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ABC MADRID 01-05-2008 página 86
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  • EdiciónABC, MADRID
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86 DEPORTES Cuenta atrás para los Juegos JUEVES 1 s 5 s 2008 ABC Pekín, contrastes olímpicos Estamos a cien días de los XXIX Juegos Olímpicos. El ocho, número de la suerte en China, es protagonista: 8- 8- 2008, 8 de la tarde. Pekín acelera su puesta en escena con demasiados frentes políticos, sociales y ambientales abiertos, pero dispuesta a asumir el reto POR ENRIQUE ORTEGO ENVIADO ESPECIAL PEKÍN. La cuenta atrás ya no tiene freno. A partir de ahora las hojas del calendario caerán más deprisa y, sobre todo, con mucha más trascendencia. China, su capital Pekín, se esmera para confirmar al universo una realidad que muchos ponían en duda. Para este país de 1.300 millones de habitantes es la oportunidad de mostrar al mundo su poder, su transformación de los últimos treinta años, mucho más rápida y veloz, económica que política y socialmente. La economía ha subido anualmente una media del diez por ciento en los últimos treinta años. Los Juegos son un escaparate de reivindicación a todos los niveles, pero también una forma de presentar en sociedad un sistema político cuestionado por su escasa protección a los derechos humanos. Hace escasamente diez días, ABC, junto a otros representantes de los medios de comunicación españoles, estuvo en Beijing (Pekín) con una delegación del Comité Olímpico Español, con su presidente, Alejandro Blanco, a la cabeza. Se trataba precisamente de eso, de conocer de primera mano cómo la capital china ultima la llegada de uno de los acontecimientos más trascendentes que se pueden llegar a organizar. El resumen de cinco días intensos de visita conduce a un dictamen concluyente. Serán los Juegos del contraste. Convivirán la grandeza y la pobreza. El progreso con el pasado. La ilusión con el miedo. Los rascacielos de cincuenta pisos con descampados en los que cualquier día nacerá un nuevo edificio. El pueblo chino no aparenta saber exactamente el alcance o el significado de lo que se le viene encima, pero sabe que será el rostro en el que pondrán sus ojos millones de personas, más allá de que sean aficionadas al deporte. La campaña de movilización internacional contra el régimen de Beijing después de los últimos acontecimientos sucedidos en el Tibet y al paso de la antorcha olímpica por distintos continentes y países, está elevando el fervor popular del pueblo chino, que ya sabe cómo comunicárselo al mundo exterior. Internet está siendo su vehículo de identificación. El slogan I love China escrito sobre un corazón viaja por la red a toda velocidad. De hogar de hogar, de centros de trabajo a centros de reunión. La web taobao. com vende a millares las camisetas antioccidentales que ha confeccionado después de las últimas declaraciones y posicionamientos de distintos líderes políticos. Diez horas largas de vuelo directo entre Madrid y Beijing no te dejan en las mejores condiciones físicas y mentales para asimilar de golpe el precipicio entre las dos capitales, sobre todo cuando era la primera vez que se visita ese desconocido horizonte. El viaje a ese mundo de contrastes comienza nada más descender del avión. Unos viejos e incómodos autobuses te esperan para conducirte a bastante velocidad por las pistas hacia la nueva terminal 3, que se aparece ante los ojos del recién llegado como un monstruo de hierro y cristaleras enormes como estadios de fútbol. El que haya estado en la nueva Terminal 4 de Barajas puede hacerse una lígera idea de la obra que ha levantado el mismo arquitecto, sir Norman Foster... pero sólo una ligera idea. La de Beijing es el doble que la de Madrid, 980.000 metros cuadrados contra 430.000, pero su estructura, sus señalizaciones, su diseño, son muy parecidos. Padre e hijo. Desde el aire, o desde tierra, según te acercas por una de las autopistas de acceso todavía en obras, se asemeja a una tortuga... gigante, como no podía ser de otra forma. Es una de las primeras situaciones a las que te tienes que acostumbrar cuando llegas a este país. Todo es grande. Muy grande. Beijing es una municipalidad de 17.000 kilómetros cuadrados de superficie y 16 millones de habitantes, y la mitad se amontonan en lo que se denomina la urbe. Ocho millones de bicicletas inundan las calles y autopistas, sorteando los 3.200.000 coches matriculados. El tráfico es un caos. Los cinco anillos que circunvalan el centro se encuentran siempre en permanente estado de atasco. A pesar de que tres millones y medio de personas utilizan a diario las cuatro líneas de Metro- -se inaugura una quinta para los Juegos- la circulación se hace imposible. El extranjero tiene en el taxi su mejor aliado de transporte. Son baratos en comparación con España, pero cualquier trayecto mínimo te puede hacer perder una hora para ir y otra para volver. La actividad es frenética. Día y noche. La ciudad no duerme. Aunque las distancias son enormes, la mejor forma de descubrir los contrastes es patear el asfalto, sobre todo en el centro más historico, donde las callejuelas con los hutog sobreviven al desarrollo y te hacen viajar en el tiempo al Beijing de los emperadores. La ciudad. Transporte y tráfico. La polución existe. Es una mezcla de niebla, calima, contaminación, polvo de las obras y arena del desierto Nueve mil policías tomarán el anillo olímpico para proteger a los atletas y evitar actos políticos La polución. Ambiente. El enemi- La polución es uno de los principales enemigos a los que tendrán que enfrentarse los deportistas que acudan a Pekín REUTERS go número uno de estos Juegos llega del cielo. Los recién llegados miramos para arriba como si fuéramos expertos en la materia. Es niebla apunta uno. No, es calima responde el de al lado. Es mierda, eso es lo que es apunta el más drástico. Uno diría que es un poco de todo, mezclado en los días que nosotros estuvimos con arena del desierto de Gobi y con el polvo en suspensión de las innumerables obras que se aceleran a toda velocidad para llegar a tiempo a la gran cita del 8 de agosto, a las ocho de la tarde hora local. Bien es cierto que si te alejas del centro, del tráfico y de los coches transpirando humo, el cielo se despeja, el sol impulsa sus rayos que atraviesan el manto y calienta el ambiente. Desde el 2001, la municipalidad de Beijing se ha gastado más de 9.000 millones de dólares para combatir este enemigo que mina la salud humana. Desde marzo los días de mucho viento se paralizan gran parte de las obras. Se han suprimido prácticamente las calefacciones de carbón, que han dado paso a las eléctricas. Muchas fábricas pararan su productividad en el mes de junio. Y durante agosto, se reducirá el tráfico rodado. Los coches con matrículas pares podrán circular

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