ABC MADRID 23-02-2011 página 14
- EdiciónABC, MADRID
- Página14
- Fecha de publicación23/02/2011
- ID0005906006
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14 OPINIÓN AD LIBITUM PUEBLA MIÉRCOLES, 23 DE FEBRERO DE 2011 abc. es opinion ABC MANUEL MARTÍN FERRAND ¿SUBSIDIARIDAD? Como conclusión provisional, cabe entender el nuevo Consejo Empresarial como un intento de subsidiaridad al revés E L que dice ser y llamarse Consejo Empresarial para la Competitividad- ¡bienvenido sea! -es un ente de difícil explicación, como acostumbramos por estos complejos y siempre tortuosos pagos españoles. Las diecisiete mayores empresas del país se han reunido, con intención de lobby, para conseguir lo que, en puridad y como contraprestación natural de su gran contribución a las arcas del Estado, debieran recibir de la gestión del Ejecutivo. Quieren devolverle a España la confianza internacional que la crisis se ha llevado por delante. Es decir, quieren fortalecer un marco propicio para el mejor desarrollo de sus actividades. ¿No es eso lo que cabría esperar de la gestión gubernamental y, muy especialmente, de los organismos públicos que, no escasos de presupuesto y bien dotados de personal, integran el Servicio Exterior y un montón de departamentos concomitantes? El nuevo CEC quiere recuperar el camino del crecimiento económico que, se supone, es el propósito de cada uno de sus integrantes en su individualidad empresarial y, para ello, se constituyen en grupo de presión. Extraña circunstancia que solo se sostiene por el prestigio y el poder económico que acumulan, uno a uno, sus integrantes y que, en su conjunto, son, teniendo en cuenta que algunos no cotizan en Bolsa, un porcentaje del PIB superior al del IBEX. Un gigante con diecisiete cabezas que se propone construir lo que debiera recibir y no recibe. No han faltado voces, tímidas ante el poderío que exhiben los nuevos coaligados, que apunten una intentona de suplantación de la CEOE; pero eso es algo que no se tiene de pie. El común denominador de los diecisiete titanes empresariales que, fundacionalmente, integran el nuevo Consejo es su sentido pragmático, su capacidad de acción y resolución. ¿Para qué habrían de querer algo tan caduco- ¿caducado? -como una patronal subvencionada y dudosamente representativa, solo equiparable al anacronismo de sus equivalentes sindicales? En un país en el que se entiende por gran empresa la que factura por encima de los seis millones de euros, no quedan claros los perfiles y los límites de la responsabilidad emprendedora; pero, como conclusión provisional, cabe entender el nuevo Consejo Empresarial como un intento de subsidiaridad al revés. El Estado, en los modos clásicos, debe actuar para sustituir la carencia de iniciativas privadas en determinados ámbitos de interés común. Aquí y ahora, en el zapaterismo, parece conveniente que las empresas se reúnan para acometer las tareas propias del Estado que tiene abandonadas, irresponsablemente, el Gobierno de la Nación. A lo mejor funciona. CAMBIO DE GUARDIA GABRIEL ALBIAC DE LA AMISTAD La amistad es el reconocerse entre hombres libres. Y un político libre es un milagro L OS lazos que unen a los hombres son perecederos. Es justo que así sea con lo seres efímeros que somos. Peor: conscientes de la propia condición efímera. No hay entusiasmo que no esté hecho para extinguirse. Ni emoción. Ni, mucho menos, creencia. Los de mi edad aprendieron eso, cuando a la exaltación de los años de la revolución inmediata siguió el vacío. No se rían los más jóvenes. Después del 68, vino la caída. Sin fondo, sencillamente porque el fondo no existe; sólo el tiempo, el tiempo devorando lo que amamos, devorándonos. Muchos se destruyeron. Otros fueron arrastrando su sombra entre las sombras. Muy pocos tuvieron la fortuna de percibir entonces el malentendido. Y abrazarlo. Habíamos llamado política a lo que no lo era: liberación, verdad, desprendimiento. Era hora de dar a las cosas su nombre. Llamar a la política corrupción. Y a la verdad, a la liberación, al desprendimiento completo de sí mismo, darles nombre de amistad, único lazo entre hombres libres. Yo debo a Louis Althusser, que fue mi amigo, el haberme sumergido para siempre en la lectura de Baruch de Spinoza. Y de ver el pálido mundo de los hombres sólo desde la tornasolada pali- dez que llega hasta el fondo de ese océano. Un hombre libre procura unirse a los demás por amistad... Sólo por amistad se es libre. Sólo. Lo demás, todas esas cosas que tanto gustan enfatizar los necios, ideales, religión, amor, política... son juegos. Entretenidos, en mayor o menor medida. La amistad sólo- -que no es un sentimiento, sino una inteligencia- -se sabe intemporal, y nada desea, y nada espera, y nada ofrece. Un hombre libre procura unirse a los demás por amistad... y no devolverles beneficios que, según la opinión de ellos, sean equivalentes, sino guiarse a sí mismo y guiar a los demás conforme al libre juicio de la razón, y hacer sólo aquello que se sabe primordial La edad te lo va imponiendo a bofetadas. Cuando a los amigos les sucede, súbitamente, lo impensable. A la mía, eso empieza a repiquetearte el alma como un granizo. Mis últimos años han estado marcados por el dolor o la enfermedad de algunos de los más queridos de los tan pocos amigos que tengo. No diré que he aprendido nada de eso. No se aprende del dolor. El dolor puede volverte tan necio como cualquier otra cosa. Se aprende en los libros. Esos que, cada día que pasa, van volviéndose más objeto del pasado al cual ya casi nadie atiende. Llevar casi medio siglo leyendo a Spinoza me habrá servido, al menos, para afrontar esto como la última lección: sólo valen la pena los amigos. A lo demás, pueden ir dándole. ¿Dónde nace la amistad? No caeré en la obscenidad de decir que es un misterio. Es difícil, eso sí. La amistad es lo más difícil que uno cruza en su camino. Un destello de inteligencia que te golpea. Un instante. Algo, pues, ajeno al fluir del río heraclíteo que todo se lo lleva. De esos pocos amigos, alguno me viene del lejano tiempo en el cual vimos pasar una bala policial sobre nuestras cabezas. No hablamos nunca de ello. Otros los he cruzado pocas veces. Es el caso de Esperanza Aguirre. El tiempo, ya lo he dicho, aquí no cuenta. La amistad es el reconocerse entre hombres libres. Y un político libre es- -esta vez sí- -un milagro.