señorita- -en el original, Mademoiselle- -correspondía aún a lo que su etimología pone. La misma de cuya forma masculina- -damoiseau- -hace todavía uso Marcel Proust en 1922, al evocar a una bisabuela Thérèse d Espinoy, que era hija del damoiseau de Commercy Michelet está describiendo a una señora joven y Proust a un joven noble en camino de ser un caballero. Es lo que marca su origen en latín vulgar: domnicellus, diminutivo de dominus, o sea un señor que todavía no ha acabado de adentrarse en la edad madura. Exactamente lo que, en origen, significaban las palabras señorito y señorita Antes de que sobre la primera cayera la connotación de perfecto zángano; y la de joven casadera, sobre la segunda. No anda el mundo para muchas sutilezas de lenguaje. Lo sé. Pero un ataque de nostalgia me regaló ayer la mañana envidiable que pasé entre las damoiselles y los damoiseaux que pueblan los exquisitos alejandrinos de Ronsard. No sólo por anhelo de escapar a la letal sobredosis de prosa- -pé- sima prosa- -del presente. También por la indolencia de fantasear sobre cómo podrían sonar los sonetos que componen los Amours ronsardianos, cuando algún necio bienintencionado- -que lo habrá- -les aplique criterios de corrección de género. En un hallazgo notable, las feministas francesas han reclamado la supresión de mademoiselle en los formularios administrativos. Es un acierto absoluto: de hecho, nadie- -o apenas- -utiliza ya el término en el habla cotidiana. O, más bien, sería un acierto absoluto, de haber sido argumentado sobre la cadena léxica justa: en efecto, los que no somos precisamente pívots de baloncesto sabemos lo antipático que puede ser un diminutivo. Que uno mida un metro sesenta no es motivo loable para que lo llamen señorito o profesorcito En femenino, tres cuartos de lo propio. La demanda feminista recae, sin embargo, sobre una semantización tardía y poco elegante del término: la asimilación de señorita con célibe supondría- -se argumenta- -un inmiscuirse de la administración en la vida privada. Lo supone, en efecto. Siempre que uno acepte plegarse al uso castrado de los léxicos que es el de la burocracia. A efectos ciudadanos, existen contribuyentes y no contribuyentes. Punto. Final. En lo que a la administración se refiere, su sexo sobra tanto como su estatura, alopecia o marca preferida de cerveza. Con el número del carné de identidad- -que para eso fue inventado- va que chuta. Nada de mademoiselle ni señorita; nada de señor, monsieur, o señora, o caballero, o mastuerzo, o doncella o doncel, o bien dama, zagal o mancebo... eso son cosas privadas, lenguaje demasiado cargado de sentimientos. Contribuyente numéricamente catalogado: con el Estado, cuantas menos confianzas, mejor. Pierre Ronsard, en nostálgica evocación de sus lejanos veinte años, se describe aún damoiseau, o sea, imberbe. Ciertamente, ¿qué pintan estas dulces intimidades en un formulario de Hacienda? La lengua de verdad- -no esa cosa que profieren los políticos- -es virgen. Necesariamente. O bien no es lengua.

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