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ABC MADRID 04-07-2010 página 118
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ABC MADRID 04-07-2010 página 118

  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 4.7.2010 Editado por Diario ABC, S. L. Juan Ignacio Luca de Tena, 7, 28027 Madrid. DiarioABC, S. L. Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta publicación, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa. Número 34.526 D. L. I: M- 13- 58 Apartado de Correos 43, Madrid. Publicidad 902 334 556 Suscripciones 901 334 554 Att. al cliente 902 334 555. Precios de ABC en el extranjero. Alemania: 2,30. Bélgica: 2,20 Francia: 2,30 Irlanda: 2,30 Italia: 2,00 Holanda: 2,20 Portugal Cont. 1,50 Reino Unido: 1,40 LE. Marruecos: 18 Dh. CHISPAS H CURRI VALENZUELA ORGULLO Y PREJUICIO E paseado por el barrio de Chueca para ver cómo se celebraban las fiestas del Orgullo Gay por aquello de informarme de lo que escribo y, lo confieso, porque disfruto con cualquier espectáculo callejero, sean las procesiones de Semana Santa, la cabalgata de Reyes o los desfiles de Carnaval. Pero, lo admito sin el menor ápice de homofobia, sigo sin comprender un año tras otro, conforme se celebra otra vez esta multitudinaria cita, por qué a los homosexuales les gusta reivindicar su preferencia sexual subidos en espectaculares carrozas vistiendo tangas imitación de leopardo y adornándose con plumas multicolores. Ni siquiera he conseguido enterarme de si de verdad lo hacen por orgullo, como proclama su lema; es decir, si es que esta es una ocasión para demostrar que se sienten superiores a los ciudadanos de tendencias heterosexuales, o si su gran día es una oportunidad para reivindicar su derecho a ser tratados sin discrimina- ción alguna. Y no me extraño para nada de mi ignorancia; en el primer caso, porque no veo motivos para que un ser se considere superior a otro porque le guste más uno u otro compañero a en la cama y en el segundo porque los homosexuales españoles viven en un país socialmente muy tolerante con su condición, que incluso ha aceptado casi sin rechistar el que se les permita contraer matrimonio y adoptar niños. Bien es verdad, y no prejuicio, que tampoco entiendo mucho ese rito denominado salir del armario por el que periódicamente un artista, un juez o un presentador de televisión admiten en público su homosexualidad. Y no porque tenga nada en contra de ello, lo aseguro, sino porque me parece tan chocante como sería, a mi juicio, el que los medios de comunicación publicaran de vez en cuando la lista de mujeres famosas que prefieren a los hombres de ojos azules o con el título de Ingeniero de Caminos o, en el lado opuesto, el de hombres de prestigio profesional comprobado que se decantan por las mujeres pechugonas o prefieren las de culitos respingones. Solo el prejuicio, el miedo a resultar políticamente incorrectos, frena a muchos comentaristas o simples ciudadanos a criticar el exhibicionismo de esa parte de nuestra sociedad empeñada en saltar del armario al esperpento para reivindicar sus gustos en cuestión de sexo. Y entre estos temerosos se encuentran, lo sé, buena parte de gays y lesbianas que estos días permanecen ajenos a la fiesta de su supuesto orgullo. SOBRE HUMANOS Zhao Xiangkui Gano 471 euros al mes. ¡Una fortuna en China! B Hombre araña en la jungla de rascacielos de Pekín, este campesino escenifica la contrariedad del progreso en China. Sueña con volver a casa PABLO M. DÍEZ P or menos de 500 euros al mes, me juego la vida limpiando las ventanas de los rascacielos que han proliferado en la capital china al amparo de su crecimiento económico. Viniendo de un pequeño pueblecito de casas bajas y huertas de Hebei, donde nací hace 30 años, lo que más me sorprendió al llegar a Pekín fue la cantidad de coches y edificios altos que había. Eso fue hace ya ocho años, pero ahora me parece poca cosa en comparación con todos los cambios que hubo antes de los Juegos Olímpicos y los rascacielos que se siguen construyendo por todas partes las 24 horas del día. Siendo tan sólo un pobre campesino que apenas pudo ir al colegio, jamás pensé que iba a acabar encarándome cada día a uno de ellos. Al principio trabajaba como cocinero en un hotel; no estaba mal, pero ganaba una miseria. Por eso, cuando un paisano me habló de los sueldos que cobraban los hombres araña por limpiar las ventanas de los rascacielos, no me lo pensé. ¡Gano 4.000 yuanes (471 euros) ¿Usted sabe lo que es eso en China? ¡Una fortuna! Lo mismo que ganan muchos campesinos en todo un año. Sí, sí... ya sé que es un empleo de alto riesgo y que a veces se producen accidentes mortales con estos arneses y las cuerdas que sujetan la tabla de madera donde me siento, que dan tanta risa como miedo. Pero me ayuda a mantener a la familia, a la que sólo veo una vez durante el Año Nuevo chino, y a pagar los libros del niño para que vaya al colegio y tenga un porvenir. Como vivo con otros compañeros en un cuarto que me cuesta al mes 200 yuanes (23,5 euros) y me gasto el triple en comida, tabaco y cerveza, ahorro unos 3.000 yuanes (353 euros) que envío al pueblo. Con ese dinero ya nos hemos comprado una nueva televisión en color mucho mayor que la anterior y estamos levantando una segunda planta en nuestra casa, aunque lo más importante es ahorrar por si mis padres, que son ya muy mayores, se ponen malos y hay que pagar el hospital. El seguro estatal sólo nos cubre unos gastos médicos muy básicos, pero no enfermedades graves. No me queda más remedio que subirme a blo- ques de más de cien metros de altura y, desde las siete de la mañana hasta que se pone el sol, deslizarme por sus paredes con una manguera y un cubo para enjabonar los cristales. De los más de mil empleados que tiene la compañía, unos cien nos dedicamos a los trabajos en altura. Hemos limpiado los rascacielos más altos y lujosos de Pekín y, a veces, vemos por las ventanas cosas que usted ni se imaginaría, pero no puedo contárselas porque estaría violando mi... ¿cómo se dice? Eso, secreto profesional. Le juro que no tengo miedo, pero lo que más nos relaja es aprovechar el almuerzo para tomarnos unas cervezas y echarnos unas partidas a las cartas en las azoteas mientras otros compañeros duermen la siesta en las escaleras de los portales. Pero lo que de verdad quiero hacer es reunir el dinero suficiente para poder volver a mi pueblo, donde hay ovejas, un prado muy verde y el cielo es azul, no como el de Pekín. POR PABLO M. DÍEZ CORRESPONSAL EN PEKÍN

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