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ABC MADRID 22-05-2010 página 12
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  • EdiciónABC, MADRID
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12 OPINIÓN SÁBADO 22 s 5 s 2010 ABC AD LIBITUM EL PINTOR DE BURGOS A segunda vez que le dieron a Carmelo Bernaola el Premio Nacional de Música, me dijo el de Ochandiano que le inspiraban los monstruos que pintaba Luis Sáez, el pintor burgalés, de Mazuelo de Muño, que acaba de morir a los 84 años de edad. Por su parte, Sáez me había dicho mucho antes que, frente al lienzo, mientras tomaban forma y color sus pensamientos, escuchaba el sonido de la dulzaina, la chirimía que decían los clásicos, sin necesidad de dulzainero alguno. Los dos genios del arte contemporáneo tenían razón. La creación artística es algo más que un efecto metabólico del cerebro. M. MARTÍN Arrastra consigo toda FERRAND la memoria cultural de la especie y es imposible que las artes no se entremezclen e influyan las unas con las otras. Pepe Ortega, otro de los grandes pintores de esa generación que se extingue, aseguraba en sus días de feroz militancia comunista, que los inanimados guerreros- -algunos con fajín y dos tetas- -que imaginaba el subconsciente de Sáez eran las síntesis crítica más dura de la oposición al poder. No sólo al poder de Francisco Franco, sino a todos los posibles. Sin rebeldía no hay arte y, sospecho, que sin una dosis de ella tampoco se alcanza en plenitud la condición ciudadana. Me llama la atención la escasa relevancia que ha tenido en los medios, salvo en los de Burgos, el fallecimiento de Luis Sáez. Su obra es, como dijo Baura, la de un hombre solitario, distante de intereses e influencias; su aislamiento, que es (era) grande, lo paga en monedas de olvido y por ello se sustenta, mejor que cualquier otro alimento, de arraigos. Como niño de la Guerra, Sáez pasó hambre, de la verdad, y después de trabajar como botones en el Casino de El Espolón, Marceliano Santa María- -el pintor de Castilla y de la Historia que le enseñó a Franco a colocarse frente al caballete- -le consiguió una beca para estudiar en Madrid, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Era, como le definía Feliciano Fidalgo, un hereje. Un díscolo. Un disconforme. Su grandeza, que es mucha, queda disminuida no por su humildad, sino por su vocación de Robinson de Castilla, señor de secarrales y fósiles. Sus distintas etapas creadoras le condujeron a un ejercicio de virtuosismo. Imaginarios bodegones muertos, de chatarra y cintas de colores, de armaduras que nunca existieron y guerreros que pueden llegar a existir, que producen miedo. Era un genio y se ha ido en silencio. L HAY MOTIVO EL PODER Y LA NORIA Z APATERO es a la política lo que la sopa de letras a los pasatiempos clásicos. Un quiero y no puedo sin garbo y sin sustancia, una especie de crucigrama para ignaros. Es lo que fue antaño: ZP, una ingeniosa abreviatura de la insignificancia, un tijeretazo tempranero que anunciaba el desastre. Rodríguez Zapatero ya no da más de sí y ZP, en su nombre, se tambalea en el alambre. Se desangra en directo y en prime time sin que nadie detenga la hemorragia. Incluso los sindicatos le hacen ascos a acudir en su auxilio y a improvisar un torniquete multimillonario. Si Gordon Brown era un líder analógico en plena era digital, Zapatero es un vendedor de crecepelos en un momento en el que la oportunidad la pintan calva. De ahí que la comidilla de Ferraz consista en hacerse lenguas de en qué TOMÁS plato se servirá la sucesión y cuanCUESTA do empezará el festival de dentelladas. Ya sean elecciones primarias o complejas, congresos ordinarios o bien extraordinarios, el modus operandi del aparato socialista oscila entre la Noche de San Bartolomé y las Vísperas Sicilianas. Total, que Rubalcaba se obstina sin recato en que el CIS le retrate como el primero de la clase (un camelo mil veces repetido es un caramelo que jamás amarga) y Pepe Blanco no deja de tender trampas en las que su tocayo Bono, el caballista audaz, siempre termina cayendo a cuatro patas. Con la economía sujeta al escrutinio del ojo tutelar del Gran Hermano y con las chequeras oficiales congeladas, es evidente que, de ahora en adelante, el gasto en demagogia acabará disparatándose. No es que se vayan a enterar los ricos- -que es el remoquete de rigor en estos casos- sino que infinidad de gente va a descubrir que es rica y ni se había enterado. Pues, ¿y los curas? Otros que tal bailan. Habrá que recordarles que todavía no ha prescrito la sentencia del clásico: El hombre no será libre hasta que el último burgués no haya sigo colgado con las tripas del último fraile En buen plan, por supuesto, nada grave, una miajilla de picante y basta. O sea, la especialidad de José Blanco, un cocinillas impecable y un rival implacable cuando le plantan cara. Su sonado debut en el vertiginoso vertedero de los mezquinos entresijos y las míseras corazonadas despeja cualquier duda y no deja lugar a engaños. Disputarle la primacía a la Pantoja (y a Belén Esteban no digamos) es una tarea de titanes y, aún así, hasta esos cangilones se ha arrimado el señor Blanco, dispuesto a hacer cualquier cosa para salvar los muebles, para salvar a España y para estar bien situado cuando a su señorito le den una patada en salva sea la parte. Si Zapatero llegó donde llegó gracias a su inestimable ayuda y a sus infalibles mañas ¿hasta dónde podría llegar él sin llevar ningún lastre? Él le puede dar sopas con hondas a las sopas de letras embobadas. Lo suyo es el verbo, la lengua del sistema, la elocuencia mediática, los juegos de palabras. ¿El poder y la noria? Blanco y embotellado.

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