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ABC MADRID 05-06-2011 página 14
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  • EdiciónABC, MADRID
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14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA DOMINGO, 5 DE JUNIO DE 2011 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND SIMPLEMENTE ALFREDO Rubalcaba parece el Príncipe de Metternich en el Congreso de Viena cuando se le contempla junto a Rodríguez Zapatero A LFREDO el Grande, rey de Wessex, luchó contra los vikingos y sus virtudes, que debieron de ser tan grandes como su arrojo, le valieron un lugar en el santoral del Vaticano. Sin embargo, cuando Gaetano Donizetti llevó su historia al teatro San Carlo de Nápoles tuvo con ella el mayor fracaso de toda su exitosa carrera operística. No es lo mismo encasquetar una corona y manejar la espada en el siglo IX que ejercer como tenor, y con peluca, en el XIX. A nuestro Alfredo, al Pérez Rubalcaba que parece el Príncipe de Metternich en el Congreso de Viena cuando se le contempla junto a José Luis Rodríguez Zapatero con su corte de los milagros en el Consejo de Ministros, le puede pasar lo mismo que al remoto y más barbudo Alfredo anglosajón. Bien estuvo para un pasado próximo en el que la intriga fue más útil que el talento y en el que, entre manipular la Historia y hacer del laicismo feroz una doctrina política, fuimos tirando; pero ahora, como primer actor de la representación, puede parecer menos galán y más malvado. Por el momento, en lo que se nos alcanza, al personaje le pintan bastos. Quiso cambiar de look- llamadme Alfredo -para pasar la página en que aparece como gran corresponsable de lo peor del zapaterismo y, alcanzada la condición populista de simplemente Alfredo, pasado de entrenamiento astuto y maniobrero, puede quedar en Alfredo, simplemente. El fracaso en las negociaciones entre la patronal de la Señorita Pepis y los sindicatos de Pepe Solís- -en sus ediciones renovadas pero no mejoradas- -le aporta uno de mayor cuantía al catálogo de los problemas que debe lidiar, todavía en su función vicepresidencial, el señalado como candidato natural La pugna entre los mal llamados agentes sociales no lo es en función de los intereses de sus supuestos representados, sino en términos de poder y financiación. Ese vestigio vivo e inútil, perturbador, del sindicalismo vertical del Régimen de Franco es una máquina de empleo endogámico e influencias de relevancia superior a la que suele atribuírsele. Arma a la izquierda, le sirve de instrumento a la derecha y, en su conjunto, supone otro elemento de anacronismo y excentricidad en nuestra paródica democracia en la que unos indignados en Sol o, más en la sombra, unos comisionistas del conflicto pueden desautorizar, de hecho, al mismísimo Parlamento. Antes de que termine la legislatura, el fracaso negociador, en razón de las medidas que ha de tomar el Gobierno, le complicarán la vida a Rubalcaba en su triple función asistencial del presidente y ello perjudicará el futuro y las posibilidades de Alfredo, simplemente. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI DICCIONARIOS El franquismo negó existencia a la oposición, lo que le permitió ignorar su propio carácter dictatorial E S innegable que el franquismo fue una dictadura, y Franco, un dictador sin paliativos. Que si hubiera ganado el otro bando habríamos sufrido un régimen totalitario de izquierdas, quizá sí o quizá no, qué quieren que les diga. El hecho es que ganaron quienes ganaron e impusieron una dictadura de derechas, que fue más soportable para algunos de los vencidos que para otros, y que no satisfizo a todos los vencedores por igual. Yo nací en 1951, en una familia de vencidos por partida doble, nacionalistas vascos y republicanos. En mi caso, el franquismo fue más llevadero que para los hijos de vencidos que nacieron antes, pero me dio tiempo a enterarme de que el franquismo era una dictadura, vaya si me enteré. Una dictadura con un amplísimo apoyo interior y muchos simpatizantes en el exterior, también eso es innegable. Ahora bien, amplitud de base y reconocimiento internacional no otorgan credenciales democráticas a dictadura alguna. Cabe discutir si la dictadura de Franco fue más o menos benigna o suave que otras dictaduras de la misma época, pero comparar el franquismo con el antifranquismo por mor de una tranquilizadora equidistancia re- trospectiva no tiene justificación posible. Mientras Franco vivió y hasta dos años después de su muerte, la neutralidad equivalía a franquismo. El propio régimen la interpretaba así. Entre los franquistas había buena gente y verdaderos sinvergüenzas, como entre los antifranquistas, pero no es ésa la cuestión. No se puede comparar moralmente franquismo y antifranquismo, por la sencilla razón de que el primero, que monopolizaba el poder, ni siquiera aceptaba la existencia del segundo. Para el franquismo, los antifranquistas eran- -éramos- -humo y sombra, un fantasmón creado y movido desde el exterior por los dos grandes enemigos de España, la masonería y el comunismo. El pueblo español, el único pueblo español, estaba con Franco. Los antifranquistas no pertenecían a ese pueblo ni a otro alguno. En una dictadura, el dictador decide lo que existe y lo que no existe, y Franco había decidido que en su España, en la España de Franco, no existía antifranquismo. Los franquistas, que eran muchos, millones, funcionaban como prótesis mentales del Caudillo y tampoco concedían al antifranquismo un estatuto ontológico. Como el Mal o el pecado, eras simple negatividad, ausencia de ser. Te consideraban un agente o un tonto útil al servicio de los enemigos de España, y sus reacciones contigo podían ir desde la violencia a la reconvención paternalista, pero en ningún caso admitían que te asistiera el derecho de expresar en público tus ideas contra el régimen, y mucho menos el de participar en política. Así pues, toda vez que la democracia, tal como la entiende la Constitución vigente, es lo opuesto al franquismo (y a cualquier dictadura) negar o silenciar el carácter dictatorial del régimen de Franco en un diccionario biográfico auspiciado por la Real Academia de la Historia resulta sencillamente intolerable, además de escandaloso. Pero no sólo la Real Academia de la Historia: todas las demás academias del Instituto de España están moralmente obligadas a desautorizar una pifia nada trivial que empaña el prestigio del conjunto.

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