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ABC MADRID 09-06-2008 página 86
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  • EdiciónABC, MADRID
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86 CIENCIAyFUTURO MEDIO AMBIENTE LUNES 9 s 6 s 2008 ABC Declarada extinguida un tipo de foca monje, única en el Caribe ABC MADRID. Ya es oficial. Después de cinco años de búsqueda no se ha hallado ningún ejemplar de foca monje del Caribe. El Gobierno estadounidense ha decidido cancelar las expediciones que intentaban localizar su rastro para declarar la especie oficialmente extinguida. La foca monje del Caribe era la única foca nativa del Golfo de México. La última vez que se avistó un ejemplar fue hace más de 50 años. Se vió en Seranilla Bank, entre Jamaica y la Península del Yucatán. Es la única foca extinguida por causas humanas. La foca monje del Caribe medía entre 2,20 y 2,40 metros de longitud y pesaba unos 130 kilos. Su pelaje era castaño en todo el cuerpo menos en el abdomen, que era blanco amarillento. Las crías nacían totalmente negras. Las hembras tenían cuatro glándulas mamarias, en vez de dos como el resto de focas. Los hábitos de reproducción de esta especie son desconocidos, lo único que se sabe es que daban a luz a una cría en torno al mes de diciembre. Estos animales se alimentaban de peces, cefalópodos y crustáceos y eran muy activos, sobre todo desde el amanecer al crepúsculo. Sus únicos depredadores eran los tiburones y, más tarde, el hombre. El primer contacto de los europeos con la foca monje del Caribe fue a través de Cristóbal Colón en 1493, que describió a los animales como lobos de mar. Con la llegada de colonos, la foca monje comenzó a ser cazada por su piel, su grasa y también como alimento. Más tarde se generalizó la idea de que esta foca era una amenaza para la conservación de los bancos de peces y se inició una campaña semiorganizada para exterminarla. HÉROES DEL MEDIO AMBIENTE s EDWARD O. WILSON El futbolista de la Creación Los resultados desagradables de la mala gestión del planeta azul ya no se aprecian como algo remoto, sino como algo que puede estar a la vuelta de la esquina. ¿Es, entonces, el momento de cambiar? POR ANNA GRAU NUEVA YORK. En cierta ocasión, el biólogo y entomólogo Edward O. Wilson (al lector español le gustará saber que la O es de Osborne) una eminencia formada en Harvard, con más premios en su haber que pelos en su cabeza, fue objeto de un ataque. Estaba Wilson dando una conferencia cuando autoproclamados miembros de un Comité Internacional Contra el Racismo (encuadrado en la asociación Ciencia para el Pueblo le vaciaron una jarra de agua encima y observaron agudamente: Wilson, estás mojado Esto pasaba en los años setenta en los Estados Unidos. Ya entonces Wilson se había acreditado como un experto en provocar. Le odiaban por un igual ultraconservadores y ultraliberales, convencidos estos últimos de que sus teorías alentaban la misoginia, el racismo y la eugenesia. Esta es una manera de ver a Wilson. Otra es destacar que fue uno de los pioneros del medioambientalismo, que fue él quien acuñó el concepto de biodiversidad y que también ha sido de los primeros que se ha atrevido a conciliar abiertamente religión y ciencia. Se autoproclama deísta provisional El biólogo y entomólogo Edward O. Wilson, una eminencia formada en Harvard ward se pasó a las hormigas. En cambio tuvo suerte en aquello con lo que no contaba. En principio los recursos de la familia Wilson no daban para ir a la universidad, por lo cual Edward intentó alistarse en el ejército, esperando beneficiarse de los programas de ayudas para la educación superior de veteranos. El ejército le rechazó por sus problemas en la vista. Sin embargo, por fin logró llegar a la Universidad de Alabama, y de ahí, estando ya claro su gran talento, a Harvard. Con todo esto en su haber quizás se comprende el radical enfoque sociobiológico que caracteriza a Wilson. Para él, todos estamos predeterminados por la correa genética una memoria de la especie que nos condiciona como individuos mucho más allá que el entorno o la cultura, y que explica nuestros comportamientos evolutivos. Es verdad que semejantes planteamientos se han usado a veces para alimentar el racismo. Pero, ¿son racismo en sí? ¿Es la Humanidad suicida? fue el atrevido título de un artículo suyo en el magazine de The New York Times donde adoptaba el punto de vista de unos hipotéticos marcianos, observadores lejanos de nuestro planeta y de la inexorable amenaza geológica que la raza humana supone para él. ¿Está la inteligencia condenada a extinguirse a sí misma? se pre- ABC Dos Pulitzer en su haber Edward Osborne Wilson es profesor investigador en Entomología y Evolución de la Ciencia en la Universidad de Harvard. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos desde el año 1969. En 1976 ganó la medalla nacional al mérito científico. Tiene en su haber dos premios Pulitzer y un premio Carl Sagan a la comprensión pública de la ciencia. En 1995 fue elegido entre los 25 personajes más influyentes de Norteamérica por la revista Time Fue Premio Internacional Catalunya 2007. Correa genética Heredero de Darwin Foca monje del Caribe AP Atención que no estamos hablando de diseño inteligente ni de creacionismo ni mucho menos de cuestionar a Darwin. A Wilson se le considera su heredero, no su negador. Se le ha visto como el continuador de la teoría de la evolución de las especies, entendida no ya como aventura individual sino colectiva. No son las especies ni sus miembros aislados los que evolucionan. Son los grupos. Se evoluciona en equipo: la Creación juega al fútbol. Para entenderlo vale la pena seguir la evolución biográfica del propio Wilson. Se crió entre Washington y los entornos naturales de Alabama hasta los siete años, edad en que sus padres se divorciaron y en que él sufrió un accidente de pesca que le lesionó gravemente un ojo. Se convirtió en un niño errante, saltando de ciudad en ciudad con su padre y su madrastra, y con la vista muy mermada. Esto le dificultó la observación de los pájaros y mamíferos a la que era tan aficionado. Por eliminación se dedicó a observar insectos. Al principio le interesaban las moscas. Pero de nuevo un imponderable se cruzó en su camino: la Segunda Guerra Mundial provocó una carestía de las piezas de metal utilizadas para fijar los insectos objeto de estudio, con lo cual el joven Ed- guntaba en aquel artículo. Sostiene Wilson que, en la infancia de la Humanidad, la depredación tenía premio: los individuos de la especie tenían una vida corta, con lo cual disponían del espacio y los recursos con poca visión de futuro. Poco a poco esto está cambiando y los resultados desagradables de la mala gestión del planeta ya no se aprecian como algo remoto, sino como algo que puede estar a la vuelta de la esquina. ¿Es el momento de cambiar? Todo ello apunta a una visión no tanto racista como a entender la Naturaleza como un impresionante mosaico de responsabilidades ineludibles. En The New York Times Wilson advertía de que más del 90 de la extinción cotidiana de especies pasa inadvertida incluso a los expertos: Sólo en una parcela de bosque puede haber 300 especies de pájaros, 500 mariposas, 200 hormigas, 50.000 escarabajos, 1.000 árboles, 5.000 hongos, decenas de miles de bacterias, etc. Cada especie ocupa un nicho preciso, demanda un sitio concreto, un microclima exacto, particulares nutrientes, particulares ciclos de temperatura y de humedad; muchas de estas especies viven en simbiosis las unas con las otras; ni con el equivalente presupuestario del Proyecto Manhattan podríamos trasplantar y reproducir todo esto Por cierto, Edward O. Wilson escribió esto hace nada... ¡en 1993!

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